¿A ti te gustan las chicas?

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Juliana y Valentina llegaron al muelle cuando ya era de noche. No hablaron del beso, aunque ambas se murieran de ganas. Valentina no estaba tan arrepentida como creía que estaría y Juliana no dejaba de sonreír como una tonta.

Ambas caminaron a lo largo del muelle. Hablaban de cualquier cosa, evitando el gran tema. Juliana tenía miedo de que a Valentina se le cruzaran los cables y le dijera algo que le rompiera el corazón. Sin embargo, Valentina estaba demasiado confundida como para romperle el corazón a alguien —aunque, por lo que parecía, si le rompía el corazón a alguien, esa persona sería a Luis.

A Valentina le había gustado mucho ese beso, y en realidad quería probar más, quería ver hasta dónde podía llegar, pero no sabía cómo hacerlo.

Se plantaron delante de la puerta de Juliana y ella metió la mano en sus bolsillos delanteros, en busca de sus llaves. Le sonrió cuando las tuvo entre sus dedos.

—Gracias por este día, Val —sonrió tiernamente—. Me lo he pasado muy bien.

—Sí, yo también. Ha sido muy entretenido. Aunque... nos hemos perdido el atardecer —Valentina se ruborizó, al igual que Juliana—. Y era lo que quería enseñarte.

— ¿Vas a culparme? —Juliana rio, enarcando una ceja—. Te estoy dando la excusa perfecta para que volvamos a dar una vuelta en barco juntas.

Valentina sonrió bajando la mirada y suspiró.

—Me gustaría volver a repetirlo.

Valentina miró a Juliana intensamente tras decir esas palabras. Juliana quería pensar que Valentina no solo se refería a repetir el paseo, pero no quería que su imaginación volara, así que se limitó a sonreir. Valentina dudaba en si debía plantarle un beso en los labios o en la mejilla o, sencillamente, marcharse.

—Mañana estaré en el muelle, viéndote entrenar. Lo harás mejor que hoy, seguro.

Asintió con la cabeza y se encogió de hombros.

A Juliana le encantaba ver el lado humilde de Valentina le enternecía el corazón. Pensó que no había cosa más bonita que ver esa sonrisa tímida de Valentina dibujarse en sus labios, con esos ojos de cachorro y ese simple gesto, cuando se encoge de hombros, como si no se diera cuenta de lo buena regatista que es.

—Eres un gran apoyo, Juls.

Juliana sonrió otra vez.

—Ven aquí.

Extendió sus brazos y Valentina se acercó a ella. Notó como los brazos de Juliana le rodeaban con cuidado y le sujetaban, abrazándole con fuerza. Valentina se sintió bien, y rodeó sus brazos alrededor de ella, acariciando su espalda.

—Vas a ganar la competición. —murmuró Juliana contra la clavícula de Valentina—. La vas a ganar. Confío en ti, ¿sabes? Del mismo modo en que tú confías en mí. Tú puedes con todo esto y más —besó su clavícula suavemente y suspiró—. Ninguno de ellos está a tu altura.

—Juls, tu siempre me verás con buenos ojos.

—No me culpes por ello.

—Jamás lo haría.

//

Aquella noche, Valentina no pudo dormir. Tenía aún las mariposas en su cuerpo, encarceladas dentro de su estómago. Valentina quería dejarlas libres, pero ellas no querían marcharse.

Se dio cuenta de la gravedad de la situación. Debía hacer algo al respecto, hablar con Luis o, incluso ver si realmente valía la pena luchar por los sentimientos que tenía.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora