El momento llegó

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Juliana le había hecho el desayuno a Valentina esa mañana. Por mucho que  ella le dijera que no tenía por qué, ella sintió las ganas de hacerlo —además, desobedecer a Valentina era siempre muy divertido.

Las dos estaban recién duchadas —Juliana no pudo evitar la tentación de una ducha fría después de la aventura matutina y estaban sentadas delante de la mesa que había en el comedor, con la televisión encendida.

El teléfono de Valentina vibró sobre la mesa mientras estaban desayunando y Valentina se percató de que había recibido un nuevo mensaje por parte de su padre.

«¿Estás en Oaxaca con Juliana? Será mejor que vengas, que vengan las dos, inmediatamente al club náutico. Vera también está de camino»

La cara de Valentina palideció al instante y Juliana le miró preocupada.

— ¿Qué pasa?

—Mi padre me ha dicho que vayamos inmediatamente al club náutico. Mierda —gruñó—. Debe de ser por lo de anoche. ¡No pensé que revisarían las grabaciones!

— ¿Tal vez alguien les avisó? Yo... —Juliana se mordió el labio inferior—. Lo siento si te he metido en algún lío...

— ¿Qué? No, no digas tonterías. Pero presiento que voy a tener que vestirme rápido... y tú también —dijo, dándose cuenta de que ambas sólo estaban en su ropa interior.

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Juliana llevaba puesta su ropa limpia. Se dio cuenta de que olía exactamente a Valentina y eso le puso una sonrisa en la boca.

La vuelta a Huatulco fue amena. Valentina conducía tranquila con la confianza de que las cosas iban a salir bien y no tenían que preocuparse de nada. Era de esperar que alguien del cuerpo de vigilancia se diera cuenta de lo que ocurrió la noche anterior.

Era ya medio día y Valentina aparcó cerca del lugar y ambas salieron del coche. Rápidamente pasó su brazo alrededor de la cintura de Juliana mientras se adentraban en el club náutico, caminando a lo largo del muelle.

— ¡Valentina! ¡Juliana! —León se acercó a ellas nada más de verles—. Tienen que venir conmigo. Vera ya está dentro.

— ¿A dónde vamos, papá? —Valentina preguntó.

—A la sala de reuniones, donde el comité se reúne.

—Mierda —murmuró Valentina lo suficientemente inaudible para su padre pero no para Juliana, quien le miró enseguida—. ¿Tú vienes con nosotros, papá?

—Por supuesto. Quieren que vea algo.

Valentina cerró los ojos con fuerza y suspiró, presentía lo que venía.

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La sala de reuniones era un lugar bastante grande, con una enorme mesa de color caoba y muchos asientos de piel situados alrededor. Tenía una ventana que daba directamente al mar y de sus paredes colgaban diversos cuadros, fotografías y algunos certificados, además del cartel de la regata de este año.

En las estanterías también se podían encontrar algunas medallas y trofeos que permanecían en el club náutico.

Una vez entraron los tres, se encontraron a Vera, quien estaba sentada justo al lado de Lucía y de Eva. Juliana frunció los labios y Valentina le tomó la mano tímidamente. Era la primera vez que le tomaba la mano en público, y no pudo negar que se sentía bien. Muy bien.

Se sentaron al lado de Eva, quien les miró con una expresión que denotaba confusión. Justo después, Lupe y Raquel fueron las que entraron en la sala al enterarse de que las dos chicas habían llegado a Huatulco y estaban en el club.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora