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Las clases de las semanas siguientes fueron horribles. Trabajaron un montón y les mandaron muchísimos trabajos. Tuvieron los primeros exámenes y Violet y Alaska casi no pudieron verse, exceptuando porque iban y venían juntas de casa a clase.
Por fin llegaron las primeras vacaciones y Alaska lo agradeció como nunca. Necesitaba desconectar y estar bien de nuevo. Necesitaba volver a pasear con Violet y volver a estar relajada.
Pero los primeros días no se vieron. Decidió quedarse en casa, leyendo y durmiendo. Intentando encontrar respuesta a algunas preguntas que no le habían proporcionado todavía. Se sentía invisible en su propia vida, olvidando cada uno de sus recuerdos sin obtener el porque. Quería saber tanto y acababa entendiendo menos cuanto más preguntaba.
Una mañana Violet llamaba a su puerta y por fin, salió de su habitación, sin saber porque, antes de cerrar, tuvo la necesidad de volver y coger el colgante...

   - He estado preguntándome tanto, Violet, y solo he llegado a la conclusión  de que cuánto más pregunto menos comprendo como van las cosas.
   - Alaska, mi madre conocía a tus padres.
   - ¿Perdona?
   - Fueron juntos a la escuela. Al parecer tu madre era una persona...especial y fue por otro lado, con otros tipos de seres y...de mundos. Tus padres. Ya se cómo se llaman Alaska. Helena y John Black.
Alaska no podía hablar, no sin asimilar todo lo que estaba oyendo, que no era mucho, pero si lo suficiente para que el corazón se le acelerase y su mente volviese a funcionar.
    - Anoche había un colgante en mi almohada Violet.
Violet abrió los ojos, como siempre hacía cuando se sorprendía y la miró, esperando algo más:
   - No pasó nada. Le miré, pero no ocurrió nada.
   - ¿Le llevas contigo?
   - Sí.
Alaska lo sacó del bolsillo y se lo dió a Violet. Ésta lo miró detenidamente, buscando indicios de algo, pero lógicamente no encontró nada al igual que Alaska la noche anterior. Sin embargo, tenía la mirada fija y estaba como embrujada por el colgante hasta que parpadeó varias veces y dijo:
   - Creo que... Tengo una idea.
   - Dímela.
   - Vamos, ¡sígueme!
Corrieron por el valle y el camino empezó a parecerle familiar a Alaska, hasta tal punto que supo dónde iban a ir.
Y cuando llegaron no dijo nada. No se sorprendió, cosa que Violet sí.
   - Y ahora...
   - Siéntate ahí, donde siempre.
Alaska se aproximaba dejando la chaqueta con el colgante en el suelo.
   - Alaska, ¡el colgante!
   - Y ahora qué, Violet.
   - Míralo. ¿Sigue igual? ¿Ha cambiado de forma o algo?
   - Sigue igual Violet.
Y era cierto, pero no del todo. El colgante, quemaba en sus manos y empezó a hacerlo cuando se sentó en el punto exacto. Pero no dijo nada. Creía que sabía que tenía que hacer, y lo haría.
    - Aquí no pasa nada, vámonos.
Violet, derrotada, aceptó, pero ambas sabían que volverían y sobretodo Alaska, que iba a hacerlo muy pronto.

   - Hola muchacha, que tal van tus vacaciones. Hace mucho que no nos cuentas nada.
   - Están bien, ¿necesitas ayuda en el jardín? Me he fijado en que algunas flores necesitan cortar y cambiar de tierra.
   - Gracias Alaska. La verdad es que sí. ¿Vamos ahora? Samantha está acabando de hacer la cena.
Acabaron más pronto de lo que pensaban y el señor Walker le agradecía constantemente a Alaska el gesto.
Sam había preparado carne para cenar y había patatas asadas.
   - Sé que no es bueno cenar mucho, pero hoy es un día especial- los señores Walker se miraron con cariño, y Alaska lo entendió.
Cenaron tranquilos y felices, entre el fuego y el ruido de la radio. Terminaron de cenar y se sentaron en el sofá. La sala era cálida y apacible y ése día Alaska se sentía como en casa mientras leía a los señores Walker.
   - Eres mágica, mi niña.
Samantha se arrepintió de decir eso mucho antes de la mirada del señor Walker.
   - Leyendo.
   - Por supuesto Samantha, la he entendido - dijo Alaska, disimulando la situación y a Christian, le debió parecer cierto porque volvió a mirar a su mujer como en la cena, como el primer día que ellos hablaron con ella.
Alaska leyó hasta que ambos quedaron traspuestos y ella se levantó se fue a su dormitorio. Sabía que iba a hacer.
Y cuando. Y cuanto antes se fuese a dormir, antes podría hacerlo...

AMNESIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora