Verdades necesarias

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— ¿Quieres que te lleve a casa, Juliana? ¿Quieres que te lleve hasta Huatulco? De verdad que no me importa.

Juliana se alejó de Valentina y se secó las lágrimas.

—Has venido aquí con tu novio y tu amiga, Valentina. Me has pedido que viniera contigo y he venido porque me lo has pedido. Porque si tú me dices que dé la vuelta al mundo en bicicleta, lo hago —continuó secándose las lágrimas con sus dedos y sorbió por la nariz—. Sabías que de algún modo yo iba a salir mal parada y esta vez me ha llegado todo de golpe.

—Conoces a Vera y no sé por qué, pero yo te doy el tiempo que quieras para que me lo cuentes...

—Basta ya, Val. No puedo seguir haciendome esto — Valentina le retuvo evitando que se alejara—. No sé ni porqué acepté a venir aquí en primer lugar, sabía que algo así iba a pasar.

— ¿Y por qué no me lo dijiste, Juliana? ¡Me puedes contar lo que tú quieras! ¡Todo! ¡Absolutamente todo! Soy tu mejor amiga, ¿no es así?

— ¡Al diablo con eso! Puedes dejar de repetir que somos mejores amigas. ¿De verdad crees que somos mejores amigas, Valentina? ¿Aún lo crees? Parece que lo repites para creértelo tu misma. Nos hemos besado. Nos hemos besado dos veces. Y me has dicho que te gusto, ¡maldita sea! Basta ya Valentina. Vas a hacer que pierda la cabeza, de verdad...

—No hables muy alto, Juliana... aún... yo aún estoy descubriendo...

— ¿Tu sexualidad? Valentina, eres homosexual. O, si no, bisexual. Pero te gusto. Y nos hemos besado. No hay que ser muy lista para saber que hay algo entre nosotras. Hasta Eva lo sabe, hasta ella se ha dado cuenta de que hay algo raro entre tú y yo.

Valentina tragó saliva.

— ¿Eva?

Observó a Juliana y trató de buscar las palabras perfectas para decírselo. Pero como una canción dice: Las palabras perfectas nunca cruzaron mi mente, porque en ella no hay nada excepto tú. Se mordió el labio al ver a Juliana con los ojos vidriosos y la voz temblando.

—No vuelvas a hacer pasarme por esto, Valentina... porque yo me muero cada vez que te veo con él, me duele verte con él y tú pareces no entenderlo.

—Quiero que me cuentes lo de Vera, Juliana. Quiero que me lo digas. Quiero que me digas por qué me has ocultado cosas —le agarró de la muñeca—. Quiero que te subas al coche, y me lo digas, y luego vayamos a casa.

— ¿Y dejarás tirados a los demás?

—Si es necesario, sí.

«Podría cambiar el mundo por ti, y tú no te darías ni cuenta...»

Valentina no dejaba de pensar en Juliana, en todo lo que acababa de pasar.

— Valentina ya, déjame.

— No.

En medio de la calle del bar, le tomó de la mano y le arrastró al coche, donde le hizo sentar en el asiento de al lado y las dos se miraron.

Juliana desvió su mirada y juntó sus manos. Sabía que era su turno de hablar pero no sabía cómo empezar.

—Juls—le susurró Valentina—. Por favor.

Juliana frunció el ceño y se mordió el labio intuitivamente otra vez.

—Vera era mi mejor amiga en Texas—titubeó. Sus ojos parecían querer estallar en un mar de lágrimas, y Valentina pensó que debía sacarlo todo ya—. Me enamoré de ella. Y pasó lo que pasó, lo que te conté. Me esperaban allá dónde fuera, ella y sus amigas y algunos amigos, que también fueron los míos, para humillarme públicamente pero también cuando nadie les veía. Ustedes dos son amigas y no quería que ustedes dos se pelearan. No tienes que mezclar las cosas. Que sea una imbécil conmigo no quita que sea una buena amiga contigo. Antes conmigo era igual.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora