Capitulo treinta y nueve.

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Ya no tenía ganas de seguir vomitando.

Quizás y porque ya no tenía más nada expulsar, solo quedaban arcadas que me hacían llorar por la fuerza de las mismas. Cada una más fuerte que la otra, cada una más vacía que la anterior.

—Ya no quiero, por favor. —susurré, con la cabeza apuntando al suelo, en la misma posición que había tenido desde hace un rato.

Tomé una gran bocanada de aire, echando mi cabeza hacía tras, sentandome en el asiento de mi auto. Tomé un pañuelo del asiento de al lado para limpiar mis labios, seguido de eso, tomar un poco de agua. Enjuagar mi boca y botarla. Mi cabeza dolía, sentía como repetidas veces una punzada me atravesaba.

—Mami te quiere mucho, solo que no quiere seguir expulsando cosas que no tiene. —levanté la mirada para fijarme de que nadie me estuviese mirando hablar sola dentro de un auto.

Aunque sola no estaba. Claro que eso las personas que me vieran desde afuera no lo sabían. Le hablaba a mi bebé. Justo como lo había estado haciendo las últimas semanas.

Estaba en plena vía pública vía a la empresa de Brid, tuve que desviarme para detener las ganas de vomitar, a penas y logré hacerlo. Sabía que con los síntomas y momentos de las últimas semanas yo podía estar manejando, sin embargo, tenía la necesidad de acabar con esto de una vez por todas.

Metí las llaves en el contacto del auto para ponerlo en marcha para terminar mi propósito. Solo faltaban unas cuadras, aunque se me habían hecho eternas. Suspiré varías veces para hacer que desapareciera un poco el olor en mi boca.

Una hora después, gracias al genial tráfico, me encontraba aparcando en el mismo sitio donde Dylan me había dejado la primera vez. Sacudo mi cabeza olvidando ese momento, tomando mi móvil a la vez que la idea de volver a llamar cruza mi mente.

Tres tonos después, la llamada no fue contestada.

—¡Te detesto! —chillé.

Alice también se había estado negando a contestar mis llamadas. Y estaba segura que ella sí podía recibirlas, más no quería contestarla. Odiaba a esa rubia pretenciosa.

Mordí mi labio con demasiada fuerza conteniendo la respiración, tratando de relajarme para entrar nuevamente en ese enorme edificio que tantos problemas me había causado. Después de un rato, salgo con la carpeta de papeles en mi mano y en la otra mi celular. Fuerzo una sonrisa cuando el mismo señor de la otra vez abre la puerta para dejarme pasar.

—Gracias. —consigo decir, obviando su mirada en mi vientre.

Bueno, no era el único que lo hacía. No había ni dado tres pasos dentro, y ya todos tenían la mirada puesta en mi. Actúo normal, como si ese no me afectara lo suficiente hasta detenerme en el mismo mesón con la chica que tiene las gafas sobre su nariz mirándome.

—No tengo cita y sabes perfectamente quien soy.

La chica parpadea tres veces, perpleja, sin decirme nada me señala el camino que conozco bien. Asiento con la cabeza girandome hasta el elevador. Sigo sintiendo las miradas en mi nuca. Aprieto con fuerza mi celular antes de girarme y mostrar la sonrisa más falsa que tengo.

—¿Quieren decirme algo? —deslizo la mirada por todos los presentes—. Bueno, hasta donde tengo entendido, un embarazo es algo normal, no un fenómeno inusual.

Seguido de eso todos dejan de mirarme. Me devuelvo sobre mis pasos hasta entrar en la caja metálica. Cuando las puertas se cierran me arrepiento. ¿Y si vomito aqui adentro? Le suplico al cielo que eso no suceda.

Nadie sabía que me encontraba aquí. Se supone que debo estar en casa, descansando, pero en vista de que sino acabo con esto de una vez por todas no lograré remediar lo sucedido, decidí que acabaría con esto de una vez.

RAY (#2 M5C)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora