Toca para mi

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Valentina estaba recostada en su cama cuando unas notas musicales llamaron su atención. Se incorporó más rápido de lo que imaginó y se dirigió a su ventana, sabía de dónde provenía esa música pero necesitaba comprobarlo. Sonrío al ver la figura de Juliana tocando el piano, era agradable escucharle y no estaba lejos de convertirse en una costumbre.

Unos días más tarde, llegó la cena.

Valentina le dijo a Juliana que Luis no podría venir, pero estaba contento de que hubiese sido invitado. A Juliana le dio igual pues realmente lo invitó por cortesía y no porque realmente quisiera tenerlo dentro de su casa.

Se había arreglado. Su cabello seguía igual de ordenado pero llevaba una blusa y una falda. Su madre le había estado llenado de besos todo el tiempo, repitiéndole lo hermosa que estaba y Juliana no podía alejar a su madre por mucho que quisiera.

Un poco más tarde, aparecieron los Carvajal. La madre de Valentina vestía un bonito vestido que hizo sentir a la madre de Juliana que no estaba lo suficientemente arreglada. El padre de Valentina llevaba una americana pero los pantalones eran unos normales de tela. Los dos hermanos iban vestidos a juego y Valentina no perdía su estilo marinero.

Se saludaron amistosamente entre todos y Juliana rio al ver a Valentina.

—Comienzo a pensar que no tienes otro tipo de ropa.

—Cállate... —rio y dio un pequeño golpe en el hombro de Juliana, justo después los labios de Valentina colisionaron contra la mejilla de Juliana en un saludo bastante femenino y que Juliana no estaba del todo acostumbrada a hacer—. Me encanta como tiene usted la casa, señora Valdés. La ha decorado muy bien.

—Gracias, Valentina —ella sonrió—. Significa mucho para mí que digas eso. Espero que les guste la cena, hacía tiempo que no cocinaba para tanta gente...

—Nosotros hemos traído algo de vino y un pastel —Dijo la madre de Valentina.

— ¡Oh! ¡No deberías haberlo hecho!

Mantenían una conversación agradable mientras Juliana y Valentina comenzaban a hablar de diferentes cosas y a ser más cercanas.

— ¿Qué tal suena el piano? ¿Lo afinó bien mi padre?

—De lujo —respondió Juliana—. ¿Quieres tocar algo?

—Claro —asintió con la cabeza—. ¿Subimos ahora?

Desaparecieron de aquella estampa familiar y subieron las escaleras en dirección a la habitación de Juliana. Estaba ligeramente cambiada desde la última vez que Valentina estuvo ahí; tenía posters de grupos musicales y una foto de su madre en la mesita de noche. Valentina quiso preguntar por su padre, pero no tuvo el valor.

—Me gusta tu habitación —comentó Valentina—. ¿Sabes que la mía está ahí? —señaló desde la ventana y Juliana observó—. Prácticamente puedo verte cuando te asomas y todo eso.

—Al menos eres tú y no una violadora —rio.

—Oye, quién sabe —levantó las cejas y rio con Juliana—. Bueno, ¿te importa si toco algo?

—Todo tuyo —Juliana retrocedió unos pasos y se sentó en el borde de la cama, que estaba cerca del piano—. Gracias por venir esta noche, por cierto. A mi madre le ha hecho una ilusión tremenda. Tenía miedo de no encajar aquí.

Valentina se giró en dirección a Juliana con esa sonrisa que casi nunca se le va de la cara.

— ¿Tú también tenías miedo de no encajar?

Juliana vaciló antes de responder.

—Todo el mundo tiene miedo de no encajar, ¿no?

Valentina se encogió de hombros y en el fondo se preguntó si alguna vez ella se había sentido así.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora