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Los días siguientes el señor Walker estaba cabizbajo, pensativo y huraño y Samantha decaída y llorando a cada rato. Alaska no podía dejar de pensar que de alguna forma, le debía la vida a esta gente y les estaba dando más problemas que soluciones.
Cuando Christian fue a trabajar al huerto, Alaska salió de su habitación después de haberse autoconfinado dos días en ella.
- Señora Walker... ¿Se encuentra bien?
Sam la miró conmovida, se secó las lágrimas y se aclaró la voz:
- Claro pequeña... Estoy un poco sensible.
Alaska sabía que era mentira. La había oído llorar por las noches y por el día pero no supo que palabras ayudarían a su consuelo,así que sencillamente la abrazó. Samantha parecía derrumbarse en los brazos de Alaska que parecieron suficiente para calmarla, después de un rato suspirando en su hombro.
- Prepárate , nos vamos a dar un paseo, ¿vale? - dijo Sam dándole toquecitos en el brazo a Alaska, nerviosa.

El señor Walker se había quedado en el huerto, no sin antes, mirar varias veces con cautela y advertencia en sus ojos a su mujer que agarra la mano de Alaska mientras avanzaba por el jardín, bosque, montaña... Y en el río fue donde pararon, antes, por supuesto, de llegar dónde hace años estaba la casa de los Black.
- Samantha, ¿por qué tantas veces, situaciones y lugares me recuerdan momentos que antes no sabía que tenía?
- ¿¡Cómo es eso!? Serán sueños pequeña Alaska, la primera vez que vi tu cara supe que eras muy fantasiosa.
- Cuando estuve en ése lugar al que al parecer no puedo ir, creí recordar un rayo azul y de hecho...lo vi. En una ocasión.
- Alaska. ¿Fuiste más veces?
- Sí... Sentía que ahí había...algo mío.
Samantha no habló. No la miró. Se quedó sin moverse mirando hacía el río pero Alaska pensaba que en verdad no miraba nada, simplemente pensaba.
- Lo siento por todos los problemas que he causado señora Walker.
-Es imposible que algo te ate a ese lugar Alaska. Somos...tu única familia. Los demás están perdidos a saber donde.
- Pero ustedes dijeron que mi apellido era Black.
- Si. Y el segundo Walker. Soy hermana de tu madre. Que Dios la ampare, ve a saber qué fue de ella.
- ¿Murió en el incendió verdad?
- Por supuesto...pero nunca encontraron su cuerpo entero.
Alaska la miró, como preguntando qué encontraron entonces:
- Cenizas. Y algún...pedazo. Alaska hablar de esto es horrible.
- Quiero saber.
- Lo sé. Pero lo que sabes es lo que hay. Nosotros también quisimos saber. Nosotros también queríamos entender como era posible pero...nunca supimos como. Buscamos pruebas e información, intentamos encontrar más familia. Pero nos habían abandonado para mucho antes.
- ¿Cómo sobreviví? ¿Por qué...yo?
- Nadie sabe, Alaska- el tono de voz de Sam cambió, se volvió más distante y frío y acto seguido se levantó- Vámonos.

La señora se mantuvo alejada de Alaska hasta el lunes, su primer día de clase.
Christian llevaba su pipa como de costumbre y un bocadillo que dió a Alaska.
- Pórtate bien, aunque ya eres bastante mayor para que te diga esto...
- Pero no lo suficiente para la verdad...- murmuraba Alaska metiendo el boscadillo en su mochila.
- ¿Dijiste algo?
- No, no, planeaba horarios.
El señor gruñó y siguió fumando. Cada día se había vuelto más huraño después de ése suceso, aunque la mayoría de veces sólo era con Alaska.
- Sé tú misma Alaska y cuídate mucho - dijo Samantha rodeando con los brazos a una Alaska nerviosa y después de las palabras de la mujer, confusa.

No hacía tanto frío como los días anteriores pero la nieve seguía cubriendo entera la bota de Alaska. Tenía que caminar bastante para llegar al punto de encuentro y al llegar debía preguntar por Harold.
El camino fue bastante inusual, o quizá sería así siempre además se le hizo largo y pesado; había zonas tan nevadas y desiertas como otras llenas de vida y fauna. Harold resultó ser un hombre que era de altura mediana pero muy fuerte.
- Alaska Black, ¿cierto?
- La misma - dijo confiada al ver la sonrisa del hombre.
- Vámonos, ya estarán todos allí. Me he retrasado, lo siento.
Y no habló más con Alaska.
Llegaron a un edificio enorme, que por momentos le recordaba, de nuevo, al castillo que Alaska imaginaba cuando iba al lugar prohibido. Dentro todo estaba muy iluminado y lleno de chimeneas en varios puntos, por lo cuál, la calidez era notable. Pasaron por pasillos donde se veían las cocinas, las zonas de limpieza, algunos baños para empleados... En otros pasillos ni tan siquiera nos centramos y otros ni los pisamos. Había mesas enormes de madera y bancos a juego en lo que parecía un comedor que estaba en medio de puertas cerradas, un montón de escaleras, cuadros tamaño gigante...
Una chica con el pelo de colores gritaba señalando a las ventanas, dando saltos y pegando gritos.
Las ventanas no daban a la calle. Era como si estuvieran viendo una maravillosa puesta de sol, en la ventana colindante una preciosa playa, en la de arriba un cielo estrellado...
Alaska no entendía nada pero estaba fascinada. Creía que era una escuela normal, pero esto era una maravilla a tal punto que se preguntó si estaría soñando, si tal vez se habría pegado el golpe de su vida al subir las escaleras de la entrada y en verdad estaba en enfermería. O peor, en el hospital.
Pero no despertaba.
Y a esas alturas, todos estaban fascinados con las ventanas, todos sabían que debía ser una ilusión hecha a propósito pero sin embargo era hermoso y costaba dejar de mirar.
Les indicaron que se sentaran en las mesas del comedor y todos prestaron atención a un hombre que parecía jóven y a su vez tan débil como una persona que ha vivido mil años.
- Bienvenidos a todos. Mi nombre, para los nuevos, es demasiado complejo para muchos, así que todos me llaman Nicholas. Y así me vais a llamar de ahora en adelante. Ésta escuela es diferente, pero no todos son capaces de ver el porque. Aquí van a aprender mucho, si ustedes quieren, y todos nosotros de todos. Porque en eso consiste la vida, en entender.
Alaska no podía dejar de pensar que lo decía por ella. Que sabía su historia y que la miraba a ella. Cada palabra de aquel hombre se clavaban en su corazón y le hacían pensar y dar muchas más vueltas a su cabeza que nunca. No le estaba contando la verdad, no le estaba respondiendo a ninguna de las típicas preguntas que le hacia a los señores Walker pero sentía que Nicholas le estaba dando varias respuestas.
- Los profesores se presentarán mañana cuando oficialmente empiecen las clases. Ahora, podéis comer aquí o marchaos.
Varios se levantaron y muchos otros se quedaron ahí. Alaska no sabía muy bien qué hacer. No quería hacer ninguna de las dos. Quería acercarse al hombre y darle las gracias. Preguntarle, quizá.
Pero se quedó ahí quita hasta que unas manos la tocaron los hombres.
Automáticamente pensó: "Samantha vino a buscarme". Pero al darse la vuelta vio a una chica sonriendo, un poco más alta que ella, con un cabello color rubio/castaño y unos ojos marrones que miraban a Alaska con asombro.
- Hola. Soy Violet. ¿Y tú?
- Alaska Black.
Alaska no sabía porque se había presentado así, porque además lo había hecho tan alto que había varias cabezas que habían dejado de comer para mirarla.
- ¿¡Es ella!?
- Parece que si...
- Qué cara más dura.
- Si, es Alaska Black. ¡¿Qué pasa?!-Alaska, sorprendida, vio que Violet se había adelantado y miraba con furia a los curiosos, plantando cara y defendiendo a Alaska, que la miraba deconcertada y agradecida a su vez.

¿Por qué saben todos de mi? ¿Qué pasó con los Black? Alaska no dejaba de preguntarse cosas, de agobiarse. Se sentía observada y vigilada y cuando miraba alrededor lo comprobaba. Violet iba a su lado, pero debió entender su silencio porque no lo irrumpió.
- Violet...entonces- dijo Alaska después de un rato caminando juntas.
- Alaska...pues- y sonrió.
Se separaron y cada una tomó una ruta. A Alaska la quedaba otro tramo y un montón de tiempo hasta que llegara a casa de los señores Walker y ahora más que nunca, tenía preguntas sin respuesta y respuestas que ahora no la convencían.

- ¡Cuanto has tardado Alaska, estábamos preocupados! - dijo Sam dandola besos y a la vez pequeños golpes en el hombro.
El señor Walker entró cojeando más que nunca y sin su cachaba.
- Me he vuelto a caer en el foso, querida. He de arreglarlo cuanto antes. Voy a ir a la ciudad a comprar todo lo necesario. Ay, Alaska, estás aquí. ¿Qué tal tu primer día?
- Bien, ha sido...corto. Sólo nos han enseñado el lugar que, bueno, tiene su...encanto.
- Cuando yo iba no tenía encanto, tenía hasta magia, cariño- dijo la señora Walker sin mirarla y salió por la puerta.
-¿Has conocido a alguien ya?
- No- pero se acordó...- Sí, si. Violet. Una chica un poco mas alta que yo, bastante amable.
- ¿Violet...qué?
- Violet, a secas.
- ¿¡No sabes de qué familia viene!?
- ¿Acaso importa? Yo cuando he dicho que era Black había quiénes casi se me tiran al cuello.
La cara de la señora Walker quedó fría, pálida y descompuesta y miraban a Alaska unos ojos impenetrables, distantes y enfadados.
No parecía la misma que la había despedido esta mañana ni la misma que la había recibido con golpecitos y abrazos. Salió sin decir ni una palabra y se cerró en la cocina, sin volver a salir hasta que Christian llegó.

Aquella noche, la casa se llenó de murmullos y llantos de la señora Walker. Christian no abrió la boca.
Alaska lloró en silencio, culpandose de nuevo por dar tantos problemas.

AMNESIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora