Amigas

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Juliana sintió el cálido cuerpo de Valentina cerca del suyo, y se sintió cómoda; realmente cómoda, a decir verdad. Pensó que la combinación de vino y tres botellas de cerveza estaba surgiendo efecto en el cuerpo de Valentina, y ligeramente en el suyo también, pero no iba a quejarse.

—Pronto voy a comenzar a entrenar —dijo Valentina, mirando a Juliana—. ¿Te gustaría venir un día a verme?

—Claro —asintió Juliana, sonriente—. Te iré a ver a las regatas, también.

— ¿Sí?

—Claro. Con pompones y todo.

—Tonta...

Agachó la mirada y sonrió. Aún en la oscuridad, Juliana sabía que Valentina continuaba mirándole, tratando de adivinar cada una de sus facciones en mitad de la noche.

—Pero, ¿de verdad vendrás a verme en las regatas?

—Si quieres que esté ahí, yo iré a verte. Pienso animarte en todo momento —Juliana se armó de valor y le pellizcó una mejilla, tal y como Valentina había hecho unas otras miles de veces—. Tal vez sin pompones, pero seguro que pondré todo mi empeño en desearte que ganes.

—Juls, eres una buena amiga —ella dijo con sinceridad, mirándole a los ojos—. Me alegra mucho haberte conocido y me alegra saber que tenemos todo un verano por delante para hacer de las nuestras.

Juliana se ruborizó y se acercó a ella intuitivamente, acurrucándose a su lado y cerrando los ojos cuando notaba su mejilla cerca del pecho de Valentina. Suspiró felizmente cuando notó como ella le abrazaba.

Ella sabía que Valentina era era muy cariñosa, pero le gustaba pensar que con ella el cariño era especial.

—Gracias por esta noche —musitó Juliana—. Gracias por escucharme.

Valentina besó el cabello de Juliana con cariño y jugó con sus mechones delicadamente con una mano mientras que con otra mano le acariciaba la espalda.

—Te lo he cantado antes, Juls. Voy a cuidar de ti. Tú necesitas que alguien cuide de ti y yo voy a hacerlo. Somos amigas, y eso es lo que hacen las amigas —susurró contra su cabello, oliendo su perfume y sintiéndose como en casa.

Juliana levantó la barbilla para enfrentar a Valentina con la mirada. Su barbilla se rozó contra la suya y las dos se observaron a través de las pestañas y de la tenue luz que iluminaba la habitación a través de la ventana.

Juliana pudo sentir como su amiga sonreía de oreja a oreja como siempre, y como su aliento estaba peligrosamente cerca de su piel. Sintió un escalofrío recorriendo por toda su espalda, como si fuera una sorpresa, y su estómago tenía un nudo que no lograba deshacer. «Mariposas», pensó Juliana. Era imposible matarlas teniendo a Valentina tan cerca de su piel, sin ganas de alejarse de ella.

Valentina paseó sus dedos por la espalda de su amiga, siendo consciente de lo que estaba haciendo.  Tenía la necesidad de tenerle cerca, pero nunca era lo suficientemente cerca. Se mordió el labio mientras se miraban e inconscientemente acarició la punta de su nariz con la de su amiga.

Amiga.

Las amigas no hacen eso.

—Juliana —susurró—. Espero que no te estés quedando dormida.

—Eres tonta, Valentina. Tengo tu cara a unos escasos milímetros, ¿cómo esperas que me duerma?

— ¿Es que te molesta que esté a esa distancia?

—C-claro que no —titubeó.

Obvió el hecho de que le encantaba que Valentina estuviera tan cerca. Podía sentir sus pulsaciones acompasadas a las suyas, y su aliento a cerveza golpear su piel cada vez que le hablaba y le encantaba la sensación.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora