Cicatrices

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Todos brindaron con el vino que habían traído los Carvajal. Fue una velada agradable donde aprovecharon para conocerse todos un poco. Valentina no dejaba de elogiar a las Valdés, pero, especialmente, no dejaba de elogiar a Juliana.

Juliana continuaba ruborizándose. En el fondo sentía que Valentina, sencillamente, quería ser cortés, hacerla sentirla bien. Todos apoyaron los elogios de aquella muchacha y Juliana se limitó a decir que Valentina era una gran chica.

Los padres de Valentina aprovecharon para conocer mejor a Lupe, la madre de Juliana. Parecía, sin embargo, que eran amigos de toda la vida, lo cual hizo la cena mucho más amena.

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Con cervezas en mano, las dos chicas volvieron a la habitación a tocar un poco el piano. Juliana se quitó la chaqueta que llevaba encima, ya que ahora parecía agobiarle, y comenzó a buscar entre sus libros de partituras.

—Creo que tengo algo de calidad por aquí —se limitó a decir Juliana, mirando en sus estanterías. Alzó el brazo para alcanzar un libro y la camiseta se le levantó un poco.

Valentina estaba bebiendo de la botella y se fijó en el costado de Juliana que había quedado descubierto. Tenía una larga cicatriz que le dolía hasta a ella.

— ¿Juliana? ¿Cómo te has hecho eso?

Ella se giró, asustada.

— ¿El qué?

—Tienes una cicatriz enorme en tu costado.

Juliana tomó los libros y se acercó al piano sin decir ninguna palabra. Valentina frunció el ceño, sabiendo que la había cagado.

—Lo siento, es que... es muy grande.

—Fue una operación —. Apendicitis.

— ¿En serio?

—Sí. Es que no me gustan las cicatrices, por eso me molesta que me pregunten sobre ellas —. Una mentira detrás de otra, Juliana quería enterrarse viva en algún lugar. Odiaba que Valentina le devolviera pensamientos que no deberían estar ahí, pero tampoco era su culpa.

—Entiendo. Yo tengo algunas, pero suelen recordarme a momentos bastante divertidos al final. Aunque, claro, una operación no es algo divertido.

—Es que no me gustan los hospitales, tengo malos recuerdos de ellos.

Eso no era una mentira, de hecho, era una verdad como un templo. Odiaba los hospitales pero había pasado demasiado tiempo en ellos. Y lo peor es que nunca por su culpa.

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— ¿Qué les trae por Huatulco, si puedo preguntar?

Los hermanos se habían quedado dormidos en el sofá de las Valdés y ahora los padres de Valentina charlaban tranquilamente con Lupe.

—Me divorcié de mi esposo hace cosa de seis meses —contestó Lupe, sin ningún pudor—. Queríamos un cambio, Texas ya no era para nosotros.

—Oh, lo siento. Tal vez no debería haberlo preguntado —se disculpó la madre de Valentina.

—No pasa nada, de verdad. Me preocupaba Juliana, me preocupaba que lo pasara mal. Ya lo pasó mal cuando su padre y yo no dejábamos de pelear y, de hecho, no tiene una relación muy agradable con su padre.

Obvió muchos más detalles. Muchísimos. De hecho, obvió el verdadero motivo por el cual estaban en Huatulco. Pero los Carvajal jamás se darían cuenta de eso.

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Juliana estaba tocando en el piano una de sus canciones favoritas. Le ponía empeño y ganas y bebía de vez en cuando de la botella, parando la melodía, y continuando justo después.

Valentina bebía, leía los libros de partituras y le escuchaba. Había algo en Juliana que le intrigaba. No era como las demás chicas que conocia. Juliana era una persona misteriosa, y aunque la excusa de la cicatriz de apendicitis podría haber sido factible para cualquiera otra persona, para ella no lo era. Tenía la cicatriz en el lado opuesto del apéndice, sin embargo, Valentina dejó pasar ese hecho.

Tenía la vaga esperanza de que Juliana se lo contaría tarde o temprano. Cuando se sintiera cómoda de hacerlo.

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—Parece que Juliana y Valentina se harán muy amigas —dijo León, el padre de Valentina—. Espero que no contrincantes.

—No creo que Juliana quiera competir en alguna regata. Ella es de las que leen libros y miran la televisión, pero no de las que practican un deporte como ese. Sin embargo, se le ve fascinada cada vez que paseamos por el muelle y ve los veleros

—Valentina me ha dicho que invitará a Juliana al club náutico para que vea como va —sonrió—. Me alegra que se junte con alguien que más o menos es de su edad y que no esté siempre o en el club náutico, o con sus hermanos, o con su novio.

—Comparten muchas aficiones, tal vez estemos presenciando el comienzo de una nueva amistad —asintió Lupe.

—Yo creo que ya la hemos presenciado.

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Valentina estaba tocando y cantando una de sus canciones favoritas de Robbie Williams; y no necesitaba partitura pues se la sabía de memoria. Trató de no cantar muy alto para no despertar al vecindario. La imagen tan pacífica de Valentina y ese tono tan íntimo hacian  que el caparazón en el corazón de Juliana comenzara a derretirse.

Juliana tenía la impresión de que Valentina sabía que ella le había mentido sobre su cicatriz, sin embargo, admiraba el hecho de que Valentina no hubiera preguntado nada más. Era posible que algún día le contara lo que estaba sucediendo, pero no aún. Era demasiado pronto para abrir la caja de truenos.

— ¿Vendrás al club náutico conmigo este fin de semana? Te quiero enseñar el barco que tiene mi padre. Creo que te gustará el nombre.

—Claro, por supuesto. Tan sólo tienes que llamar a mi puerta y estaré lista para salir contigo.

La respuesta sorprendió un poco a Valentina, no podía negar que por un momento pensó que quizá Juliana no aceptaría ir con ella.

Los ojos de Valentina parecían muy oscuros ahora que la habitación tenía tan sólo una luz tenue y las pupilas se le habían dilatado casi al máximo.

Juliana también tenía los ojos así, pero no era precisamente por la luz, que era casi inexistente, si no por otros motivos.

Juliana se sentía incomoda y casi culpable de los sentimientos que, aunque no quisiera admitir estaba desarrollando. Esa noche se repitió mil y un veces que era tan sólo un capricho, que simplemente le atraía  porque ni siquiera le conocía, quizá estaba confundida por el buen trato y comprensión que Valentina, en tan pocos días, mostraba hacia ella. Era amable, educada, cariñosa y comprensiva, eso podía confundir a cualquiera. Quizá simplemente no estaba acostumbrada a que le trataran así y eso la estaba deslumbrando. En esos instantes Juliana reparó en el hecho de que incluso había vuelto a tocar el piano, a buscar aquellas partiduras, estaba viviendo de nueva cuenta. La realidad era que estar cerca de Valentina le hacía sentir mejor e incluso le hacía querer ser una persona mejor.  Tal vez no era tan malo todo eso, pero sí que lo sería si algún día Valentina o incluso Luis se enteraban.

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Hola chicas !! Aquí les dejo un capítulo más, espero que les guste y al ratito se viene otro :)

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora