Katniss

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En Chester, veías las mismas caras todos los días aunque no quisieras. No tarde en descubrir que Peeta no solo llevaba a Tucker al parque de vez encuando, sino que también lo paseaba en brazos a diario y se sentaba con él al sol durante horas. Parecía ser el lugar favorito del labrador, y Peeta lo complacía de buen grado. Odiaba tener el impulso de mirarlo, pero no podía contenerme. Me intrigaba descubrir, poco a poco, todo lo que teníamos en común, aunque, en un principio, nos había considerado polos opuestos. A lo mejor no éramos tan distintos; a fin de cuentas, los dos nos sentíamos perdidos y fuera de lugar. Por desgracia, no era la única persona a la que me encontraba durante los paseos por el pueblo.Veía a Autumn continuamente, pero me esforzaba al máximo por esquivarla. La primera vez fue en la cafetería. Otro día me la encontré en la heladería, pero me escabullí antes de que dijera alguna cosa. También nos cruzamos en el supermercado. Llevaba tacones y el pelo rubio recogido en una coleta. Cuando apareció,empujando el carrito por el pasillo de productos frescos, me detuve. Miraba los plátanos como si fueran alienígenas y los analizaba de uno en uno, como si nunca hubiera visto fruta. «Solo son plátanos, imbécil. Elige uno». En cuanto lo pensé, me sentí culpable. «Perdón por llamarte imbécil». Un momento. No. Me había robado a mi marido, así que tenía derecho a insultarla mentalmente sin sentir ningún tipo de remordimiento. Mientras elegía los plátanos, levantó la vista y me vio.

—Katniss —dijo como si hubiera visto un fantasma. Retrocedió, pero me mantuve inmóvil. Se le encharcaron los ojos y la rabia se apoderó de mí. Empezó a llorar desconsoladamente y las lágrimas salpicaron la fruta que estaba a punto De comprar. Odiaba verla así porque me recordaba a mi propio dolor. El dolor que ella me había causado. Avanzó hacia mí y me tensé. Empujé el carrito, dispuesta a ignorarla.

—Katniss, espera. ¿Podemos hablar? Las palabras se me clavaron como aguijones. Se acercó más. Me di la vuelta y salí corriendo. Corrí. Para dejarlo claro, nunca corro. Ni siquiera estaba segura de Saber hacerlo bien. A los veinte segundos, ya estaba sin aliento y sudaba en partes por las que no sabía que se podía sudar. Pero corrí porque oía el ruido de sus tacones al perseguirme. Autumn sí que corría. Lo hacía desde que éramos niñas y era una de las personas más rápidas que conocía. Mientras corría por las calles de Chester, sin aliento y a punto de desfallecer, la escuchaba llamarme con la voz totalmente calmada. Ella nisiquiera jadeaba y yo necesitaba un masaje cardíaco. Mis brazos se zarandeaban flácidos, como los tentáculos de un pulpo, y Autumn corría como si fuera la próxima campeona olímpica de los Estados Unidos. En cuanto pude, irrumpí en El Silencio. Josie se fijó en mi expresión de pánico, aunque no tenía tiempo de explicarle nada. Abrí las puertas dobles a toda prisa y entré en la zona silenciosa, donde me escondí entre las estanterías. Me dolía todo el cuerpo y me llevé las manos al pecho. El corazón me latía a toda velocidad, aunque no era nada nuevo. Cuando oí que la puerta se abría, gemí presa del pánico. Deseé ser invisible. Ojalá hubiera tenido la capa de invisibilidad de Harry Potter para evitar tener que enfrentarme a Autumn.

—¿Katniss? Sé que estás aquí —dijo, y la escuché caminar en mi dirección—. No puedes evitarme siempre. Algunas personas le chistaron, pero las ignoró. ¿Quién iba a pensar que una mujer que se acuesta con el marido de su mejor amiga no obedecería la norma de silencio de una librería? Giró la esquina y permanecí inmóvil, encajada entre Narnia y Hogwarts. Los libros me arrinconaban. Autumn se puso delante de mí y me impedía escapar.Había corrido hasta aquí con tacones y ni siquiera sudaba. Cómo la odiaba. Cómo odiaba su piel perfecta.

—Tenemos que hablar —me dijo mientras se limpiaba las lágrimas.¿Qué marca de rímel llevaba, que no se le había corrido después de llorar? —Aquí no se puede hablar y, aunque se pudiera, no quiero hablar contigo.

—Por favor, si las dos vamos a vivir en el pueblo, no podemos seguir así.

—Te sorprendería cuánto tiempo puedo aguantar así.

Para siempre (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora