Katniss

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Mike llevaba unos días fuera del hospital y, por suerte, no había sufrido daños cerebrales. Desde que había vuelto a casa, Peeta lo vigilaba de cerca. Le aterrorizaba que recayera, algo que no habría sido extraño. La cantidad de alcohol que Mike Mellark consumía de forma habitual era una locura. No me imaginaba lo preocupado que estaría Peeta. Cuando volví al pueblo el sábado, fui directa al taller para verlo, ya que me había dicho que estaría allí. Mientras esperaba, la puerta de atrás se abrió y Mike entró con una taza en la mano. Fue directo a la cafetera y se sirvió un café. Luego lo acompañó con una petaca de whisky que se sacó del bolsillo. —¿En serio? —pregunté, atónita. Después de todo lo que había pasado y de que Peeta casi lo perdiera, había vuelto a beber. Me partía el corazón y, si Peeta se enteraba, se volvería loco. —¿Qué cojones haces aquí? —Esperar a tu hijo. ¿Estás bebiendo de verdad? ¿Después de todo lo que ha pasado? —No te atrevas a juzgarme como si me conocieras.

—Cierto, no te conozco, pero conozco a tu hijo. Si lo supiera, lo destrozaría.

—No sabes nada de él. ¿Has pasado unas semanas a su lado y crees que por eso lo conoces? No tienes ni idea. Ese chaval está jodido.

—Me pregunto por qué. Hizo una mueca y se volvió para irse.

—Le has robado su vida —espeté. Se detuvo.

—Elige con cuidado lo próximo que vayas a decir.

—Es la verdad. ¿Sabes que ni siquiera le gusta trabajar en el taller? Quería estudiar Bellas Artes, como su madre. Quería ver el mundo.

—Está claro que no sabes nada de él. Le encantan los coches.

—No. Aprendió para echarte una mano. Quería cuidar de ti.

—Nadie le ha pedido ayuda.

—Sí. Sí se la pidieron. Levantó una ceja y gruñó.—¿De qué hablas?—Lo último que tu mujer le dijo fue que cuidase de su padre.—¿Cómo te atreves a venir a mi taller y hablar de mi difunta esposa? No sabes nada de ella.

—No, pero sé que mi padre la quería y que ella lo quería a él. Sé que cuando te dijo que estaba enamorada de otro, te rompió el corazón. Créeme, sé lo que es que te traicionen así.

—No dijo nada, así que seguí hablando—. Peeta sabe por lo que has pasado. Incluso en tus peores días, te quiere. También quería a su madre y por eso nunca te abandonará, porque fue lo último que ella le pidió, que cuidara de ti, y, al hacerlo, ha dejado de vivir su vida. El día que perdió a su madre, también perdió a su padre, y todas las mañanas se despierta con miedo a tener que enterrarte en cualquier momento. —¿Y qué? ¿Has venido a decirme el desastre que soy y cuánto le he arruinado la vida? —No, he venido a decirte que siempre puedes hacer lo correcto. Ahora tienes dos opciones: el whisky o Peeta.
Miró la taza que tenía en la mano y suspiró.

—Deberías irte.

—Muy bien, pero, por una vez, intenta ser el padre de tu hijo.

—Sabes que tiene razón, Mike —añadió alguien detrás de mí. Me di la vuelta y me encontré con mi madre—. Te has portado como un crío durante años. No te juzgo, porque yo he hecho lo mismo con mis niñas. Hace años nos traicionaron a los dos. A los dos nos hizo daño la persona que más nos importaba y lo pagamos con nuestros hijos. A pesar de toda la oscuridad que les hemos enseñado, albergan bondad.

—Se acercó a Mike, frunció el ceño y le puso una mano en el brazo—. ¿No estás cansado de estar enfadado? Le tembló el labio y dejó la taza en la mesa. —¿Quería estudiar Bellas Artes? —Así es.

—No ha hablado de arte desde que Hannah... —Se le quebró la voz y note un nudo en la garganta. Estaba devastado. Dolía mirarlo.
—¿Cuándo fue la última vez que hablasteis de verdad? Se marchó del taller con el rostro desfigurado de dolor. Quise seguirlo para decirle más cosas, pero mamá me puso una mano enel hombro.

—Déjalo, Katniss Mae.

—Quiero que lo entienda.

—Créeme, ha escuchado cada palabra que has dicho. —¿Por qué estás tan segura?—Porque en sus ojos he visto cómo me siento. Sentí pena al saber que mamá sufría tanto. ¿Llevaba sufriendo tanto como Mike? ¿Por qué nunca había observado con atención a mi propia madre? Tal vez porque a los hijos se nos olvidaba a menudo que los padres también son humanos. Asumíamos que lo tenían todo resuelto y nos creíamos las falsas sonrisas que nos dedicaban. —¿Qué haces aquí, por cierto? —Te buscaba. Me han dicho que estabas aquí.

—Acabo de llegar ¿Cómo se han enterado tan rápido?—Esto es Chester, cielo. Las noticias vuelan. Por eso quería ser laprimera en decírtelo. Tu padre y yo nos separamos. Ha sido decisión suya. Amí no me ha quedado otra opción que aceptar.

—Mamá... Negó con la cabeza y esbozó una sonrisa triste.

—No pasa nada, estoy bien. Pero te debo una disculpa. Por lo que pasó en verano, por todos estos años. Os he presionado demasiado a ti y a tu hermana para ser perfectas y leales a gente que no lo merecía.

—¿Así te sientes con papá? Cerró los ojos y respiró hondo.

—Lo quiero más que a nada y he hecho todo lo que he podido por él. He intentado ser perfecta para que me quisiera. Lo cierto es que nunca ha sentido lo mismo por mí y me rompe el corazón.

—Ay, mamá...

—Es lo que merezco por cómo te he tratado. Es mi castigo.

—Siento mucho que sufras así.

—Durante mucho tiempo he creído que no merecía que me quisieran. Rezaba todas las noches a Dios para pedirle que me arreglase, para que mi marido me amara, pero no lo hacía. Ahora, Samuel ya no quiere estar conmigo. Dice que me merezco algo mejor. ¿Qué quiere decir eso? ¿Mejor que qué? No sé quién soy sin ser su esposa. Siempre he sido la mujer del pastor. Ahora me deja y... —Suspiró y cerró los ojos—. No sé cómo estar sola.

—No estás sola, mamá. Me tienes a mí. No abrió los ojos y empezó a temblar.

—He sido muy dura contigo.
—Sí, pero creo que lo has sido más contigo misma. Cuando abrió los ojos, me vi reflejada en ellos.

—¿Cómo lo haces? —preguntó—. ¿Cómo has vuelto a empezar después de tantos años con otra persona? —Hay que respirar despacio. Cuando sientas que no puedes más o cuando duela demasiado, respira.

—Respirar. Eso puedo hacerlo.
—Claro que puedes.

—Es que ya no sé quién soy. Sin Samuel, ¿existo si quiera? —preguntó.¿No era extraño? Mi madre se hacía las mismas preguntas que yo me había hecho.

—Es muy posible que seas más real ahora que en toda tu vida. Te sorprenderá todo lo que aprenderás de ti misma. Si necesitas irte una temporada, puedes quedarte conmigo todo el tiempo que quieras. Me sobra una habitación. —¿Harías eso por mí? —preguntó y se le quebró la voz.

—Ay, mamá. —La abracé con fuerza—. Haría cualquier cosa por ti. Inhaló y exhaló.

—Respirar despacio —susurró.—Sí. Solo respira. 

Para siempre (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora