El secreto que tenía con Peeta era solo nuestro. Los únicos momentos en que interactuábamos eran dentro de su cabaña. Cuando me tocaba, me transportaba a otro mundo. A veces me besaba con rabia e intensidad y,otras, lo hacía lento y suave. Me encantaba cómo me hacía sentir y cómo, por un instante, se preocupaba por mí. Exploraba mi cuerpo como si fuera lo único que deseaba en la vida y, después, me marchaba de su casa con nada más que el recuerdo de sus besos hasta la próxima vez que cayera en su cama. Nadie lo sabía, y eso lo hacía más divertido. Había creado un nuevo mundo que solo me pertenecía a mí. Nadie me regañaba por mis acciones y las elecciones que tomaba eran solo mías, sin preocuparme por qué opinaríanlos demás. Era lo que más me gustaba, aparte de la boca de Peeta cuando me exploraba, claro. Esa sí que era la parte que más me gustaba. Cuando nos cruzábamos por el pueblo, ni siquiera nos mirábamos, pero siempre era consciente de cuándo estaba ahí y sé que a él le ocurría lo mismo. Disfrutaba de nuestro secreto, uno que el mundo no podía estropear. Cada vez que me iba de su casa, una nueva parte de mí me dolía de una forma agradable. No sabía que unas manos pudiesen tocar un cuerpo así, de forma tan suave y salvaje a la vez. Me hizo sentir más segura que nunca mientras doblaba mi cuerpo en posturas que no sabía que eran posibles. Peeta Mellark me besaba como nunca lo habían hecho. Me besaba en rincones que mi marido nunca había explorado. Disfrutaba de cada segundo. Se comportaba como una bestia al desvestirme, pero de una forma considerada. Un monstruo amable.Tenía el control, pero, al mismo tiempo, me hacía sentir que era yo quien llevaba el mando. Con cada uno de mis gemidos, se esforzaba con mas ahínco. Cada vez que me corría, buscaba la forma de que volviera a hacerlo. Cada vez que me marchaba, lo hacía pensando en la próxima vez que el monstruo saliera a jugar.
***
—¿Te has torcido el tobillo? —me preguntó Josie a la mañana siguiente cuando entré en El Silencio cojeando un poco. En realidad, me dolían todos los músculos del cuerpo por haber pasado la noche anterior en casa de Peeta. Había tardado diez minutos en levantarme de la cama sin llorar. Le sonreí y me puso una taza de café delante.
—Ayer hice mucho ejercicio —dije.—Qué bien. Es bueno soltar algo de energía. No tenía ni idea. Se llevó la taza de té a los labios y dio un sorbo. Sonó la campana de la entrada y las dos nos volvimos cuando Peeta apareció. Siempre que entraba en la librería, no miraba a nadie, atravesaba las puertas de madera hasta su oscuro rincón. Aquella mañana, sin embargo, hizo algo diferente. Al llegar, me miró y me dedicó una media sonrisa. Le respondí. Después, apartó la mirada y se marchó al área de lectura. Fue muy rápido, una breve interacción. Durante unos pocos segundos, cruzamos las miradas y sonreímos, pero fue suficiente para que Josie arquease las cejas.—¿Qué acaba de pasar? —preguntó, confundida. —¿A qué te refieres? —¿Acaba...? —Se calló, dudosa—. ¿Peeta acaba de sonreírte? —Apenas ha sido una sonrisa —observé.
—Pero te ha mirado.
—No le des importancia —dije y me sonrojé—. Ha sido un vistazo rápido. Entrecerró los ojos.
—Entonces, ¿por qué te pones colorada? —No lo hago.
—Pareces la nariz de Ronald McDonald, estás rojísima —contestó y las mejillas se me calentaron todavía más.
—Basta, Josie. Abrió la boca.
—Ay, madre —chilló, se inclinó hacia delante y dio un golpe en el mostrador—. ¿Katniss Mae, qué tipo de ejercicio hiciste ayer?Tragué saliva y puse las manos sobre las suyas.
—No se lo cuentes a nadie, Josie. La expresión de Josie alcanzó un nivel de emoción que se salía de La gráfica. Lo celebró en silencio con un bailecito.
—Por dios, ¿Peeta Mellark y tú? ¿JPeeta y tú? Pero ¿cómo? ¿Cuándo?¿Cómo? —gritó en susurros.
—Lo sé, es una locura.
—Es genial —me corrigió—. Si alguien se merece echar un polvo con el chico malo del pueblo eres tú.—Levantó una ceja—. No es que sea asunto mio, pero ¿los rumores son cierto? ¿Sobre el tamaño de su... miembro? Me sonrojé más y me llevé las manos a las mejillas.
—¡Toma ya! —gritó y dio saltitos—. No me malinterpretes. Quiero a mi marido más que a nada, pero he visto a Peeta Mellark sin camiseta e imaginaba que un hombre tan bien formado en la parte superior tenía que estar igual de proporcionado en la inferior.
—Los rumores son más que ciertos —le susurré al oído—. Multiplicados por mil.
—Ya entiendo por qué cojeas —bromeó.
—Es raro. Ahora mismo mi vida es un desastre. Todo es difícil y confuso, excepto cuando estoy con Peeta. No es complicado. Se limita aser. Cuando vuelva a Atlanta después del verano, se habrá acabado.
—Un amor de verano.
—Un polvo de verano —corregí—. Lujuria y nada más.
—Aun así, me alegro de que hayas encontrado algo que te ayude a escapar de la locura. Todos nos merecemos un refugio, Katniss, un lugar donde ir a respirar cuando la vida se vuelve demasiado tóxica.
—Sí, pero me preocupa, la verdad. Si la gente se entera, será horrible para nosotros y para mi familia. A mi madre le daría algo.
—Muy fácil —dijo—. No dejéis que nadie se entere. Aunque no deberíais miraros así.—¿Cómo?—Como si guardaras un secreto entre las piernas.
—Es una tontería, pero es divertido. Casi como un juego. Da cierta sensación de peligro.
—Te mereces vivir al límite. Diviértete. Has pasado la vida siendo todo lo que los demás querían, te toca a ti vivir un poco. Ahora cuéntamelo todo,¿es bueno?Me mordí el labio inferior y me incliné sobre el mostrador.
—¿Has oído hablar de una postura llamada la araña? —Ah, sí. —Asintió—. Sospecho que te han atado hace poco. ¿Has probado el tango? —me preguntó. Arqueé una ceja. —No lo había oído nunca.
—Déjame el móvil. —Se lo pasé y escribió a toda velocidad—. Acabo de descargarte el Kamasutra; Harry y yo nos lo acabamos en un abrir y cerrar de ojos. Te encantará y no necesitarás ir al gimnasio. No tengo este culo de hacer sentadillas, te lo aseguro.—Todo esto es nuevo para mí. Lo único que hacía con Gale era el misionero.Josie hizo una mueca.
—¿Ni siquiera te ponías encima?—Decía que no le gustaba verme el cuerpo desde ese ángulo.
—Vale, ya lo entiendo —comentó y asintió—. Es gay. —¿Cómo?—Cariño, a ningún tío hetero le molestaría tener la figura de una mujer encima. Lo único que vería es un festival de tetas en su cara, se volvería loco. Así que, o es gay o un capullo integral. Sea como sea, estás mejor sin él. Sonreí.
Estaba muy feliz de haber vuelto a conectar con Josie. Me hacía mucha falta una dosis de humor.
—La próxima vez que veas a Peeta, probad la supernova —me dijo. Meneó los hombros y me dedicó una sonrisa pícara—. Es explosiva.

ESTÁS LEYENDO
Para siempre (Everlark)
RomanceKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...