—Hola, Katniss. Soy Alex, del taller. Te llamo para ver si puedes pasarte hoy para hablar del coche. Gracias, ¡nos vemos pronto!
Habían pasado unos días desde que llegué a Chester. Apenas había salido de casa de Judy desde entonces y, cuando lo hacía, era para ir a El Silencio. Eran los dos mejores sitios en los que estar para evitar encontrarme con nadie. Me había empeñado en evitar a Autumn y a Gale como a la peste. Sin embargo, ahora que Alex había llamado, no me quedaba otra que abandonar mis refugios e ir al taller. Después de ponerme los zapatos, salí a la calle y la brisa veraniega me acarició la cara. No había nada comparable a los cálidos veranos de Georgia y a los árboles que se teñían de los verdes mas brillantes. Chester tenía el tamaño perfecto: se podía andar a todas partes. Aunque el taller de Mike quedaba un poco más lejos, pues estaba justo a las afuerasde la ciudad. Los Mellark eran dueños de varias hectáreas de terreno, no tantas como mi familia, pero sí más que la mayoría de los habitantes del pueblo. En la parte derecha de la propiedad había una preciosa casa de dos pisos y en elcentro estaba el taller de coches. Frente al negocio había algunos vehículos averiados y oxidados colocados sobre ruedas de repuesto que servían como decoración. Era cuco. Había un cartel de madera donde se leía «Taller de Mike» apoyado en la pared del edificio. Justo al lado del taller, había una casita de madera frente aunos arbustos. No era nada especial, pero era bonita y daba una se natación hogareña. Cuando soñaba con tener una familia, siempre nos imaginaba de vacaciones en una cabaña como aquella. La puerta del taller chirrió e hizo sonar la campana que había sobre ella al abrirla. Eché un vistazo, pero no había nadie. Caminé hasta el mostrador y le di al timbre a ver si aparecía alguien. No vino nadie, así que di una vuelta por el taller. Como salido de la nada, un enorme labrador negro apareció. Se movía muy despacio, aunque sin dejar de mover el rabo. Cuando llegó hasta mí, se sentó y siguió con el meneo.
—Debes de ser el chico del que me habló Josie —comenté y me agachépara acariciarlo. Meneaba el rabo mientras respiraba acelerado, como si el corto paseo lo hubiera agotado. Le miré el collar. «Tucker».
—Eres adorable, Tucker —le dije antes de que se levantara y, despacio,se marchara a su cama. Qué monada. —¿Hola? —grité, pero nadie respondió—. Pues vaya. Esperé un poco más en el vestíbulo hasta que oí un fuerte golpe. Fui a la parte de atrás y encontré una puerta abierta que daba al patio trasero. Los golpes se oían cada vez más alto, así que la crucé. Entre algunos árboles, había un coche que parecía haber sido víctima de un tornado varias veces. A su lado, con un mazo en la mano, Peeta lo aporreaba.
Iba sin camiseta y toda su piel estaba cubierta de sudor mientras golpeaba el coche una y otra vez. Tenía los músculos en tensión y me resultó imposible no mirar. Peeta sería el capullo del pueblo, pero tenía un cuerpo de infarto. No se encuentran hombres tan atractivos todos los días, una pena que la personalidad no fuera acorde a la apariencia.—¡Eh! —llamé, pero no me miró. Siguió golpeando con agresividad. Llevaba tapones en los oídos, algo que no facilitaba que me oyera. Me acerque más—. ¡Eh! —grité y di un manotazo al coche. Se sobresaltó al verme, dejó caer el mazo y maldijo.
—¡Me cago en la puta! —gritó y se cogió el pie izquierdo con la mano, pues tuvo la mala suerte de que el mazo le cayera encima—. Mierda, eso duele.
—¡Dios mío, lo siento muchísimo! —exclamé y me llevé la mano a la boca—. ¿Estás bien? —Se me acaba de caer un puto mazo en el pie. ¿Tú que crees? —espetó.
En otra ocasión, le habría llamado la atención por las malas formas, pero era cierto lo que decía, así que vi el enfado justificado. Masculló algo y me fulminó con la mirada. —¿Qué quieres? —Alex me llamó para que me pasara a ver el coche, pero no había nadie delante. Entonces te oí.
—Señalé con la mano el coche destrozado—. Con lo que sea que estés haciendo. Masculló otra vez, bajó el pie al suelo y se marchó al taller. Me quede allí sin estar segura de si debía seguirlo.
Me miró por encima del hombro y resopló. —¿Vienes o qué? —Ah, vale —contesté y me apresuré a ir detrás de él.
Una vez dentro, nos acercamos a mi coche.
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Para siempre (Everlark)
RomanceKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...