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Tras despedirse de Violet, Alaska volvía a encontrarse sola, de nuevo, en casa de los Walker. No sabía a donde ir, ni qué hacer. No sabía si comer, dormir o leer.
Después de preparar un poco de pasta y abrir un bote de tomate casero, que había hecho la señora Walker, se sentó a comer con la televisión de fondo, a la cuál no hacía ni caso. Comía sin ganas, revolviendo la comida en el plato con el tenedor pero llevándose poco a la boca.
Unos ruidos empezaron a escucharse en su habitación y Alaska, temiendose lo peor, se acercaba a la puerta sigilosamente.
Abrió rápido sin asomarse, hasta que escuchó que una vocecita la llamaba.
    - Alaska Black...
    - ¡Zuzu! ¿qué hacías?
    - Estaba buscando algo pero me he equivocado de habitación señorita Black.
    - ¿Cómo es eso?
    - He venido para buscar algo aquí. Debe estar en la habitación de los dueños de esta casa.
    - ¿Samantha y Christian Walker?
    - ¡Esos mismos señorita!
    - Pero Zuzu, esa habitación siempre que no están ellos está cerrada con llave y además tiene un gran candado. No se puede abrir.
La elfina-duende Zuzu, pareció disgustada y decepcionada y se sentó cabizbaja en la esquina de la cama.
    - Pero...¿qué es?
Zuzu, la miró, pareció querer hablar y de pronto, se estaba desvaneciendo.
    - Zuzu, por favor, ¡vuelve!
Pero de nada servía llamarla, ya no volvía. No daba señales. Alaska, resignada, se sentó en la misma esquina donde había estado Zuzu minutos antes y suspiró unas diez veces seguidas.

Los días pasaban más lento de lo común, los señores Walker, seguían sin aparecer  y llevaba dos días sin saber nada de Violet y tres, sin verla. Una parte de Alaska la decía que fuera a buscarla, que se acercase a su casa y hablase con ella sobre todo lo que había oído, pero otro día más pasaba y la noche empezaba a comenzar y Alaska estaba decidida a no ir cuando empezó a escuchar las voces, fuera de su casa, tal como Violet la había relatado cuando la ocurrió a ella. Y unas manos o una fuerza, la arrastró hasta su dormitorio, cerrando con un sonoro portazo.
    - ¡Alaska!
Zuzu jadeaba a su lado, con las manitas sobre las rodillas, abriendo y cerrando los ojos rápidamente.
     - Tú...¡te habías ido!
     - Estaba a punto de fallar mi promesa... Pero no puedo evitar venir para advertirte o... salvarte. Están fuera. Tienes que permanecer aquí porque aquí está la piedra protectora. Alaska Black no puede salir hoy.
Alaska soltó un bufido mientras se tumbaba, resignada, en la cama.
    - Pero Zuzu, tengo que ir donde Violet. Puede estar herida o desaparecida.
    - ¿Otra vez? No Alaska, está bien, en su casa. Estuvo Arwen hace un rato.
    - ¿Está bien?
    - Sólo está atareada, sus padres... No dejan de mandarla trabajos. Pero ahora, Alaska, déjame comprobar una cosa.
La elfina atravesó la puerta y volvió a los pocos segundos, con los ojos azules brillantes y muy abiertos.
    - Están en la casa, señorita. Pero claro, aquí no pueden entrar. Para ellos esta habitación no existe.
Entonces Alaska los escuchó. De nuevo la llamaban.
     - Alaska, sabemos que estás aquí.
     - Pero no donde.
     - Y en cuanto lo descubramos...
Un gran estallido inundó la casa entera,Alaska se encogió sintiendo moverse las paredes y vio como Zuzu se agazapaba a su lado, abrazándose a ella, mientras temblaba y cerraba con fuerza los grandes ojos. El estruendo duró unos minutos y cuando Alaska iba a gritar, cesaron.

AMNESIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora