24 horas

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Juliana pasó la noche en el hospital a pesar de que no querían que lo hiciera. Daba vueltas por los pasillos y había entrado algunas veces a ver a Valentina, esperando que se despertara.

No pasó nada.

Juliana abrió los ojos mientras estaba sentada en esa dichosa butaca. Movió la cabeza para fijar la mirada en Valentina, quien respiraba apaciblemente, pero no se movía.

Se restregó los ojos y se incorporó, estirando sus músculos y mirando por la ventana de la habitación. Hacía un día horrible en Oaxaca, el cielo azul característico de la ciudad estaba tapizado de nubes grises y Juliana tenía la sensación de que no sería la primera vez que presenciara un día tan malo en ese hospital. Deseó estar equivocada, pero por más que tratara de evitar esa sensación, era imposible.

— Dijeron que despertarías hoy...

Salió de la habitación antes de que alguien pudiera verla ahí y decidió bajar hasta la cafetería, donde se pediría un café, tal vez algo más, cualquier cosa para saciar su hambre.

Le envió un mensaje a Eva, diciéndole que Valentina aún no se había despertado pero que confiaba que lo haría pronto.

«Estoy segura de que Valentina despertará. Iré al hospital en un rato. Me quedaré unos días más aquí»

Algo en esas palabras le hizo sentir bien. Sintió un gran alivio. Tal vez el hecho de saber que Eva aún no iba a marcharse a Estados Unidos le hacía feliz —demasiado feliz, en realidad, porque le encantaba tenerla a su lado como una amiga y un gran apoyo. Tenía a su madre y a los padres de Valentina, pero necesitaba a alguien de su edad a su lado. Sin embargo, algo le decía que Eva se quedaba un par de días porque Lucía probablemente también se quedaría. Sonrió ligeramente al pensar eso.

—Juliana.

Escuchó a alguien decir su nombre detrás de ella, cuando estaba en la cola de la cafetería del hospital. Dio media vuelta al identificar esa voz y se encontró con Luis, quien estaba delante de ella, con el cabello cayéndole sobre la frente y una expresión de desconcierto brillaba en su cara, detrás de él se encontraba Vera, cubriendo su rostro con la capucha de su sudadera.

—Luis —dijo, sin darle mucha importancia, avanzando un poco en la cola. Giró la cabeza, depositando su mirada en la comida, sin querer decirle nada más ni a Luis, ni a Vera mientras sentía su presencia aún detrás de ella.

— ¿Cómo está Valentina? —Se atrevió Vera a preguntar, algo tímida tal vez, y con la voz temblorosa. Consiguió que Juliana diera media vuelta para mirarla.

—¿Esperas que te responda esa pregunta?

—¿Es que está muy mal? Estoy preocupada Juliana...

— Me da igual, me da absolutamente igual que estés preocupada. No tienes derecho a estar aquí. No quiero que estés aquí

—Juliana yo no...

— Todo lo que hacemos tiene consecuencias, Vera. Todo.

Vera no dijo nada, tenía el rostro desencajado y prácticamente parecía estar ahí a escondidas.

—Juliana, sé que la has visto. — El chico de cabello castaño se había metido en su camino.

—Claro que la he visto. He dormido aquí, con ella ¿sabes? —Espetó exasperada—.

— Por favor Juliana, ¿Cómo está Valentina? ¿Es que está muy mal?

—No sólo no sé si está bien o mal ya que aún no se ha despertado, si no que creo que no tienen el derecho de preguntarme después de todo lo que ha pasado —contestó con calma, aunque enfadada. Volvió a avanzar en la cola, girando su cabeza para no volver a mirar a Luis, pero él continuaba detrás de ella.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora