Reencuentros inesperados

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—Te extraño —dijo Luis al otro lado del teléfono—. ¿Crees que podemos vernos pronto?

Valentina exhaló un suspiro y asintió con la cabeza.

—Por supuesto, Lucho. Yo también te echo mucho de menos, pero entiendo que quieras estar con tus amigos que han viajado desde tan lejos.

— Ya sabes cómo es esto, cada año todos quieren estar en las regatas. Cada vez es más popular este lugar.

— Lo sé, de verdad no te preocupes.

— ¿Segura que no te importa que no nos veamos tanto? Nos vamos dentro de poco a Huatulco... ¿Sabes? he pensado que tal vez podríamos vernos hoy en la noche en Zicatela, hay mucha gente de todo el mundo, el ambiente está increíble y no sé, podemos salir por ahí, Vera, tú y yo. Juliana podría venir, si quieres. Te extraño mucho.

— ¿Y tus amigos? ¿Ellos no irían con nosotros?

— Ah, no... ellos están cansados, ayer estuvimos de juerga. Fue bastante divertido. Fue una noche de chicos; nada más allá de lo normal.

Valentina escuchó su risa en el teléfono y sintió que no podría negarse, era un buen plan y seguramente la pasarían bien, pero no estaba segura de si realmente debía llamar a Juliana para decirle que viniera con ellos. Por mucho que deseara que Juliana le acompañará sabía que podría sentirse incómoda y no quería que nada de eso pasara, no quería hacerle daño.

Sin embargo la idea de ellas dos en Zicatela le entusiasmaba. Una vez que la conversación con Luis terminó, decidió llamar a Juliana —a pesar de estar a muy pocos metros de distancia.

— ¿Val? ¿Tan temprano y ya me estás extrañando? Pensé que aguantarías más.

Rio armoniosamente, pero, la verdad, es que le echaba de menos a todas horas.

—Cállate, Juliana —continuó riéndose, y escuchó la risa de Juliana al otro lado—. Escucha, esta noche... eh, bueno he hablado con Luis, me ha llamado para ir con él a un sitio... y con Vera... y me ha dicho que te lo comente, por si quieres acompañarnos. Saldríamos hoy en la tarde.

//

Juliana estaba en su habitación, aún recostada en su cama. ¿Salir con Vera? ¿Y con Luis? No estaba preparada para ninguna de las dos cosas.

—Yo no pinto nada ahí, es tu amiga y tu novio... —dijo Juliana.

—Pero tú eres mi amiga también —le recordó Valentina—. ¿Quieres venir? Puede ser divertido. La pasaremos bien, se pone increible en estas fechas. No sé, si quieres puedes traer a Eva, se que te llevas bien con ella y...

— ¿Tu quieres que vaya, Valentina? ¿De verdad quieres que vaya? Porque si realmente quieres que esté ahí para ver cómo tu novio te da besos, si tu realmente quieres que yo esté contigo, yo te juro que estaré. Te lo prometo.

No estaba lista para ver a Vera enviarle pequeñas indirectas, ni en ver como Luis perdía la cabeza por la chica de la que estaba enamorada. Ni en ver a Valentina besarse con su novio, sabía que muy probablemente acabaría hecha polvo, como le había dicho Eva. No estaba lista para esa clase de cosas, pero tampoco estaba lista, entonces, para querer a Valentina del modo en el que la quería.

Y Juliana, por Valentina, haría cualquier cosa. Cualquiera.

—Juliana, me encantaría que fueras, de verdad. Sé que es egoísta pedírtelo, y no quiero hacerte daño, pero... voy a pasar a buscarte en la tarde. Puedes traer a Eva. ¿Por favor?

Juliana suspiró, estaba todo dicho.

//

A las cinco de la tarde Valentina estaba frente a su puerta. Había sido un viaje de casi dos horas, lleno de música, Juliana iba en el asiento del copiloto, Eva estaba sentada en uno de los asientos traseros y hablaba con Valentina sobre la regata. Juliana prácticamente había arrastrado a Eva a ese viaje, quién no tenía nada que ver en ese círculo de amistades, pero estaba curiosa por poder observar el pequeño romance que tenían ellas dos en primera persona.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora