Cada día que pasaba era como un sueño mezclado con una pesadilla. Veía a Autumn y a Gale casi siempre que salía de casa y, cuando no lo hacía, pensaba en ellos. Mi cabeza se esforzaba mucho por acabar conmigo, Pero los libros y Peeta eran una gran distracción. Aun cuando el mundo era oscuro, las palabras de los libros seguían ahí. Así sabía que siempre habría luz, incluso en los peores días. A menudo me preguntaba si esa también era la razón por la que Peeta leía, para encontrar unos momentos de luz.
Cuando llegué a El Silencio, Peeta estaba en su esquina y, al levantar la vista, sonrió y le apareció el hoyuelo. Ojalá a partir de entonces siempre sonriera al verme. Le devolví la sonrisa y fui hasta mi rincón. Cuando llegué, había un libro en la mesa con una nota encima. La novela era El odio que das, de Angie Thomas y la nota decía: Creo que te gustará, princesa. Oscar
Pasé los dedos por la cubierta y me senté a leer durante lo que me parecieron horas. Las palabras me atraparon sin intención de soltarme y el corazón se me aceleró. Se sabe que un libro es bueno cuando no te das cuenta de que ha a nochesido y ya no queda luz. Me quedé hasta la hora de cierre y, cuando salí al rellano, me encontré con Betty, la madre de Josie. Se parecía mucho a su hija, tenía los mismos ojos amables. Me señaló al verme.
—Llevas ahí un buen rato, eso significa que era un buen libro.
—Mejor que bueno —respondí y lo abracé mientras los ojos se me llenaban de lágrimas—. Es una de esas historias que te dan ganas de gritar. Era la clase de libro que te atravesaba el pecho y que, aunque quisieras soltarlo para descansar un rato, al final seguías pasando las páginas para saber cómo continuaba la historia, en vez de preocuparte por algo tan banal como respirar. Peeta tenía razón: me encantó.
—Vi a Peeta dejártelo en la mesa —comentó mientras me cobraba—.¿Sois amigos? —No. Pero tampoco enemigos. Suspiró.
—Es un buen hombre. Era la primera persona a la que escuchaba decir algo así de Peeta.
—Está roto —siguió—, pero es bueno. No me sacaba de la cabeza la idea de que las cosas rotas podían ser buenas.
—Empiezo a verla. La bondad —le dije.
—Su madre estuvo en el mismo accidente de coche que mi marido la noche de la tormenta. ¿Lo sabías? —Dios, no, no tenía ni idea.
—Sí. Solo era un crío cuando la perdió. La adoraba y ella a él. Cuando murió, una parte de él se fue con ella. Es triste. Vi al niño tímido del pueblo convertirse en la oveja negra. La quería más que a nada y perder a alguien tan cercano es más que suficiente para oscurecer el corazón de una persona. Por eso, significa tanto para mí que venga a la librería. Aunque no hable conmigo ni me deje acercarme demasiado, es como si lo vigilase. Seguro que es lo que su madre hubiera querido. Es lo que querría para Josie si alguna vezme pasa algo. Alguien que cuidase de ella.
—Eres una buena persona, Betty. Sonrió.
—Y él también.—¿Te parece bien si le dejo un libro para mañana? —pregunté.
—Por supuesto, cielo. No lo moveré. Volví a entrar en la zona silenciosa y busqué un libro para Peeta.Repasé mentalmente los que había leído, los que habían hecho que se me acelerase el corazón y me pregunté cuál le causaría el mismo efecto. Acabé con los dedos sobre el lomo de Largo descenso, de Jason Reynolds. Aquella historia me tuvo en vela toda una noche. Lo cogí, le pegué una nota y escribí: Está escrito en verso y te hará sentir cada palabra. Princesa
Seguimos pasándonos notas y libros. Era agradable escapar de la realidad al mundo de las novelas. Además, Peeta tenía un gusto fantástico para los libros, lo que facilitaba que las historias me atrapasen. Siempre que encontraba una nota, sentía que estaba a punto de vivir una aventura. Aunque las únicas palabras que intercambiábamos estaban escritas en trozos de papel, aprendía mucho de aquel hombre solitario. Por fin veía de cerca a la oveja negra del pueblo y él a mí.
Este te hará daño. Deja que lo haga. Oscar.
Este te curará. Deja que lo haga. Princesa.
Esta heroína me recuerda a ti. Llora en todas las páginas.
Oscar.Este héroe es un capullo. ¿Sois parientes? Princesa.
El último libro que me dejaste era la hostia de triste. ¿La niña buena del pueblo tiene en realidad un alma oscura? Me ha encantado. Ahora lee este, es aún peor. Oscar.
GUAU Cinco estrellas. ¿Más así, por favor? Princesa Te vi hoy en la pastelería.Tenías la mirada triste. Con este libro te aseguro que te reirás. Oscar.
Había reparado en mí cuando yo ni siquiera lo había visto. Me hizo pensar en todas las veces que iba con Tucker en brazos o paseaba sin saber que lo miraba. ¿En cuántas ocasiones nos habríamos observado en secreto? Empecé a leer el libro que me había dejado. Tenía razón, me hizo reír como una tonta. Otros clientes me chistaron para que me callase porque me reía demasiado alto, pero no podía evitarlo. A veces, lo mejor para un corazón triste es un libro que te saque una carcajada.
Sabía que en los próximos capítulos me resultaría imposible no reírme, así que me marché a casa leer para no molestar a nadie. Mientras cruzaba la sala, pensé en los personajes de la novela y me seguí riendo en voz baja. Cuando pasé junto a Peeta, me miró. Le dediqué media sonrisa y abracé el libro contra el pecho.
—Gracias —articulé.
Me devolvió otra media sonrisa y asintió antes de bajar la mirada para seguir con su libro. Una media sonrisa de Peeta Mellark brillaba mucho más que una sonrisa de oreja a oreja de cualquier otra persona.
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Para siempre (Everlark)
RomanceKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...