Katniss

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Por lo que sabía, mi padre se había mantenido alejado de la bebida. Daba las gracias por ello, no quería volver a verlo tan mal. Jamás había pasado tanto miedo.

El jueves por la tarde, me acerqué al taller y se me formó un nudo en el estómago al ver a mi padre subido a una escalera mientras intentaba arrancar a martillazos el cartel del Taller de Mike. —¿Papá, qué cojones haces? —pregunté.

—Cerrar el taller.—¿Cómo? ¿Qué quieres decir? —Lo que has oído.

—El cartel cayó al suelo con un estruendo y él bajó de la escalera—. Lo he vendido —masculló y entró. Me dejó de piedra. —¿Estás borracho? No puedes deshacerte de todo sin más —repuse y lo seguí. Se encogió de hombros.

—Lo cierto es que sí puedo. He vendido el taller, la cabaña y el terreno. He sacado un buen pellizco. —¿Estás de broma? Vivo ahí.

—Bueno, ya no. —¿A quién se lo has vendido? Lo recuperaré. Está claro que no estás en tus cabales. Has pasado por mucho estas últimas semanas y tienes la cabeza hecha un lío.

—No. Por primera vez en mucho tiempo, pienso con claridad.

—Pero...—¿Qué tipo de arte? —preguntó y me dejó desconcertado.—¿Qué?—¿Qué arte te gustaría estudiar? ¿Dónde ibas a viajar para aprender técnicas nuevas?—Necesitas dormir.

—Ya he dormido suficiente. Ven aquí. —Hizo un gesto con la cabeza y dudé—. Vamos, chico, no tengo todo el día. Ven aquí. Me dio un cheque con una cantidad enorme escrita. —¿Qué es esto? —Tu parte de la venta. No tendremos todo el dinero hasta que hayamos acabado con el papeleo y todo lo demás, pero es suficiente para vivir un par de años. —¿Qué? —Eres libre, Peeta —dijo y esbozó media sonrisa—. Encuéntrate a timismo.

—Papá, no seas ridículo. Sé muy bien quién anda detrás de esto. Lo arreglare, no te preocupes. Antes de que respondiera, me marché a casa de Loretta Everdeen. Estaba claro que era cosa suya. Siempre nos había presionado para hacerse con nuestras tierras. Todo esto llevaba su nombre escrito.

***

Cuando llegué al porche, respiré hondo y llamé a la puerta.

—¿Peeta? ¿Qué haces aquí? —preguntó, confundida.

—No has podido evitarlo, ¿a que no? —rugí. Me ardía el pecho.

—No sé de qué hablas.

—No te hagas la tonta. La propiedad, el taller de mi padre —Levantó una ceja—. Te lo ha vendido todo a ti y a la iglesia.
—¿Qué? Lo siento, pero de verdad que no sé de qué hablas...

—Deja de fingir.

—No finge —dijo Samuel al salir de la casa—. No ha tenido nada que ver con esto. Ha sido cosa mía y de Mike. —¿Cómo?—Vino a la iglesia la otra noche y me preguntó si la oferta de Loretta seguía en pie. —¿Por qué lo haría? ¿Por qué le dejaste hacerlo?Samuel se cruzó de brazos.

—Me contó que estaba cansado de odiar, de estar enfadado, y que mientras viviera allí, nada cambiaría. Quería marcharse para siempre, pero también quería tener el dinero suficiente para que estuvieras bien sin el taller. Lo entendí. Quería dejar atrás el dolor del pasado. Solo le pedí una cosa antes de aceptar el trato. 
—¿El qué?—Rehabilitación. Se me tensó el pecho. —¿Rehabilitación?—Sí. Pasará una temporada en una de las mejores clínicas de Estados Unidos. Recibirá el mejor tratamiento durante los próximos meses. Sera duro, pero aceptó. Tu tío lo llevará este jueves.¿Rehabilitación? Me pellizqué el puente de la nariz. —¿Irá de verdad? —Sí. Sin decir nada más, abracé a Samuel. Lo único que había querido siempre era que mi padre consiguiera ayuda, que encontrase la forma de recuperarse.

Para siempre (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora