Peeta

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Katniss se marchó un momento a tomar el aire y esperé a que volviera. Me quede en aquella sala donde me sentía totalmente fuera de lugar. El traje me picaba. La gente era grosera y las raciones de comida, diminutas. Era un infierno.

—No es tu círculo habitual, ¿verdad? —comentó una mujer.

—Para nada. Me tendió la mano.

—Soy Judy, la hermana de Katniss. Pues claro, tenían los mismos ojos. Le di la mano.

—Encantado de conocerte. He oído hablar mucho de ti.

—Lo mismo digo. —Sonrió y cambió de postura, inquieta. Levanté una ceja. —¿Ahora es cuando me dices que me aleje de Katniss? —No. ¿Por qué? —Es lo que todo el mundo me dice.

—Ya veo. No he venido por eso. Solo quiero pedirte que seas bueno con ella, ¿de acuerdo?—¿A qué te refieres?—Tiene un corazón frágil. Ha pasado por más de lo que ella misma piensa y no creo que pueda soportar otro revés. Si vas a dejar que se enamorede ti, que no sea en vano, porque no creo que sea capaz de levantarse después de otra caída.

Era evidente que quería a su hermana. No había venido a gritarme que me alejara de Katniss, sino a pedirme que la tratara bien y cuidara de sucorazón.

—Eso puedo hacerlo.—¿Lo prometes?—Lo prometo. Sonrió y se frotó el brazo izquierdo con la mano.

—Te gusta.

—Sí.

—Y le gustas.

«Eso espero».

—Pásalo bien esta noche, Peeta. Ignóralos a todos menos a ella. Es la única que importa. Judy me dio las gracias y desapareció entre la gente. Había mucho de la personalidad de Katniss en su hermana. Era agradable ver que existían más personas buenas en el mundo aparte de ella. Quería comprobar si estaba bien, ya que llevaba un rato fuera, pero me esforcé por ser paciente. Necesitaba un respiro y la esperaría hasta que volviera.

—¿Te sientes orgulloso? Gale se acercó con la mirada algo perdida. Estaba borracho. Le había visto esa mirada a mi padre las veces suficientes como para reconocerla de inmediato.

—Gale, no discutamos esta noche.

—Aléjate de m-mi mujer —ordenó, arrastrando las palabras. —¿Tu mujer? Diría que usas ese término demasiado a la ligera.

—No te pases de listo —advirtió y se me acercó a trompicones. Gruñí. «No me apetece lidiar con esto».

Respiré hondo y contuve las ganas de plantarle cara. Aun que fuera un capullo, seguía siendo el ex de Katniss y no quería cometer ninguna estupidez que la molestase.

—Oye, colega, estás borracho y no piensas con claridad. Vete a beber un poco de agua.

—Vete a la mierda —siseó. No me lo iba a poner fácil—. ¿Te crees mejor por tirarte a mi mujer?—Otra vez esa palabra. La usas muy a la ligera.

—Ha sido mía durante quince años.

—Y la perdiste. Hizo una mueca y se pasó las manos por la cara. Se tambaleó, se me acerco más y me empujó el pecho.

—Voy a recuperarla.

—Voy a pedirte que no me toques —le advertí, cada vez más enfadado.

—Voy a pedirte que no toques a mi chica —contestó, lo que me enfureció más. Katniss no le pertenecía. Él la había abandonado y estaba claro que solo volvía porque se sentía amenazado.

—Bien, adelante. Toda tuya. Me volví y me marché hacia la puerta porque no quería montar una escena. No iba seguirle el juego, pues era justo lo que quería. Deseaba que perdiera los papeles y liberase al monstruo que estaba seguro que escondía dentro.

Quería demostrar que no era bueno para Katniss. Y delante de todo el pueblo. Así que me fui. Suspiré hondo y escuché cómo un Gale alcoholizado me seguía.

—Quiero que quede claro que, como te vea cerca de ella, ¡te arranco la cabeza! —rugió.

Me dio la risa. Gale no era un tipo corpulento y estaba seguro de que habría podido con él.

—Vale, colega, lo que tú digas. Ahora déjame en paz.

—Venga —me retó, corrió para alcanzarme y tiró de mí desde atrás—. Sieres tan valiente, pelea conmigo.

Me detuve.«No vale la pena».

Me volvió a empujar. Respiré hondo y estiré la pulsera. «No vale la pena».

Cuanto antes me dejara solo, antes estaría con Katniss, aunque cada vez estaba más claro que tenía la intención de provocar un enfrentamiento. Quería que liberase a la bestia, pero me negaba .—¿No vas a defenderte? —preguntó, molesto.

—No.—¿Por qué? ¿Por qué piensas que decepcionarías a Katniss? ¿Crees que sentiría asco si viera al monstruo que eres en realidad? Joder, ¿qué crees que pasaría? ¿Crees que te elegiría? —Me miró y, por un segundo, se me paró el corazón. Debió de darse cuenta, porque se rio—. Hostia, de verdad crees que te elegiría. Me quedé callado. Estiré la pulsera.

—No tienes nada que ofrecerle —escupió con odio—. Eres el ultimo mono y nunca te elegirá. Serás una aventura de verano, nada más. Está herida, pero no es tonta. No tienes nada y nunca serás nada. Con el tiempo, volverá a encontrar el camino sin ti y tú serás la mierda que eres.

—Tienes razón, Gale. Enhorabuena. Se acercó y me empujó con fuerza.

—Eres escoria y estaríamos mejor si hubieras muerto como la puta de tu madre.

Habló de mi madre y perdí la razón. Cuando volví en mí, rodábamos por el suelo del salón en un remolino de puñetazos. Lo estampé contra el suelo y me golpeó con fuerza en el ojo. Mientras me orientaba, se tiró sobre mí y me lanzó hacia atrás. Aterricé en una mesa en la que había una tarta de cinco pisos. Cayó al suelo y el glaseado se desparramó por todas partes. Seguimos enzarzados y se formó un corro de gente alrededor mientras algunos intentaban separarnos. No dejaba de lanzar golpes, así que yo tampoco, una y otra vez. Al final, nos separamos cuando el sheriff Camps llegó y nos obligó a hacerlo por la fuerza. Antes de procesar lo que había pasado, nos metió a los dos en una celda. «Genial». 

Así era justo como se suponía que iba a ser la noche.

 *** 

Peeta Diez años.

—¡Lárgate, friki! —me gritó Tim cuando volví a clase por primera vez después del funeral de mamá. Sus amigos y él me empujaron—. ¡Nadie te quiere aquí! Se reían de mí, pero no me importaba. Nada me importaba. Mamá ya no estaba y la vida no me importaba. Ya no sentía nada.

—¡Eres un perdedor! Nunca tendrás amigos, friki —dijo otro chico, que me puso la zancadilla cuando me iba. Caí de bruces al suelo y gruñí. Al intentar levantarme, uno de ellos me volvió a tirar. No dije nada. Entramos a clase y Tim no paró de darme patadas en la silla.

—Friki, friki. Lo ignoré. Intenté recordar lo que mamá me decía. «Soy extraordinario, soy extraordinario».

No quería hacerle caso a Tim porque ya no me importaba caerle bien. Ya no me importaba caerle bien a nadie. Solo quería que mi madre volviera.

—Ojalá desaparecieras y no volvieras nunca —siseó—. Como la tonta de tu madre muerta.

Entonces, sin pensarlo, exploté.

Para siempre (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora