La misa del domingo por la mañana era el momento más importante de la semana en Chester. Era un elemento fundamental en nuestras vidas y mi padre era el hombre que lo dirigía. Se le daba de maravilla. Ojalá aquella mañana le hubiera prestado más atención.
—Siéntate erguida, Katniss Mae —me regañó mamá entre susurros en el banco de la iglesia—. Una señorita no se encorva. Enderecé la espalda y cuadré los hombros mientras escuchaba a papá dar el sermón. Algunas personas que estaban sentadas detrás murmuraron y capte el nombre de Gale.
—Sí, ayer vino directo desde casa de Autumn. Me pregunto si lo sabe —decían, y se me revolvió el estómago.
—Es triste ver cómo su matrimonio se desmorona. Creí que lo conseguirían.
—Son las generaciones de hoy en día. Ya no se esfuerzan en sus matrimonios. He oído que él no fue el primero en descarriarse de la relación.
—Siempre son las que parecen buenas, ¿a que sí?Quise darme la vuelta y contestar a esa panda de cotillas, pero mamá me puso una mano en la rodilla y negó con la cabeza de manera casi imperceptible.
—Erguida, Katniss Mae —repitió. Me estiré todo lo que pude.
—He oído que Gale quería formar una familia, pero Katniss no quería quedarse embarazada. No quería estropear su figura. Cualquiera lo diría.
—También me he dado cuenta de que ha engordado. Es una pena. La cabeza me daba vueltas mientras no me quedaba otra que permanecer sentada escuchando cómo me ponían en ridículo. No se me permitía defenderme porque era Katniss Mae Everdeen, la niña buena de Chester. Lo que más me dolía era que las personas que cotilleaban sobre mí eran las mismas que me abrazaban en el mercado. Me sonreían a la cara para después hablar de mí a mis espaldas. «Te van a desangrar hasta que no quede nada y luego se preguntarán quéte ha pasado».
Hice lo posible por contener las lágrimas, porque las princesas perfectas tampoco lloran.
—¿Podéis parar? —espetó una voz en medio del silencio. Papá dejó de hablar, sobresaltado por la interrupción. Me volví hacia Judy, que se había dado la vuelta para encarar al grupo de mal educadas que la miraban estupefactas.—¿Qué tal si escucháis el sermón y dejáis de cotillear sobre cosas de las que no tenéis ni idea? —Se volvió otra vez hacia delante y toda la sala se quedo en silencio. Asintió a nuestro padre y se aclaró la garganta, para volver a sentarse erguida como una auténtica dama—. Perdona, papá. Puedesseguir. Y él hizo exactamente eso, sin inmutarse por la interrupción. Después del sermón, pillé a mamá regañando a Judy en una esquina de la iglesia. Me acerqué lo bastante para escuchar.
—¡Cómo te atreves a avergonzarnos así, Judith Rae!
—Lo siento, no soportaba escucharlas hablar de Katniss así, me sorprende que tú sí. ¡No tienen ni idea de todo lo que está sufriendo! —Allá ellas con sus conciencias, pero no te corresponde a ti educarlas. Sus chismorreos son cosa suya y de Jesús.—Ya, bueno, decidí unirme a la conversación, por si acaso Jesús no estaba prestando la suficiente atención —espetó Judy. Le replicó a mamá.¿Quién era esta nueva hermana y cómo podía dejarle claro cuantísimo la quería? —Te comportas como una cría, Judith. Basta.
—Tú te portas como si esa gente fuera tu familia. Te preocupa tanto lo que piensen de ti que te da igual lo que les pase a tus hijas. ¿Dónde queda el por y para siempre, mamá? ¿Has dejado de creer en ello? —preguntó, antes de marcharse con un bufido. Me quedé de piedra. Anonadada. Ni Judy ni yo le habíamos hablado así a mama jamás. Siempre esperábamos a que se marchase enfurruñada sin decir nada, así era como tenía que ser. Nunca le replicábamos y ella siempre tenía la última palabra. Hasta esa tarde. Me sentía como si hubiera entrado en un universo paralelo y no sabía como funcionaba. Mamá me miró y se me acercó. —¿Estás contenta, Katniss? ¿Te alegra que tu hermana se comporte como tú? —No —susurré y negué con la cabeza—. Claro que no. No planeé nada de esto, mamá. Frunció el ceño y negó.
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Para siempre (Everlark)
RomansaKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...