Katniss

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Habían pasado varios días desde que Peeta me había pedido que lo dejase solo y no supe nada de él hasta que se acercó a mi rincón de la librería un miércoles por la tarde.

—Hola —susurró, con las manos en los bolsillos de unos vaqueros oscuros.

—Hola —contesté en el mismo tono.

—Te debo una disculpa.
—No, te la debo yo. Me dejaste claro que necesitabas tiempo, pero no te escuché y lo siento. Me pediste espacio y no te lo di.

Alguien nos chistó, pero cuando Peeta lo fulminó con la mirada, se disculpo y se marchó. Jamás había visto una mirada tan poderosa. Se frotó la nuca con la mano y suspiró.

—No sé cómo gestionar que a alguien le preocupe si estoy bien. Reaccioné fatal y quería disculparme por cómo te traté. Te mereces algo mejor.

—De verdad que no pasa nada. ¿Estás bien? —No —contestó—. Pero es normal. Ojalá entendiera que no estar bien no era, para nada, lo normal.

—Puedes hablar conmigo. Ya sé que va contra las reglas, pero puedes hacerlo. Es seguro.  Trage saliva y le tembló el cuerpo. Abrió la boca para hablar, pero se le llenaron los ojos de lágrimas antes de decir nada. Hizo lo posible por contener el llanto aunque, por cómo temblaba, supe que estabaa punto de perder la batalla. Me levanté y me acerqué a él.—¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? Se aclaró la garganta y le tembló el labio inferior.

—Tucker ya no está. —¿Qué? —Jadeé y le puse la mano en el brazo—. ¿Cómo que no está?¿Qué ha pasado? —Murió hace cinco días. Me desperté y no podía ni andar. Lo llevé al veterinario y me dijo que le estaban fallando los órganos, que lo más probable era que no sobreviviera a la semana y debía decidir si quería sacrificarlo.

—Dios, Peeta. —Me acerqué para abrazarlo y se tensó—. Lo siento mucho.

—No pasa nada.
—Sí pasa.

—Ya, pero... —Peeta, no es momento de que me lleves la contraria. —¿Y de qué es momento? —De que te apoyes en mí. Abrió la boca para replicar, pero se rindió y hundió los hombros. Asintió de forma casi imperceptible y, al segundo, lo abracé con fuerza. No lo solté hasta que noté que empezaba a relajarse. Cuando me pidió que lo hiciera, lo apreté con más fuerza porque sabia que me necesitaba. Al cabo de un rato, retrocedió un paso y se frotó los ojos con las palmas mientras sacudía la cabeza. —¿Harías algo por mí?—Lo que sea —prometí—. Para lo que necesites, estoy aquí.

***

Cruzamos el bosque de la propiedad de Peeta. Llevaba una caja en las manos y caminamos entre los árboles hasta llegar a un claro. Era un espacio abierto y la luz del atardecer brillaba por todos los rincones. En medio del campo, había un caballete con un lienzo. Había pinturas al rededor y una pequeña cruz hecha con pinceles.

—Ahí enterramos las cenizas de mi madre. Se supone que íbamos aconstruir su taller de arte aquí. Me pareció buena idea enterrar a Tucker a sulado.

—Es una idea maravillosa, Peeta. Dejó la caja en el suelo y sacó el elefante de peluche de Tucker y sus cuencos de agua y comida. Luego, una pequeña urna con las cenizas que dejo en el suelo. Se aclaró la garganta, se levantó y se estremeció. Le di lamano y se la apreté un poco.

—Me salvó la vida —me contó con expresión sombría—. Hace unos años, cuando sufrí la sobredosis, Tucker me encontró y guio a Alex al taller para que me ayudara. —Tragó saliva y se le quebró la voz—. Gracias a el sigo vivo. Se me partió el corazón al verlo sufrir. Le apreté más la mano, pero no dije nada. No había nada que añadir a una historia así, solo agradecer que Peeta siguiera sano y salvo.

—No sé cómo despedirme —añadió en voz baja y miró los cuencos vacíos.

—Pues no lo hagas. Solo di  «hasta que nos volvamos a ver».

Peeta cerró los ojos y respiró hondo antes de acercarse donde yacían los restos de Tucker y arrodillarse. Retrocedí un poco para dejarle el espacio y el tiempo que necesitara. Sin embargo, no me alejé demasiado para que supiera que seguía con él y que no estaba solo aunque le dejara espacio.

—Hola, colega. No sé cómo hacer esto. No sé cómo dejarte ir. —Sollozó y se limpió la nariz con la mano—. Eras el mejor, la personificación del amor incondicional. Cuando todos me abandonaron, tú seguiste a mi lado. Me quisiste incluso en los días que no lo merecía. Estuviste a mi lado en los buenos momentos y en los malos. Soportaste mi mal humor y me quisiste apesar de mis defectos.  —Se inclinó hacia delante y puso las manos en la hierba—. Estuviste conmigo cuando no tenía nada. Eres el mejor amigo que he tenido y, no te voy a mentir, esto duele.

»Duele más de lo que habría imaginado, pero no querrías que me desmoronase, así que no lo haré. No creo en el cielo, pero hoy creeré por ti. Espero que estés corriendo por un parque infinito lleno de huesos y juguetes. Te quiero, Tuck. Por y para siempre. Hasta que nos volvamos a ver.

Las palabras «por y para siempre» me llamaron la atención. Ni siquiera lo sabía, pero acababa de pronunciar el lema de mi familia. Sentí un escalofrío y se me puso la piel de gallina. Cuando se levantó, se limpió las lágrimas de las mejillas y me miró con los ojos más tristes que había visto. Sin mediar palabra, lo abracé. Apoyó la frente en la mía y suspiró despacio.

—¿katniss Mae?—¿Sí? Me besó con suavidad en los labios y cerró los ojos.

—Me alegro mucho de que existas.

Para siempre (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora