Por ella

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Juliana se descargó la carpeta y se colocó sus audífonos. Comenzó a escuchar la segunda grabación —teniendo en cuenta que ya había escuchado la primera.

Estaba nerviosa. Notaba sus pulsaciones en todos los rincones de su piel, pero tenía que escuchar las siete grabaciones si quería llegar a alguna conclusión.

Juntó sus manos con los codos apoyados sobre el escritorio y cerró los ojos mientras escuchaba.

"Comienza a mosquearme tener a esa zorra por aquí cerca."

“ ¿De quién hablas?

“De Juliana"

"¿Juliana? ¿Qué es lo que te ha hecho?"

"Qué es lo que no me ha hecho..."

"No entiendo nada, Vera."

"La conozco, Luis. Fuimos juntas al instituto. Me da asco pensar que fuimos amigas alguna vez. Es una persona... es... ugh, es repugnante."

"¿Qué pasó?"

"Es... le gustan las chicas. Y se enamoró de mí. Repugnante."

Juliana se mordió el labio, forzándose a aguantarse las lágrimas. Aún le dolía, pero no iba a llorar.

Escuchó a Luis reirse

"Vera, no exageres. No creo que sea para tanto, ni que fuera..."

"No me junto con esa clase de gente, Luis."

Los adjetivos despectivos que Vera iba diciendo sobre ella sirvieron para enfurecerle y fortalecerle, en vez de hundirle. Sabía que las palabras de Eva también tenía algo que ver al respecto, cuando le dijo que fuera valiente, que no estaba sola y que le defendería pasara lo que pasara.

Juliana se dio cuenta de que sintiéndose miserable no llegaría a nada. Si seguía auto-compadeciendose quedaría atrapada en un túnel lleno de tristeza y frustración. Necesitaba acción. Necesitaba poner a Vera en su sitio y, como había dicho Eva, defender lo que era suyo.

Juliana pasó a la siguiente grabación, cada vez con más argumentos a su favor y sabiendo que no iba a perder nada.

No esta vez.

Eran las dos de la mañana y Juliana había terminado de escuchar las siete grabaciones y había llegado a una conclusión: debía pelear por lo que es justo. Tal vez no en sentido literal, pero definitivamente debía hacer algo al respecto.

Recuperando el aliento, abrió la carpeta de fotografías. Trece, tal y como Eva le había avisado. Trece fotografías interesantes e intrigantes.

—Dios mío...

Se tapó la boca con su mano y miró cada un de las fotos con detenimiento. Eran sorprendentes —mucho, a decir verdad— pero no tan sorprendentes como su reacción.

Juliana se echó a reír a carcajadas mientras tanteaba la mesa para tomar su teléfono móvil y marcar el número de Eva, sin reparar en la hora que era.

— ¿Ev?

— ¿Juliana?

—La misma.

— Vaya, has sido rápida. ¿Cómo estás? ¿Estás bien?

—Me siento increíblemente bien. Ya sabes, lo que no te mata, te hace más fuerte. ¿Te gustaría venir a cenar a mi casa mañana? Creo que te debo una cena.

Juliana escuchó como Eva sonreía. Sí, la escuchó. Percibió su sonrisa al otro lado de la línea. Tal vez era pura intuición, o tal vez era magia. Sin embargo, era cierto que Eva estaba sonriendo y eso también le ponía muy contenta.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora