—Tienes que elegir, Katniss —me regañó Peeta—. Sé que te cuesta, pero tienes que hacerlo. Tienes treinta segundos para decidirte.
—Pero... —Me mordí el labio en la cola de la heladería mientras repasaba el cartel—. No lo sé. ¿Tú que vas a pedir?—No pienso decírtelo porque pedirías lo mismo.
—¡No es cierto! Arqueó una ceja.Vale, era cierto. Aunque había descubierto cómo me gustaban los huevos, todavía me quedaban muchas cosas por descubrir sobre mis gustos sin la influencia de los demás.
—Vale, venga, puedo hacerlo.
—Respiré hondo y, cuando nos acercamos al mostrador, le dije a Peeta que pidiera primero, pero no le engañé. Miré a Mary Sue, la cajera y le sonreí.
—Hola, Mary, quiero uno de mantequilla de cacahuete, por favor.
—Pues claro, ¿tú quieres algo? —le preguntó a Peeta, y me di cuenta de cómo se le caía la baba al mirarlo. Mientras que los hombres hacían comentarios groseros sobre Peeta Mellark, muchas mujeres se morían por sus huesos en secreto.
—Tomaré lo mismo.—¿Cómo? ¿Vas a pedir lo mismo? —Es lo que pide siempre —dijo Mary y lo sonrió con coquetería. «Qué asco»—. ¿Lo cobro junto o separado? —Separado —me apresuré a decir.
—Junto —me corrigió Peeta y le dio la tarjeta de crédito.
—No tienes por qué hacerlo.
—Lo sé. —Me sonrió y recuperó su tarjeta—. Voy un momento al baño. Ahora vuelvo.
Me dispuse a buscar una mesa, pero Mary Sue me llamó.
—¡Katniss! ¡Oye! —Dime. Se mordió el labio y puso los brazos en jarra.
—No quiero ser cotilla, pero ¿Peeta y tú estáis en una cita? —¿Qué? No. Nosotros no... Qué va, no. No estamos juntos.
—¡Qué bien! A lo mejor me sobrepaso, pero, como sabrás, Peter y yo acabamos de cortar y Dios sabe que me ha roto el corazón. Así que esperaba que le hablaras un poco de mí. Creo que si paso una noche con el reparador, recuperaré a Peter.
Menudo pueblo más retorcido.
—No sé, Mary Sue. Creo que es algo que deberías hacer tú misma.
—¡Por favor, Katniss! Ya sabes lo tímida que soy. Soy incapaz de mirarlo a la cara y pedirle que salga conmigo.
—Vale. Veré qué puedo hacer.«Ni de coña voy a ayudarla».
—¡Gracias! ¡Eres un auténtico ángel! No sabes cuánto significa para mí.¿Te importa si no se lo contamos a nadie? No quiero que haya rumores sobre mi.
—Créeme, Mary Sue, tu secreto está a salvo conmigo. Me lo agradeció otra vez, me dio los dos helados y me senté en una mesa vacía.
Es posible que esa fuera la conversación más incómoda que había tenido a lo largo de mi estancia en Chester. Mary Sue me había pedido que la ayudara a ligar con el hombre con el que me acostaba. —¿A qué viene esa cara tan rara? —preguntó Peeta al acercarse.
—Mary Sue quiere acostarse contigo. —¿Quién narices es Mary Sue? Señalé a la cajera, que nos miraba con una brillante sonrisa. Saludó a Peeta nerviosa, se sonrojó y se dio la vuelta. —¿Por qué quiere acostarse conmigo?—Para arreglar su relación.
—Ah —dijo y se sentó. Empezó a comerse el helado—. No me interesa. Esas palabras me aliviaron más de lo que esperaba.—¿Por qué no? Es mona y yo volveré pronto a Atlanta. —¿Y?—Pues que eres libre de hacer lo que quieras cuando me vaya. Decirlo me provocó ganas de vomitar. Lo cierto era que últimamente había empezado a imaginar situaciones hipotéticas en las que Peeta y yo seguíamos con nuestra relación de una forma más seria. Pero no eran más que tonterías mías. Había un millón de razones por las que lo mío con Peeta no funcionaria, pero el corazón me decía que solo se necesitaba una para intentarlo. Hizo una mueca.
—¿Quieres que me acueste con Mary Sue? —¿Qué? No. Solo digo que hay muchas mujeres haciendo cola para cuando me vaya. Frunció el ceño.
—Ya no quiero seguir con eso. No quiero volver a enrollarme con mujeres al azar. Entrecerré los ojos. —¿Por qué no? ¿No es lo que hemos estado haciendo?Bajó la cuchara.
—Venga ya, princesa. —Me miró—. ¿De verdad crees que eso es lo único que hemos hecho? —Sé que ya vinimos ayer, pero tengo un antojo.
—Al levantar la vista, via Autumn entrar en la heladería mientras Gale le sujetaba la puerta. Encuanto me vieron, se pusieron pálidos, como si hubieran visto un fantasma.
—Katniss —farfulló Autumn con voz temblorosa. Le miré el vientre, que se le empezaba a abultar, y sentí náuseas. Gale se apresuró a quitarle la mano de la espalda, pues la iba masajeando al entrar. Alternó la mirada entre Peeta y yo y carraspeó, pero no dijo nada.
A Autumn se le llenaron los ojos de lágrimas, pero gruñí.—No hagas eso.—¿Que no haga qué? —Llorar.
—No, no iba a... —Empezó a llorar y seguía preciosa. Casi lloro yo.
—Voy un momento al baño —dijo y desapareció. Gale no se movió y se metió las manos en los bolsillos, incómodo. —¿Ahora sois colegas o algo así? —preguntó con la voz más rasgada que nunca.
—Gale, basta. Vete.
—No es más que una pregunta —añadió y se acercó. Ladeó la cabeza para mirarme.
—Te he llamado.
—Bloqueé tu número, ¿recuerdas?—Deberíamos hablar.—Deberías irte —dije con sequedad. Peeta me dio un apretón en la rodilla y sentí un gran alivio que me sorprendió. Lo necesitaba. Lo necesitaba allí.
—Ya, pero...
—Deberías hacer lo que te ha dicho —espetó Peeta.
—Deberías meterte en tus asuntos —respondió Gale. Miró el helado que tomaba—. ¿Desde cuándo te gusta el helado de mantequilla de cacahuete? Siempre lo pides de fresa.
—Estoy probando cosas nuevas.
—¿No me digas? —bufó y miró a Peeta de reojo—. ¿Eso haces?—Se acabó, nos vamos. Disfruta de tu cita con Autumn —dije y me levante.—No es una cita, solo es helado. Tenía un antojo.
—Me da igual.—¿Qué tienes en la espalda? —preguntó al fijarse en el plástico que me cubría los corazones—. ¿Te has hecho un tatuaje? A tu madre le va a dar algo.
—Gale, déjalo ya. No quiero hablar contigo, ¿queda claro? Vámonos, Peeta. Al empezar a andar, Gale me agarró por la muñeca y tiró de mí.
—Esta no eres tú, Katniss. Sea lo que sea lo que haya entre vosotros, esta no eres tú.
—No tienes ni idea de quién soy.
—Tal vez, pero tú no tienes ni idea de quién es él.
—Suéltame, Gale.
—No, no puedo dejar que te vayas con este tío —insistió e intenté liberarme sin éxito.
Peeta dio un paso al frente y fulminó a Gale con la mirada.
—Tienes cinco segundos para soltarla antes de que te arranque el brazo de cuajo. Por un instante, Gale dudó, sin saber si creerse o no la amenaza.
—Será mejor que lo escuches —le advertí—. Al último tío que se pasó de la raya le partió el móvil en dos. Gale me soltó y retrocedió un paso.
—Solo es cuestión de tiempo que te haga daño, Katniss. La gente como él siempre explota.
—Y la gente como tú siempre me decepciona.
—Te comportas como una tonta —rugió, pero no me molesté en contestar.
Estaba cansada de soportarlo.
Le di la mano a Peeta y nos fuimos. Tenía un nudo en el estómago y la cabeza me daba vueltas. Odiaba que Gale todavía me afectara y me hiciera sentir pequeña e ingenua.Esa era la gran diferencia entre los dos hombres de mi vida. Gale me anclaba al suelo. Peeta me dejaba volar.

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Para siempre (Everlark)
RomanceKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...