—Oye —dijo Katniss, en el porche, el martes por la tarde. Sonrió de oreja a oreja y me miró con picardía—. ¿Te apetece cometer una locura?
***
—¡Espera, espera! —Katniss se estremeció. Estábamos en el estudio de tatuajes de Alex, que estaba a punto de ponerle la aguja en la piel del omóplato izquierdo.
—Llevamos media hora esperando.
—Me reí—. Ahora o nunca. —¿Me darás la mano? Se la cogí.
—Por y para siempre. Me miró como si hubiera visto un fantasma, abrió la boca para decir algo, pero no lo hizo. Ladeó la cabeza para mirar a Alex y asintió.
—Estoy lista. Era mentira. En cuanto la aguja le tocó la piel, gritó como una posesa y casi saltó hasta el techo mientras me apretaba la mano con muchísima fuerza.
—Piensa en cosas bonitas, princesa. Respiró hondo y asintió.
—Huevos en tartas, cachorritos, vestidos, tacos.
—Pizzas, gofres, parques.
—Librerías, Navidad, Hallow... ¡hijo de fruta! —gritó y me estrujó más la mano. —¿Estás bien? —preguntó Alex—. ¿Seguro que quieres siete corazones con alas? Podemos hacer menos.—No. Puedo hacerlo. Es que...
—Respiró y me dio la otra mano—.Puedo hacerlo.—Vale, mientras tanto, vamos a comentar lo de que, en vez de decir un taco, has gritado «hijo de fruta» —comenté. Se rio.
—Llevo demasiado tiempo en casa de mi hermana. Empiezo a hablar como ella. —¿Estáis muy unidas?—Es una de las pocas cosas que restaura mi fe en la humanidad. Es una santa. Una persona buena de verdad.
—Me alegro de que esté ahí.
—Yo también. ¡Ay! —Saltó un poco.—Concéntrate en mí, princesa. Habla conmigo. Hazme preguntas, cualquier cosa que haga que no pienses en la aguja. —¿Te puedo hacer preguntas?—Pregunta lo que sea. Se mordió el labio inferior y me señaló la muñeca con la barbilla. —¿Qué significa «Momentos poderosos» ?Me estremecí un poco.—Vas lanzada, ¿eh? —No tienes que contármelo. Me he fijado en que a veces la estiras y la sueltas sobre la muñeca. Me removí en la silla. Alex me miró y asintió, como para decirme que no pasaba nada por abrirme un poco y enseñarle mis cicatrices a alguien.
—Me la dieron en rehabilitación. El médico me dijo que, cuando tuviera ganas de drogarme, estirase la pulsera para recordarme que la vida es real y que el dolor del golpe me hiciese sentir que el siguiente paso que diera seria real. Es la forma de mantener el control en momentos de oscuridad.
—Momentos poderosos —susurró y asintió, despacio—. Me gusta mucho.
—Sí. Casi siempre funciona.
—¿Alguna vez has estado a punto de caer? —Todos los días. —Sonreí—. Pero es una batalla que merece la pena.—Lo es. ¿Te puedo hacer otra pregunta? —¿Hará que dejes de pensar en el tatuaje? —Sí.
—Pues adelante.—¿Por qué empezaste a drogarte?Fruncí el ceño y me encogí de hombros.
—Porque estaba cansado del dolor y pensé que sería una salida fácil.—¿Lo fue? —Sí, hasta que se pasaba el subidón. Entonces, era todavía peor. Cuanto mas subes, mayor es la caída.
—Estoy muy orgullosa de lo lejos que has llegado. No me imagino por lo que has pasado, pero estás aquí y te mantienes fuerte. Es increíble. Aquello significó más para mí de lo que jamás imaginaría.
—Gracias.
Alex tocó una zona sensible de la espalda de Katniss y me apretó más la mano. La dejé.
—Vamos, tú puedes. Momentos poderosos, ¿vale? Asintió.
—Puedo con esto.
Así fue. Llevó un rato, pero tras unas cuantas lágrimas, el resultado final quedó perfecto. Cuando se levantó y se miró el hombro en el espejo, sonrió. —¿Te gusta? —Me encanta.
—Le puse la mano en la cintura y la besé en la mejilla—. Es perfecto.—Lo es, ¿verdad? —dijo y me miró—. Queda algo más por hacer.
—¿El qué? Se sacó una tarjeta.—Espero que te parezca bien, pero si odias la idea, no tienes que hacerlo. Vi que el veterinario te mandó una tarjeta con una impresión de las huellas de Tucker. Pensé que te gustaría tatuártelas para recordarlo. Me apreté el puente de la nariz y me aclaré la garganta.
—¿Siempre eres así?—¿Cómo?—Perfecta. Me tatué las huellas de Tucker en el hombro y, debajo, añadí las palabras «momentos poderosos». Katniss se tatuó las mismas palabras debajo de los corazones. No era consciente de lo mucho que me había ayudado aquella tarde. No sabia cuánto me había ayudado las últimas semanas.
—Vale, ¿ahora qué? —pregunté, y la besé en la frente mientras recogíamos. Sonrió de oreja a oreja y me contagió la sonrisa.
—Helado, pero primero tengo que ir al baño.
—Suena bien. Te espero en la entrada. Cuando se fue, Alex me sonrió y asintió con la cabeza.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Nada. Te sienta bien.
—¿El qué?—Ser feliz.
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Para siempre (Everlark)
RomanceKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...