Katniss

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No había salido del hospital desde que supe que habían ingresado a Mike, pero fui a buscar comida y café para Peeta porque sabía que él no iba a moverse de allí. De camino a la habitación, sentí un escalofrío en la espalda.

—Katniss, ¿qué haces aquí? Me volví y me encontré con Gale.
—¿Cómo que qué hago aquí? El padre de Peeta está ingresado y he venido para estar con él. —¿Te ha llamado? —No, pero me sorprende que tú no lo hicieras. Sé que tenemos problemas, Gale, pero no contarme lo que le había pasado a Mike... Debiste hacerlo.

—No podía. Confidencialidad entre médico y paciente.

—A la mierda la confidencialidad, Gale. ¡Deberías habérmelo dicho!

—No, no debería y, la verdad, no sé cómo te has enterado.

—Yo le avisé —intervino Autumn, que se acercó a nosotros.—¿Qué? —le gritó—. ¿Por qué lo hiciste? —Me pareció que... Pasé por la habitación de Mike y vi a Peeta solo. Su tío estaba trabajando y llevaba todo el día ahí. Pensé que le vendría bien tener compañía.

—No tenías ningún derecho —rugió Gale y se puso rojo—. Has cruzadola línea.

—Me alegro de que lo hiciera —dije. No miré a Autumn, y es que todavía me dolía verla.

—No era cosa tuya y, Katniss, no necesitas a alguien como Peeta en tu vida.

—No es tu decisión.

—Es peligroso, violento.

—No empecemos otra vez, Gale.

—Tenía la sensación de que cada vezque nos veíamos dábamos vueltas en la misma rueda que no llevaba a ninguna parte—. Tú empezaste la pelea.

—¡Él dio el primer puñetazo! —¡Le pusiste un ojo morado! —¡Se lo merecía!—Eso no lo decides tú. Fuiste a por él en busca de pelea. No hizo nada malo.

—Es una carga para ti. Ni siquiera deberías ser su amiga.

—No tienes derecho a decidirlo por mí.

—Tiene razón, Gale —intervino Autumn. —¡Métete en tus asuntos! ¡Intento mantener una conversación con mi mujer, hostia! —rugió y, en cuanto pronunció las palabras, supe cuánto le dolieron a Autumn.«Su mujer». Cuando la miró, se dio cuenta del daño que le había hecho. Luego llegaron la vergüenza, el arrepentimiento y la culpa.

—Lo siento. Por supuesto, habla con tu mujer —dijo y se marchó. Gale suspiró y se pellizcó el puente de la nariz.

—Mierda, no quería decir eso. —Se calló, pero Autumn no se dio la vuelta—. ¡Joder! —Me miró—. No sé qué hacer. Suspiré hondo y negué con la cabeza.

—Tienes dos opciones: quedarte o ir tras ella —le dije sin rodeos—.Pero, créeme, quedarte no te llevará a ninguna parte. Suspiró y asintió. Entonces, se volvió para seguirla.

—Ah, ¿Gale?Me miró con aquellos ojos que antes me volvían loca.

—¿Sí? —Ya no tienes mujer. Es hora de que me dejes ir. No dijo nada más porque sabía que era cierto. Hacía tiempo que sabía que lo nuestro estaba muerto y enterrado. No era ningún secreto que aquella historia había llegado al final y era de las que no tenían un final feliz.

Algunas historias simplemente terminaban.

***

Pasaron dos días y Mike seguía sin despertar. Estaba cada vez mas preocupada. Peeta se derrumbaba y no sabía cómo ayudarlo. No nos levantábamos del sillón de la habitación del hospital y, cuando cerraba los ojos y se apoyaba en mí, lo observaba respirar.

—Deberías ir a casa a ducharte —dije, pero negó con la cabeza.

—No quiero irme.

—Han pasado días, Peeta. En cuanto algo cambie, nos avisarán. Deberías ir a descansar, aunque sean unas horas. Asintió despacio y accedió. Caminamos en silencio. Iba encorvado y le di la mano para hacerle saber que no tenía que hacerlo solo. Cuando llegamos a su casa, abrí el grifo de la ducha y le saqué algo de ropa limpia. La dejé en el baño y fui a buscarlo al salón. Estaba mirando el cuadro de su madre con tristeza infinita en los ojos.

—La ducha está lista —anuncié.
—Gracias. Se aclaró la garganta y entró en el baño. Entonces asomó la cabeza.—¿Katniss? —¿Sí? —¿Vienes conmigo? «». Me metí con él en el baño y nos desnudamos el uno al otro muy despacio. Solo se oía el agua caer. Entré en la bañera y él me siguió. No dijimos nada, se limitó a frotarme jabón en la espalda, y yo le enjaboné el pelo con champú. Nos limpiamos la piel, el dolor y el miedo y, cuando nos aclaramos el jabón del cuerpo, nos quedamos bajo el agua caliente. Peeta apoyó la frente en la mía y cerró los ojos. Su respiración me acariciaba la piel.

—No puedo perderlo, Katniss —dijo en voz baja y las lágrimas se mezclaron con el agua de la ducha—. No puedo perderlo. Sentí su dolor y no supe qué hacer. No sabía cómo arreglarlo, no sabía como curar su corazón ni cómo ayudar a su padre, así que, por primera vez en mucho tiempo, hice lo único que se me ocurrió. Cerré los ojos, respiré hondo y recé.

«Querido Dios, soy yo, Katniss Mae...». 

Para siempre (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora