- ¡Buenos días Alaska!
Abrió los ojos y vió a Violet, sonriente como siempre con sus grandes ojos mirándola.
- Hola Violet, pero...¿cómo?
La cara sonriente y adormilada de la señora Walker asomó por el marco de la puerta :
- ¡Ya está el desayuno! Alaska, cariño he pensado que te gustaría ver a tu amiga y pasar un día con ella. Mañana tenéis clase asi que por supuesto vuestro día terminará a las siete de la tarde.
- Gracias Samantha, gracias Christian.
Todos se sentaron en la mesa y vieron el esmero de la señora Walker, había zumo de naranja, de uva y de frambuesas, huevos y revuelto, salchichas, café, leche sola, fruta, todo tipo de mermeladas naturales, tostadas y bollos. Los ojos de Violet se iluminaron.
- Que maravilla. Estas comidas sólo las veo en la escuela.
- Aquí tampoco lo hacemos así muy a menudo - admitió Samantha con una sonrisa incómoda, sonrojada.
Comieron en silencio y cuando Violet y Alaska hubieron terminado, salieron.
- Vamos Alaska.
Y Violet se encaminaba ahí. Donde siempre. Al sitio prohibido.
- Hoy no vamos a ir allí Violet. Ya viste que era peligroso, vete a saber quiénes serían o qué. Y me buscaban a mi.
- Sé que es peligroso. Desde el primer día. Y eso Alaska creo que fueron vices. Lo oí a mi espalda y sin embargo no había nadie. No había nada.
- Pero las dos la escuchamos.
- ¿Por qué te fuiste?
- Casi me había olvidado. Violet, vi una luz. Azul. Primero era un azul celeste y después más oscuro. Y se paró al final del bosque que hay detrás de dónde estaba la casa. Mi casa. Iluminó un árbol enorme, robusto, parecía el más antiguo no sólo de ése bosque si no del pueblo.
- Ahora con más razón tenemos que ir.
- Con menos razón, Violet, querrás decir.
Pero Violet parecía convencida y emprendió camino. Alaska corrió tras ella gritando:
- Es peligroso Violet.
Pero ella no se daba la vuelta, no cesaba el paso.
- ¡Violet para! No podemos... No debemos.
Violet se dió la vuelta bruscamente y miró a Alaska con una expresión que para esta todavía era desconocida:
- Alaska. Escúchame. ¿Tú crees que ellos te van a decir algo? Si ahora estás dudando de si ciertas cosas son reales o no, tienes que entender que va a llegar el día que todo te parezca mentira y vas a necesitar estar en esta situación. Vas a querer ir ahí y quizá yo no esté Alaska. Hay cosas que hay que hacerlas cuánto antes. Por uno mismo.
- Vaya... Vámonos.
Alaska no dijo más. No supo qué. Le había quitado las palabras y el aliento. Le había cerrado la boca y también le había envuelto de una valentía que ella desconocía.
Río, montaña, lago... Alaska acabó sabiéndose el camino de memoria, como sus canciones favoriras.
El hueco de la casa seguía ahí y Alaska recordó verlo más intenso al salir del bosque, el cuál, ahora estaba frente a ellas.
- Es un pequeño bosque- dijo Violet.
- Eso parecía pero...por momentos no estuve tan segura. ¿Tú estás segura?
- Sabes que sé de el peligro desde el primer día que te conocí. Y me acerqué a ti y también sabía lo qué podía pasar la primera vez que te acompañé y lo hice. Si quisiera irme no me habría acercado a ti en un primer momento Alaska.
Abrazó a Violet sin pensarlo y se miraron decididas para después mirar lo que tenían delante.
Dieron un paso y sintieron que entraban en otro mundo. Alaska pudo fijarse más en el pequeño bosque ya que la otra vez, estaba como hechizada por el rayo de luz. Daba miedo. El suelo crujía a sus pies y las ramas se desprendían de los árboles, a veces, a punto de golpear a Alaska y Violet. El bosque parecía distinro conforme iban avanzando, parecía más descuidado y abandonado. Más ocuro y lúgubre. Y Violet se escogía.
Alaska iba tranquila, avanzaba muy atenta, observando cada parte, prestando atención a cada sonido por mínimo que fuera. A veces eran las ramas que caían y otras parecían pisadas. A veces parecía que prendas de ropa muy largas y pesadas rozaban la maleza y se deslizaban por la hierba. Y otras jurarían que eran animales.
Llegaron al final y no hizo falta que Alaska dijera cual era el árbol, porque era muy lógico cuál era.
- Es... Aquí.
- Si Violet, sí. Ahí acabó de alumbrar el rayo.
- El azul.
- Si. Y ahí también desapareció.
Se miraron, como preguntándose si acercarse al lugar o no pero ambas pensaban igual, a pesar de que tenían el corazón a mil y era por distintos motivos, se acercaron.
Alaska se dispuso a tocar el árbol cuando la mano de Violet la agarró a grito de "Ni se te ocurra".
Simplemente lo miraron. Y entonces se escuchó un ruido. Violet no lo distinguió sólo supo que no era el de la otra vez.
Sin embargo Alaska se quedó muy quita y con los ojos muy abiertos.
- Violet aparta.
Y ambas dieron varios pasos hacia atrás. Y el suelo se hundió y cayeron y cayeron. Era como si es suelo hubiese absorbido a ambas, que gritaban pero sus lamentos no se oían. Caían y caían si saber dónde y porque y seguían gritando a pesar de que sus voces fuesen mudas.
Y de repente cayeron pero fue todo negro, todo oscuro lo que pudieron ver.

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