No es malo enamorarse

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Todo el mundo estaba mirando a Juliana y a Valentina, aunque sólo una persona parecía realmente sorprendida de los hechos y ese era el padre de Valentina.

— ¿Valentina? —Musitó el padre, confuso—. ¿Y Juliana? Pero...

Juliana apretó la mano de Valentina haciéndole saber que estaba con ella, podía ver en sus ojos qué estaba nerviosa, asustada. Conocía ese sentimiento, ella lo había vivido. Raquel pasó su mano por la espalda de su marido y la acarició suavemente. Ella estaba sorprendida, por supuesto, pero sólo porque aquellas imágenes comprobaron lo que ya podía imaginarse.

— ¿Desde cuándo, Valentina? Pero si tú...

El presidente se quedó perplejo.

—Ah, ¿pero esto ustedes no lo sabían? Entonces seré breve para que puedan hablar de sus asuntos personales —el presidente se aclaró la garganta—. Debido a que la conducta violenta ha ocurrido entre dos regatistas, Valentina y Vera no podrán entrenar hasta sino hasta 3 días antes de la competición.— Vera sonrió, no había suspensión, pero al mismo tiempo se sentía molesta.— No les puedo echar de la competición porque por lo que veo son asuntos entre Vera y Juliana, pero sí voy a penalizarles. El viernes volverán a entrenar. Y quiero que haya competencia leal entre ustedes el lunes, o si no tendré que tomar otras medidas. Esta es mi decisión.

Las cinco chicas se miraron entre ellas. El pretexto que había dado el presidente no tenía ningún sustento, las reglas eran claras: si dos regatistas mostraban conductas agresivas, tenían que ser suspendidas. Sin embargo, la realidad era que, las reglas en México se torcían a conveniencia y no iban a dejar fuera de la competición a dos de sus principales figuras: Vera, quien venía desde Estados Unidos para competir y quién era hija de una conocida ex regatista y Valentina, la gran estrella de Huatulco, a la que todos querían ver.

Las cinco chicas se levantaron, siendo Vera la primera en cruzar la puerta, seguida de Lucía y Eva, quién acarició el hombro de Juliana antes de salir. Valentina y Juliana permanecieron en silencio delante de sus padres, quienes esperaban una explicación de su parte. Valentina podía sentir la mirada de su padre atravesarla.

El presidente abandonó la sala junto a los otros hombres, añadiendo que debían irse lo antes posible de ahí, pero nadie pareció escucharle.

—Raquel, ¿tú lo sabías?

—Estoy casi tan sorprendida como tú, León.

— ¿Casi? —Se giró hacia Raquel—. ¿Es que sabías algo de esto y no me dijiste nada?

—No es nada malo, ¿Ok? —Juliana dijo, interrumpiendo al padre de Valentina y dando un paso al frente.

—Lo sé, tranquila, Juliana. No lo decía por eso... pero... ¿Valentina? Estoy... confundido —suspiró—. ¿Desde cuándo...?

— ¿Desde cuándo me gustan las chicas? —Preguntó Valentina—. Me di cuenta, realmente, hace poco tiempo. Es por eso que lo terminé con Luis —les miró directamente a los ojos. Su voz temblaba y sus manos sudaban de los nervios—. Se los iba a decir, de verdad que sí, les juro que sí... no esperaba que se enteraran así. Pero... —Valentina tomó un largo suspiro—estoy enamorada de Juliana —levantó la barbilla, no tenía por qué bajar la mirada y se sentía orgullosa de decir eso en voz alta—. La quiero.

Juliana se atrevió a tomarle de la mano en ese instante y se la apretó cariñosamente. Miró a Valentina con los ojos iluminados y una sonrisa en sus labios.

Lupe estaba observando la escena, sonriente, alegre de saber que su hija estaba feliz. Raquel pensaba exactamente lo mismo —al fin y al cabo, era algo que podía esperarse, era tan obvio lo que sucedía entre ellas— mientras que León aún continuaba en shock.

Hermosa ave de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora