La vecina de Valentina

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-Gracias por todo, señor Carvajal -dijo la madre de Juliana, sonriente.

-Un placer, señora Valdés. Nosotros vivimos en la casa de aquí al lado, así que si necesitan algo...

Inmediatamente, Juliana miró a Valentina, quien se encogía de hombros y no decía nada más. Era interesante mirar a Valentina, tenía cara de traviesa y era atrayente ver lo simpática y agradable que parecía. Lo desenvuelta que podía ser con gente a quién apenas si conocía.

Le observó marcharse por el otro lado, regresando a su casa. Se encogió de hombros una vez cruzó la mirada con su madre y ambas entraron en su hogar.

-Parece una chica simpática, ¿no?

-Lo es, mamá. Es regatista, estudiante de medicina... esta chica lo tiene todo.

- ¿Medicina? Wow.

- Ajá. A mí también me sorprendió, pero ella lo plática como si fuera igual de importante que cualquier otra carrera.

-Vaya. Su padre también es un buen hombre. Parece que tendremos buenos vecinos, ¿eh?

Juliana estaba contenta de todo eso. Si algo deseaba era toparse con personas así. Rápidamente se vio envuelta en un caluroso abrazo por parte de su madre, quien le estrechaba contra su pecho y besaba su cabello.

//

- ¿Qué tal es la chica?

Los padres de Valentina estaban cocinando y ella estaba apoyada contra la encimera, jugando con una manzana.

-Parece algo arisca, pero creo que al final se ha soltado un poco. Es algo rara, la verdad. Pero tiene aspiraciones y me gusta eso.

- ¿Le interesan las regatas?

-Parecía fascinada cuando le hablé de eso, pero no parece ser una regatista. Ha venido aquí desde Texas, papá.

- ¿Texas? -enarcó una ceja-. ¿Por qué alguien vendría a Huatulco desde Texas?

-Supongo que motivos personales. -se encogió de hombros-. Como sea, no le he preguntado.

-Parecen buena gente -comentó su madre-. Les he visto desde la ventana y bueno, tal vez han sufrido alguna pérdida... que una mujer y su hija vengan desde tan lejos debe de ser difícil y por alguna razón fuerte.

-Exacto -asintió Valentina-. Además, Vera es de Texas y cuando le he dicho de venirse a Huatulco y apuntarse al club, siempre me ha dicho que ni loca haría eso, que en Estados Unidos se vive demasiado bien.

-Cada familia es un mundo -dijo el hombre-. Y nosotros tenemos mucha suerte.

//

Habían pasado unos días desde que Juliana había llegado a Huatulco. Se sentía como una más y pasaba mucho tiempo fuera, caminando, empapándose de la frescura de ese lugar.

Una mañana, su madre entró en la casa con una estruendosa alegría.

- ¡Juli! ¡Juliana! ¡Tengo algo para ti! ¡Corre! ¡Baja!

La escuchó desde la habitación.

Se incorporó -ya que estaba mirando un par de cosas en la laptop- y bajó rápidamente hasta el vestíbulo, donde se encontró con su madre y un piano de color marrón oscuro.

- ¿Qué haces con eso, mamá? -enarcó una ceja.

-Te lo he comprado para que te distraigas. Hace mucho tiempo que no tocas el piano, cariño, y lo echo de menos. ¿Por qué no te animas?

Juliana lo miró. Pasó la mano por el piano, lo observó con detenimiento y sonrió. Hacía tiempo que no tocaba nada, hacía tiempo que no se sentaba y trataba de desinhibirse. Demasiado tiempo.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora