Peeta

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Katniss era todo lo contrario a lo que me habían enseñado a pensar de ella. Era amable, cariñosa y divertida; no tenía nada que ver con la mujer altiva, grosera y desconsiderada que esperaba que fuera. Era lo que más me costaba aceptar. Descubrir que no has hecho más que malgastar energía en despreciar a alguien que ni siquiera existe es toda una lección de humildad.

Katniss Mae Everdeen estaba aprendiendo a conocerse a sí misma mientras yo aprendía a dejar de juzgarla por quien había creído que era. Era rara, valiente y estaba rota, aunque completa. Nunca me había cruzado con alguien así. La verdad era que me gustaba. Eso también era extraño. No sabía qué significaba porque nunca entendía el caos de mis sentimientos. Los días siguientes, hice lo posible por dejar de pensar en ella. Si algo había aprendido sobre los sentimientos era que no tenían ningún sentido. Me mantuve ocupado en el taller. Cuando tenía la cabeza metida en el motor de un coche y la música sonaba a todo volumen en los auriculares, me olvidaba del mundo que me rodeaba. Conseguía dejar de pensar en sus ojos por un instante. Al oír la campanilla de la puerta principal, me quité los auriculares y levante la cabeza. Había un hombre con traje que llevaba las manos en los bolsillos. Tucker se le acercó, sin dejar de mover el rabo, para saludar al desconocido. El hombre lo apartó con la pierna y le dijo que se largara. Me tensé. Ya me caía mal.Me acerqué y arqueé una ceja.

—Está cerrado.

—El cartel dice que está abierto.

—Ya, pero has empujado a mi perro, así que está cerrado. Márchate y llevate tu coche de mierda a otra parte.

—No vengo por mi coche, vengo por Katniss. Soy su marido, Gale.

—Me da igual —contesté con sequedad. —¿Cómo?—Que me da igual quién seas. Has empujado a mi perro, así que vete a la mierda.

—Ese perro tiene los días contados. Es muy probable que le haya hecho un favor.—¿Tienes ganas de morir hoy o es que eres gilipollas? Vete. No se fue.

—Quiero que te alejes de Katniss.—Ya me cansa que la gente venga aquí a decirme qué hacer. Gale parecía justo el tipo de imbécil con el que Katniss se casaría. Su forma de andar mostraba que tenía dinero, y el traje que llevaba debía de costar más que todo mi armario junto. Si la princesa tenía que enamorarse, sería de aquel caballero de brillante armadura. No nos parecíamos en nada. Me preguntaba cómo había acabado conmigo.

—Escucha, estamos en proceso de arreglar lo nuestro.

—Te follaste a su mejor a amiga. Creo que no hay nada más que decir.Entrecerró los ojos.

—No te comportes como si supieras toda la historia, solo conoces algunos capítulos.

—No me importáis ni la historia ni tú.

—Te has metido en su cabeza. Su familia está preocupada y yo también. No parece ella misma.

—A lo mejor eso es bueno.

—No lo es —espetó. El comentario le había molestado—. No es ella misma. Nunca se enamoraría de alguien como tú. —¿Alguien como yo? —Ya sabes... —Se calló y se encogió de hombros—. No eres su tipo.

—Le gustan más los cabrones infieles.

—No te comportes como si nos conocieras a mí o a mi mujer. Hemos pasado por más de lo que imaginas. Así que hazme un favor y déjala en paz.

—No. Arqueó una ceja.
—¿Perdona? —Es adulta. Toma sus propias decisiones. Ahora márchate de mi taller antes de que no puedas hacerlo por tu propio pie.

Silbó.

—Menudo temperamento. Muy bien, ya me voy. Pero si eres inteligente,te alejarás de Katniss.

Para siempre (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora