Resaca

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Juliana se levantó con un horrible dolor de cabeza al día siguiente. No se atrevió a ir al muelle aquel día. Se incorporó de la cama, sintiéndose miserable y viendo que estaba completamente sola en esa casa.

Le habría gustado ir al muelle, aunque fuera sólo para ver a Eva. Aquella chica parecía estar bastante sola, no le había visto ni con su familia, ni la había visto con alguien más que no fuera ella, sentía algo de lástima por Eva, siempre estaba sola y si había alguien que sabía de soledad era Juliana, aunque ella siempre contaba con su madre. Se dijo a sí misma que le enviaría un mensaje más tarde.

Se arrastró hasta el sofá, sentándose con un bol de cereales entre las manos y mirando la televisión sin nada que hacer.

Cada vez que cerraba los ojos, Juliana podía ver los ojos vidriosos de Valentina y aún escuchaba la palabra cobarde por todos los rincones de su mente.

Exhaló un suspiro y sacudió su cabeza.

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Valentina había sopesado las posibilidades que tenía de no ir al entrenamiento ese día y quedarse en casa. Se sentía fatal. No tenía ganas de nada y el vacío en el pecho no se le iba, era una sensación tan extraña, tan amarga. La noche anterior, su madre estuvo un buen rato con ella hasta que se calmó, pero no le llegó a explicar nada. No quería hacerlo, ya no tenía sentido.

No encontraba la motivación necesaria para irse al muelle y tener que fingir que estaba bien. Seguro que Vera estaría con su estúpida sonrisa en la boca y Luis querría estar con ella, Valentina realmente no quería acercarse a ninguno de ellos dos.

Se marchó de la casa sin decir nada, dejando a su madre sola con los niños. Notaba su mirada preocupada en su espalda, pero hizo caso omiso de ella cuando cerró la puerta, solo quería estar sola, despejar su mente por un rato.

Giró la cabeza cuando pasó por la puerta de Juliana y miró por la ventana que daba a la sala. Veía que la televisión estaba encendida y veía una cabeza pelinegra detrás del sofá.

Estaba ahí, la persona que le había roto el corazón estaba a unos metros de ella, mirando la TV como si nada hubiera pasado.

Sentía como si le hubieran quitado todo. De la tristeza estaba pasando a la impotencia y frustración, ella no era así, ella era una chica optimista, alegre, llena de vida.

Valentina miró al suelo y frunció los labios antes de alejarse de la casa de Juliana y tomó dirección al muelle.

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Eva se subió el traje y se colocó bien la camiseta. El uniforme para su entrenamiento estaba listo. Abrió su taquilla, dejando algunas cosas dentro de ella, y cerró la pequeña puerta con suavidad.

Justo después, escuchó unos pasos y unas voces que distinguió perfectamente.

-No ha venido -era una voz femenina-. ¿Estás contento?

-Bastante -respondió la otra voz, esta vez masculina-. Gracias, Vera.

Eva se movió con cautela entre las taquillas y miró por un pequeño hueco. Observó cómo el chico le daba un abrazo a Vera y las manos de aquella chica rodeaban su cintura debido a la altura, sacudiéndolo suavemente.

«Maldición»

Eva tapó su boca y lo intentó, pero no pudo evitar aquel estornudo, haciendo que ellos se giraran y se separaran de inmediato.

- ¿Quién está ahí?

Se alejó de las taquillas, con los auriculares puestos, fingiendo estar escuchando música.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora