"¿Qué son mil años? El tiempo es corto para el que piensa, e interminable para el que desea."
Había pasado una semana desde que habían dicho que Valentina había entrado en coma y Juliana continuaba en el hospital. Solía estar cuando sus padres no podían estar y, cuando podían, también, sólo que a veces se quedaba fuera de la habitación. Prácticamente solo iba a Huatulco por ropa y a bañarse. Estaba cansada, los traslados eran largos, pero todo lo valía si estaba cerca de Valentina.
Lucía se había regresado a Estados Unidos. No fue una despedida tan pegajosa y tan sentimental como la que tuvo con Eva —o Eva con Lucía— pero sí que prometieron volverse a ver pronto; pues Lucía planeaba regresar a México y mantener el contacto pasara lo que pasara.
Había sido una semana terrible. De desvelos, de pérdida de esperanza en ocasiones, de mucha angustia, pero Juliana había prometido no rendirse. Los médicos continuaban haciéndole pruebas a Valentina para ver si reaccionaba a algún estímulo, pero parecía inútil intentar algo. Sin embargo, el doctor no dejaba de darles esperanzas. "Con cosas peores la gente se ha despertado y Valentina es una chica muy fuerte, joven y deportista, así que no vemos por qué no debería despertarse", era una de las muchas cosas que solía decir.
Juliana se pasaba mucho tiempo sola otra vez. Sus amigas ya no estaban. A veces Luis volvía a rondar los pasillos del hospital y decidían tomar algo juntos, aunque la situación seguía siendo igual de tensa. Juliana, sin embargo, pensaba que tal vez a Valentina le alegraría saber que Luis y ella se llevaban medianamente bien, dentro de lo que cabe. Al final, por más estúpido que pareciera, les unía Valentina y la soledad que ambos compartían.
Juliana quería que su madre estuviera con ella, pero comprendía que tenía un trabajo con el cual cumplir y que le era imposible viajar hasta la ciudad.
Eva había estado en contacto con Juliana desde el primer momento. No dudaba en enviarle mensajes de aliento, consiguiendo que la chica se sintiera menos sola.
—Hey, Val. ¿Cómo te encuentras hoy? —Preguntó Juliana, entrando en la habitación y sentándose al lado de Valentina—. No me puedo creer que aún no te hayas despertado. ¿Tan cansada estás? —Se inclinó para besar su frente suavemente y cerró los ojos—. Las enfermeras te cuidan bien, no podrás quejarte.
Se colocó aquel teclado rosa que había usado tanto esos últimos días sobre las rodillas.
—Voy a tocarte algo. La escuché y me acordé un poco de ti, aunque la letra no es que sea muy apropiada ni para ti... ni para mí, pero me gusta. Espero que a ti también.
Juliana suspiró.
—Viniste con la estación, cuando cantó la primera golondrina. Una extraña de cabello castaño, con un nombre de varias letras..
Juliana sonreía cuando cantaba ese trozo.
—Plantamos nuestros besos donde las bayas silvestres crecen, mis pies germinaron alas y volé camino a casa.
Presionaba con tranquilidad las teclas del piano, entonando a la perfección para que su voz fuera lo suficientemente dulce para Valentina.
Un médico entró mientras Juliana estaba tocando y, aunque ella paró, el médico le pidió que no lo hiciera.
—Continua, Juliana, por favor. Todas estas cosas pueden ayudar a Valentina. Veamos qué estímulos tiene ahora que le estás cantando.
Juliana le miró confundida, tenía un poco de vergüenza de cantar frente a él, pero obedeció su indicación.
—Mis mejillas rojas como coches de bomberos corriendo directamente al calor de tu piel... Y sé que nuestros días están contados y volarás justo cuando comience el otoño.
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Hermosa ave de verano
FanfictionJuliana miraba con positividad su nueva vida. Le era imposible no hacerlo; al fin y al cabo, cualquier cosa sería mejor que su vida en su anterior ciudad. Los ojos oscuros de la chica brillaban cuando levantó su barbilla para mirar el cielo encapota...