Katniss

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—¿Es normal que esté tan nerviosa? No sé si es normal.

—Daba vueltas sin parar con el vestido puesto—. ¿No se me ve gorda? —le pregunté a Judy. Me volví hacia mamá—. ¿Crees que me hace gorda? —Estás espectacular —dijo alguien. Mike estaba en la puerta, apoyado en el marco.

—Perdona, no quería interrumpir, estaba haciendo la ronda. Sé que tenéis un horario apretado, pero me preguntaba si podría robarte un segundo. Quiero darte una cosa. Me alisé el vestido, hecha un manojo de nervios.

—Sí, por supuesto. Me tendió la mano y la acepté.

—Sé que la tradición es algo viejo, algo nuevo, algo prestado y algo azul—comentó mientras recorríamos el pasillo hasta unas puertas que daban a la calle—. Pero algo rosa tendrá que valer. Había un coche. No cualquier coche, mi coche. Mi querida Rosie con un lazo enorme encima.

—Mike —gemí—. ¿Cómo...?—Ha llevado su tiempo —comentó y se encogió de hombros—. Muchas piezas son nuevas, pero después de lo que te he hecho pasar, lo menos que podía hacer era arreglarte el coche. Me acerqué y acaricié el capó con los dedos.

—Es precioso. No sé cómo darte las gracias.

—No tienes que hacerlo. Salvaste a mi hijo y, al hacerlo, me salvaste amí. Eres la mujer más maravillosa del planeta y hemos tenido la suerte de encontrarte. Lo abracé con fuerza.

—Me alegro de que estés hoy aquí, Mike. Las palabras le afectaron cuando comprendió lo que significaban. Hubo muchos caminos que habrían impedido que asistiera a la boda de su hijo,pero aquí estaba. Habíamos superado la tormenta. Había salido el sol. —¿Te cuento un secreto? —preguntó. —¿Qué?Sonrió con la misma sonrisa que su hijo y sollozó al mirarme.

—Siempre he querido una hija. Volvimos a entrar al edificio y nos cruzamos con mi padre, que me buscaba.

—Katniss, aquí estás. Es hora de empezar. Miró a Mike y, por un segundo, hubo algo de tensión. Dos hombres que habían amado a la misma mujer se encontraban cara acara. El silencio fue algo incómodo, pero se produjo el milagro. En ese momento, me eligieron a mí antes que a sus diferencias. Mike le tendió la mano a mi padre.

—Felicidades.

—Lo mismo digo —respondió papá y le dio la mano. El corazón se me llenó de amor. Mi padre me agarró del brazo. —¿Lista, calabacita?—Más que nunca. Recorrimos el pasillo hasta el altar y sonreí al ver a Peeta, que me devolvió la sonrisa, esperándome allí. Lloró y lloré. Era todo lo que siempre había querido sin saberlo.

—Hola —susurró.
—Hola —respondí.

—Estás preciosa. —Sonrió y se limpió las lágrimas para darme las manos—. Eres preciosa. No nos soltamos durante toda la ceremonia y, cuando llegó el momento de los votos, me invadió la felicidad cuando Peeta pronunció los suyos.

—Se me cayó el primer diente a los seis años. No sé darme palmadas en la cabeza y rascarme la barriga a la vez. Odio los pepinillos, menos en una hamburguesa. Estaba feliz. «Peeta Paul y sus datos aleatorios».

Me apretó las manos al ponerse más serio.

—La primera vez que te vi, me pareciste preciosa. La primera vez que te abracé, no quería soltarte. La primera vez que me besaste, supe que metenías. Eres la definición de todo lo bueno que hay en este mundo. Me enseñaste lo que es el amor. Cómo se ve, cómo se siente y a qué sabe. Me enseñaste a ser la mejor versión de mí mismo. Que mis luchas no son defectos, solo una parte de lo que me hace quien soy. Así que, hoy, te cuento los datos aleatorios que nos esperan. Prometo estar a tu lado todos los días, incluso cuando sea difícil. Te ayudaré a respirar cuando me necesites. Seré tu mejor amigo, tu persona. Te querré de todas las formas posibles. Lo daré todo por ti porque eres mi mundo. Lo eres todo para mí y nunca dejaré de quererte. Eso es lo que te prometo, Katniss Mae. Te prometo ser tuyo. Respiré hondo.

—Y yo prometo ser tuya.

***

Aquella noche, nos sentamos en el césped delante del Taller de arte de Hannah. Todavía llevaba el vestido de novia y Peeta, el traje. Nos perdimos el atardecer, pero nos quedamos a ver las estrellas. Nuestras vidas estaban completas. A lo mejor no tendríamos hijos. A lo mejor no recorreríamos el mundo. Seguramente nunca seríamos ricos ni viviríamos en una casita a las afueras de una ciudad desconocida, pero nuestras vidas estarían completas porque nuestro amor era suficiente.

Daba igual lo que nos deparase el futuro, ya habíamos ganado al haber superado juntos la tormenta. Con él, estaba completa. Con él, había encontrado mi final feliz.

—Esto me encanta —dijo con timidez. Estaba sentada en su regazo con las piernas alrededor de su cintura—. ¿Cómo lo conservamos? ¿Cómo hacemos para que no desaparezca? —Nos elegimos —respondí y apoyé la frente en la suya—. El uno al otro, cada día. Nos apoyamos. Yo te elijo a ti hoy y tú me eliges mañana.

—¿Por y para siempre? —susurró y me rozó los labios en un beso suave que me provocó un escalofrío. Asentí, segura de que era verdad.

—Por y para siempre

Fin.

Para siempre (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora