—Sheriff Camps, no merece estar encerrado —grité al entrar corriendo en la comisaría. En cuanto me enteré de la pelea y de que habían arrestado a Peeta, fui directa hasta allí. El sheriff, que estaba sentado en su mesa, llevaba todavía el traje y la corbata de la gala.
—Ya, bueno, yo no me merezco estar aquí enterrado en papeleo porque tus chicos no sepan comportarse en público.
—¡Pero no fue culpa suya! No ha hecho nada malo. Creo que...
—Pausa. ¿De quién estamos hablando? ¿A quién has venido a rescatar?—A Peeta —dije sin dudarlo—. He venido a por él.—Buena elección. Parece que Gale fue quien empezó la pelea, lo cual me sorprende. A mí no me sorprendía en absoluto.—¿Puedo ir a verlos contigo? Negó con la cabeza.
—No sé, Katniss. No suelo dejar pasar a la gente.
—Por favor, sheriff Camps, soy yo. La pequeña Katniss Mae. Solo quiero hablar con ellos. Lo juro. Suspiró.
—Supongo que no le hará daño a nadie. Vamos, pero no cuentes que te he dejado pasar, ¿vale? No quiero que piensen que me he vuelto blando. Acepté guardar el secreto y me acompañó a la parte de atrás. Se me acelero el corazón. Cuando vi a Peeta, ahogué un grito. Estaba hecho un desastre y tenía la cara amoratada. La corbata le colgaba del cuello y parecía agotado. «Por Dios, Gale. ¿En qué pensabas?».
—Hola —musitó.
—Hola —respondí.
—Has ganado un pase para salir de la cárcel, amigo. Dale las gracias a esta señorita. Si fuera por mí, habrías pasado la noche aquí —dijo el sheriff Camps mientras buscaba la llave para abrir la celda. En cuanto lo hizo, me lancé a abrazarlo. —¿Estás bien? —Estoy bien. Lo siento. —¿Lo sientes? ¿Por qué? No has hecho nada malo.
—Ya, aun así, lo siento. No debí dejarme provocar por Gale.
—Hablaba en voz baja, casi entre susurros. Era evidente que tenía mil cosas en la cabeza, solo esperaba que ninguna implicase alejarse de mí. «Quédate conmigo, Peeta.—Ahora te veo fuera, ¿vale? —dije y le froté el brazo. Asintió y se marcho. Me acerqué a la celda de Gale, que tenía la misma expresión de derrota que Peeta.
—Supongo que no has venido a sacarme de aquí —bromeó. Me costaba mirarlo. Me parecía un extraño.
—Sigues borracho.
—Un poco.
—Tú no te emborrachas, Gale.
—No serás la única que ha cambiado. —Se levantó y se aferró a los barrotes—. ¿Qué haces, Katniss? ¿Vas por la calle con un adicto? Vaya, menudo golpe bajo.
—Está limpio. Lleva años limpio.
—Por ahora. O sea, mira cómo me ha dejado la cara. Te dije que era peligroso.
—Tú le has dejado igual, Gale.
—Ya, pero... —Suspiró y apartó la mirada un momento—. Te quiero.
—Deja de decir eso.
—No, porque es verdad. Tenemos quince años de historia y no soporto quedarme a un lado mientras vas de la mano de ese gilipollas. Te quiero demasiado para hacerlo.
—No sabes cuánto recé para que me dijeras eso —susurré y negué con la cabeza—. Recé para que me quisieras otra vez, para que volvieras, pero no es lo que querías.
—Sí que lo es. Te lo digo ahora, quiero estar contigo. Sé que las cosas son complicadas, pero...
—Solo mostraste interés cuando alguien más lo hizo, Gale. Eso no es amor, son celos, y no pienso jugar a eso. No voy a jugar a nada. Quiero que me dejes ir.
—No voy a rendirme —advirtió—. No voy a rendirme con lo nuestro.
—Ya no hay nada nuestro. —¿Por ese desgraciado? —No. Por ti.
***
—No pasa nada —gruñó Peeta cuando le puse una toalla húmeda en el ojo—. No es la primera vez que me ponen un ojo morado por acostarme con la mujer de otro.
—No soy su mujer —dije con sequedad. Se estremeció cuando presione la toalla—. Ni él es mi hombre. Ladeó la cabeza.
—Si no eres suya, ¿de quién eres?—Mía —dije sin aliento y el corazón se me aceleró—. Antes que de nadie, siempre seré mía.
—Joder. No sabes lo bien que sienta escuchar eso. Sonreí y volví a centrarme en curarle el ojo.
—Lo estás haciendo —murmuró y puso la mano sobre la mía para que dejase de palparle la mejilla.
—¿El qué?—Encontrarte. Sonreí de oreja a oreja y aparté la toalla.
—Creo que sobrevivirás.
—Bueno es saberlo —masculló, bajó la mirada y jugueteó con los dedos. —¿Qué pasa? ¿Algo va mal?—¿Qué ves cuando lo miras? ¿Qué ves cuando miras a Gale? —preguntó con la voz teñida de inseguridad. Lo pensé un momento, me arrodillé y lo miré desde abajo.
—El pasado. Todo lo que fui y todo lo que no. —¿Y cuando me miras a mí? La chispa en su mirada reparó algunas partes en mi interior que ni siquiera sabía que estaban rotas. Me pasé la mano por el pelo y me encogí de hombros.
—Posibilidades.

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Para siempre (Everlark)
RomanceKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...