—Hola, Peeta. Dos cosas. La primera, solo me queda una semana en el pueblo para terminar las últimas dos temporadas de Juego de tronos contigo, así que tendremos que ver dos capítulos al día. La segunda, tengo hambre, así que voy a pedir comida china para ver la serie esta noche —dije al entrar en el taller. Peeta tenía la cabeza metida en el capó de un coche. No respondió, así que, cuando me acerqué, le toqué el hombro, pero se tenso. Se me formó un nudo en el estómago.
—¿Va todo bien?—Sí —dijo sin mirarme. Era evidente que mentía. —Peeta, ¿qué pasa?—Estoy trabajando.
—Ya, pero también estás muy seco conmigo. Me miró y me sorprendió la frialdad con que lo hizo. Hacía mucho que no me miraba así y me confundió que lo hiciera. —¿Qué pasa? —susurré y las manos empezaron a sudarme—. ¿Qué teocurre?—Creo que lo mejor será que acabemos con esto ahora —dijo y siguió trabajando en el motor. —¿Cómo? —No le veo el sentido. No vamos a llegar a nada, será mejor dejarlo. —¿De qué hablas? ¿A qué viene esto?—Lo he pensado mejor y no quiero tener nada que ver contigo.
—Mientes. Lo que tenemos... Lo que somos... —Me tembló la voz; era incapaz de procesar aquello. Me miró a los ojos y sentí un escalofrío. Hizo una mueca.
—No somos nada, princesa. Lo que ha pasado este verano ha sido un error que no volveré a cometer, ¿queda claro? —¿Por qué te comportas así?—Porque soy así. Siempre lo he sido.
—No. Eres bueno. Eres amable, gentil y...
—Déjalo, Katniss. No tengo nada que decirte. Date la vuelta y vete, esta conversación ha terminado.
—¿Quién te ha comido la cabeza? —pregunté y le puse las manos en las mejillas con cariño. Y lo vi. Le tembló el labio inferior—. ¿Quién te ha convencido de esto? ¿Gale? ¿Mi madre? Me agarró por las muñecas y me las apartó.
—Márchate, princesa, y no mires atrás. Aquí no queda nada para ti. Se me llenaron los ojos de lágrimas y retrocedí. ¿Qué había cambiado? ¿Qué había pasado de repente? Pocos días atrás, veíamos el mundo lleno de posibilidades. ¿Cómo es que de pronto le ponía punto final a lo nuestro, cuando para mí apenas Íbamos por el prólogo? —Te conozco —insistí—. No eres así.
—No me conoces. Nunca lo has hecho, y yo a ti tampoco. Solo has sido una más y ya me he cansado de quitarte la ropa, así que adiós. Retrocedí y tropecé. Me sentí traicionada. Dolía. Dolía muchísimo.
—No lo dices en serio. No es cierto. Cuando no teníamos a nadie, nos tuvimos el uno al otro. No sé qué se te ha metido en la cabeza, pero, sea lo que sea, podemos arreglarlo juntos porque es lo que hacemos, Peeta. Nos ayudamos.
—Deja de fingir que somos algo que no somos. No soy tu amigo. No soy tu amante. No soy nada para ti y tú no eres nada para mí. Se dio la vuelta y volvió al trabajo. Me dejó allí, paralizada por la sorpresa. Me limpié las lágrimas y me dirigí hacia la salida. No tenía sentido seguir con aquella conversación. Estaba claro que no quería volver a saber nada demí. —¿Katniss?Me volví para mirarlo.
—No vuelvas.
Aquellas dos palabras fueron las que más daño me hicieron Por que le cerraban la puerta a todas las posibilidades.***
—Katniss, ¿qué haces aquí? —me preguntó Gale en el pasillo del hospital. Había esperado a que pasase para hablar con él—. ¿Qué pasa? ¿Estás bien?—¿Le has dicho algo? —pregunté y me crucé de brazos—. ¿Le has dicho algo a Peeta?—¿Qué?Me miró confundido y fruncí el ceño. No tenía ni idea de qué le hablaba.
—No lo he visto desde la pelea.
—Ni se te ocurra mentirme.—Es verdad, lo prometo. ¿Por qué...? —Arqueó una ceja y negó con la cabeza—. Te ha decepcionado.
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Para siempre (Everlark)
RomansaKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...