Oaxaca

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Oaxaca nunca le había parecido tan bonito hasta ese día. Valentina había decidido enseñarle su departamento. Había sido un viaje de más de 3 horas. Juliana estaba sorprendida cuando Valentina le dijo a donde irían, nunca se imaginó que la llevaría a la ciudad, pero no dudó ni en segundo en aceptar la invitación. Quería hablar con ella y le emocionaba conocer aquel lugar donde también vivía Valentina.

Lupe se había quedado un tanto preocupada, el viaje era largo y no le agradaba la idea que les tomara el atardecer en carretera. Pero no pudo decirle que no a Juliana, porque se notaba ilusionada con el viaje.

El trayecto en coche fue bastante agradable. A pesar de la pequeña discusión afuera de aquel bar, volvían a hablar como amigas, y a veces se dedicaban alguna que otra mirada furtiva. Escuchaban música y hablaban de las regatas, los entrenamientos, pero Valentina no había tocado el tema de ellas dos, Juliana supuso que hablarían más tarde, por eso no le importó.

Cuando llegaron a Oaxaca, Valentina le invitó a conocer un poco del centro de la ciudad. Era una ciudad pequeña, caminaron por sus calles empedradas y se respiraba un ambiente tranquilo. Sin duda, Juliana, podría irse a estudiar allá, le gustaba la ciudad y le gustaba más quién vivía ahí.

El departamento de Valentina era precioso. Era un pequeño apartamento cerca de la zona céntrica. Tenía un enorme salón con un sofá de piel oscura y algunas librerías repletas de algunos libros, fotos y trofeos. Notó que había un pequeño balcón y decidió poder apreciar la vista de la ciudad. Podía ver la arquitectura colonial de algunas iglesias y a turistas caminando por las calles. Era muy bonito y relajante.

Después se paseó por el salón tranquilamente, observando el lugar. Miró a su alrededor y, cuando dio media vuelta, se encontró de frente con Valentina. Ella se apartó rápidamente y le enseñó el piano que había. Era de color negro, estaba perfectamente cuidado y Valentina le ofreció sentarse para tocar un poco.

-Hace tiempo que no te escucho -le rogó-. Estoy segura que tienes algo bueno que ofrecerme.

-Voy a tocarte una de mis canciones favoritas, entonces -sonrió cariñosamente y se sentó.

-Genial.

Juliana paseó sus dedos sobre las teclas del piano y exhaló un suspiro. Comenzó a tocar con suavidad las teclas del piano y a cantar con la misma suavidad.

-Solía ​​haber una torre gris solitaria en el mar. Te convertiste en la luz de mi lado oscuro.

Valentina no podía ni explicar lo mucho que le gustaba la voz de Juliana. Pensó en cómo sería tenerle cerca la mayoría de veces. Si Juliana viviera en Oaxaca durante la universidad, podrían verse a menudo. Y podrían tocar juntas. Y estar juntas.

Caminó y se colocó al lado del piano, viendo a Juliana moverse adelante y atrás, como si sintiese la música correr por sus venas. De hecho, Valentina creía que era así, que realmente sentía la música de ese modo.

-Baby! Te comparo con un beso de una rosa en la penumbra. Entre más obtengo de ti, más extraño se siente.

Juliana volvía a estar cantándole lo que sentia a Valentina. Parecía que era una tradición entre ellas. De algún modo, Juliana se sentía muy cómoda declarándole esa clase de sentimientos de ese modo. Nunca se le había dado muy bien decir las cosas y poder cantarle una de sus canciones favoritas a Juliana le hacía sentir bien.

-Sigues siendo mi energía, mi placer, mi dolor. Para mí eres una creciente adicción que no se puede negar ¿No me digas que esto es sano? Pero ¿sabes que cuando nieva, mis ojos se hacen más grandes y la luz que irradias se puede ver?

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora