Presente
En la oscuridad del vestíbulo descansaban cinco maletas desparejadas,viejas y desgarradas. En cada una de ellas se guardaba una parte de mí. La morada era de nuestro primer viaje a París, la luna de miel. Nos alojamos en una habitación de hotel diminuta en la que, si estirábamos los brazos,tocábamos ambas paredes. Pasamos muchas noches regadas con alcohol en aquella pequeña habitación mientras nos enamorábamos más y más a cada segundo. La maleta de flores era de la escapada que hicimos después del primer aborto. Me sorprendió con un viaje a las montañas para ayudarme a respirar. El aire de la ciudad estaba viciado y tenía el corazón roto. Aunque la altitud no hizo nada por solucionar lo segundo, el aire entraba con mayor facilidad en mis pulmones. La pequeña maleta negra fue la que me preparó cuando conseguí mi primer trabajo como profesora. También la llevó al viaje que hicimos después del segundo aborto, esa vez a California. La verde era de la boda de mi prima en Nashville, cuando me hice un esguince y me llevó en brazos por la pista de baile mientras nos reíamos sin parar. Por último, la maletita azul marino es la que llevó a la residencia de estudiantes para pasar la noche. Fue la primera vez que hicimos el amor.
El corazón me latía muy deprisa mientras apoyaba la espalda en la pared del salón y observaba las maletas desde lejos. Quince años de historia concentrados en cinco maletas, quince años de felicidad y desamor que me eran arrebatados. Salió de la habitación con una bolsa de tela al hombro. Pasó frente a mí y echo un vistazo al reloj de su muñeca. Joder, qué guapo estaba. Aunque lo cierto es que Gale siempre estaba guapo. Era mucho más atractivo que yo, y no lo digo porque me falte autoestima. Me consideraba guapa, con todas mis curvas y mis kilos de más en las caderas, pero Gale dejaba sin aliento. En todas las parejas, uno es más guapo que el otro; en la nuestra, era él. Tenía los ojos azules como el cristal y, cuando sonreía, brillaban. Me encantaba cuando se vestía de verde oliva porque ese color le daba a sus ojos un tono jade. Llevaba el pelo oscuro siempre muy corto y su sonrisa...
Esa sonrisa fue lo que me enamoró.—¿Necesitas ayuda? —pregunté—. Con las maletas.—No —respondió con sequedad, sin mirarme—, puedo solo. Estaba tenso y taciturno. Odiaba que se comportase con tanta frialdad, pero sabía que era culpa mía. Lo había apartado de mí durante tanto tiempo que al final dejó de intentar acercarse. Llevaba el jersey amarillo que tan poco me gustaba. Estaba rasgado debajo del brazo y tenía una mancha asquerosa a la altura de la muñeca que, por más que frotase, me había sido imposible limpiar. Parpadeé en un intento de grabarme a fuego en la memoria la imagen de esa prenda tan fea. Por mucho que la odiara, la echaría de menos. Suspiré mientras se llevaba las maletas. Cuando metió la última en el coche, volvió a entrar en casa y echó un vistazo al vestíbulo como si se olvidara de algo.
De mí. Se olvidaba de mí.Se pasó las manos por el pelo y masculló:—Creo que ya está todo. Deberíamos acercarnos al banco a firmar los papeles. Luego tengo que salir hacia Chester y supongo que tú también.
—Vale —dije.
—Vale —repitió.
Chester, en Georgia, era nuestro hogar. El pueblo en el que crecimos, nos enamoramos y prometimos querernos para siempre.
Gale había pasado allí los últimos ocho meses después de aceptar un puesto de residente en el hospital. Hacía ocho meses que me había pedido que nos separásemos. Hacía ocho meses que me había dicho que deberíamos poner la casa en venta. Hacía ocho meses que había salido de mi vida y no había vuelto a saber de él hasta que la casa de Atlanta se vendió. Salió de mi vida y no miró atrás hasta que no le quedó más remedio. Sin embargo, lo quería, aunque él no sintiera lo mismo. En el pueblo nadie sabía que nos habíamos separado, ni siquiera mi mejor amiga, Autumn, ni mi hermana, Judy. A ellas se lo contaba todo, excepto las cosas que me hacían pasar las noches llorando. No había tenido el valor de contarle a nadie que mi marido me había abandonado hacía ocho meses. Si lo contaba, me convertiría en una fracasada y, además, lo único que quería era que, de alguna manera, Gale volviera a quererme.

ESTÁS LEYENDO
Para siempre (Everlark)
عاطفيةKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...