Había muy pocas personas en el pueblo que no iban a la iglesia los domingos y una de ellas era Josie Parker. Su madre, Betty, había abierto la librería El Silencio hacía unos años, después de que su marido, Frank, se quedase sordo en un accidente de coche. Este luchó contra la depresión durante mucho tiempo y lo único que lo mantuvo a flote fue la lectura. Durante meses, Betty se sentaba todas las noches con su marido y un libro en la mano y juntos leían en silencio, mientras pasaban las páginas con los dedos entrelazados.
En el pueblo siempre se los veía cogidos de la mano o con un libro. Vivían refugiados entre su amor y sus novelas y, cuando se les ocurrió la idea de abrir una librería donde la única norma era el silencio absoluto, Betty no lo dudó. Pasé gran parte de la adolescencia dentro de aquella tienda, sentada en la esquina del fondo y enamorándome de hombres y mujeres de lugares lejanos. Allí me di cuenta de que quería ser profesora de literatura. Quería enseñar a los niños la importancia de las palabras. Las palabras tienen el poder de transportar a una joven de pueblo a mundos inimaginables. Cuando cumplí dieciséis años, también tuve mi primer trabajo allí. A veces, aquel lugar me hacía sentir más en casa que la mía propia. Cuando entré en la tienda, sentí el olor de todas las historias escondidas en las estanterías. Historias desgarradoras, conmovedoras, de amor perdido y encontrado, para descubrirse a una misma, para sentirme menos sola en un mundo solitario. No existía mejor sensación que la de enamorarse de personas a las que nunca habías conocido y, aun así, parecían parte de la familia. La librería tenía una distribución única. Al entrar, estaba el vestíbulo,donde se podía hablar. Se habilitó una pequeña cafetería con mostradores y taburetes. En los mostradores había crucigramas que cambiaban a diario y, mientras te tomabas una bebida, rellenabas los puzles y charlabas con la camarera sobre los últimos cotilleos de Chester. A la izquierda, había varias puertas de madera tallada, obra de Frank, en las que había escritas a mano una serie de citas de obras clásicas. Sobre ellas había un letrero: «Detrás de estas puertas empieza la historia». Cuando entrabas, te rodeaban cientos de libros. Las estanterías llegaban hasta el techo y había escaleras por toda la sala para buscar esa novela que ni siquiera sabias que buscabas. Había mesas repartidas aquí y allá para que la gente leyera. La única norma era el silencio, como en la cueva de un oso en mitad del invierno. Solo se escuchaba a la gente caminar de puntillas por la sala mientras buscaban su siguiente lectura.Me encantaba la soledad que ofrecía El Silencio. Era un lugar seguro donde los únicos dramas permitidos eran los que se escondían en las páginas.
—Pero qué tenemos aquí, Katniss ha vuelto a casa —comentó Josie, con lengua de signos, cuando entré en la tienda. Siempre signaba cuando hablaba, como si fuera su lengua materna. Todos los que conocía me los había enseñado ella. Llevaba el pelo rubio recogido en un moño alto y todavía tenía aquel hoyuelo en la mejilla derecha que siempre aparecía cuando sonreía, y Josie Parker siempre sonreía. Fuimos juntas al instituto y era, sin duda, la payasa de la clase, ademásde una persona muy buena. Sus bromas nunca eran a expensas de otros. Se reía de sí misma antes que de los demás. Siempre me había fascinado la posibilidad con la que veía el mundo. Además, era una de las pocas personas del pueblo en las que confiaba. Cuando éramos niñas, Josie me traía CocaCola Light con unos chorritos de whisky y nos sentábamos en el parque a observar a la gente un poco achispadas.
Mamá me hubiera matado si hubiera sabido que bebía whisky en el instituto, pero con Josie a mi lado, nunca tuve que preocuparme por eso. Con ella, mis secretos estaban a salvo. Tal vez, por eso estaba aquí. Quizá tenía la esperanza de que arrojará algo de luz sobre la oscuridad de estos días.
—Ha pasado mucho tiempo —dijo antes de abrazarme.
—Lo sé. Echaba de menos este sitio, hasta el último rincón.
—También te ha echado de menos, aunque entendimos que te largaras de este pueblucho. Irte con Gale a perseguir sus sueños fue muy noble, aunque he de admitir que me alegré al enterarme de que trabajaba en el hospital. Significa que tú también vuelves, ¿no? —Sí, pero solo durante el verano. Todavía soy profesora en Atlanta. —¿Vais a probar la relación a distancia?
—Pues... Me tembló el labio inferior y se percató de ello.

ESTÁS LEYENDO
Para siempre (Everlark)
RomanceKatniss se siente perdida después de que su marido la haya abandonado. Entonces, regresa a su pueblo natal y allí conoce a Peeta, la oveja negra. Entre ellos surge la conexión más poderosa que han sentido hasta ahora. Son corazones heridos que inten...