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Ozloc quería acompañar a ambas a sus respetivas casas, pero Arwen y Zuzu fueron más rápidos ésta vez y salieron del árbol con ambas.
Al llegar a la puerta de la entrada del jardín de los señores Walker, Alaska vio que no había ningún tipo de luz ni de indicio de que allí hubiese alguien y acordándose de lo sola que se sentía alli últimamente, se volvió a Violet:
    - Violet... ¿No podrías quedarte conmigo esta noche? Seguramente los señores Walker no estén de nuevo y...
    - Sólo hay un problema... ¿Cómo aviso a mis padres?
    - Puedes llamar desde mi casa. Los señores Walker no notarán la llamada.
Se despidieron de Zuzu y Arwen y cuando entraban en la casa y se asomaban por la puerta antes de cerrarla, vieron que éstos, ya no estaban.
Tras dejar el abrigo en su habitación, fue a la cocina y empezó a preparar algo para que pudieran cenar.
    - Espero que esta vez el arroz me haya quedado bien, a los señores Walker nunca les gusta.
Alaska empezó a comer y Violet también y se lo acabaron ambas, en poco tiempo.
    - Alaska estaba delicioso, ni mi madre lo hace mejor...
    - Gracias Violet, me alegra mucho escuchar eso. Hay más, ¿quieres?
    - Si quiero, gracias.
Ambas repitieron y después Violet dijo que quería preparar el postre.
Hizo una tarta de frambuesas que estaba para chuparse los dedos y acabaron con ella en el resto de día, el cuál pasaron entre leyendo, viendo películas y series y comentandolas.
Alaska se sentía bien después de mucho, estaba tranquila y no cesaba de reír.
Violet también estaba radiante a pesar de que estuvo ahí, de que la encontraron.
Y Alaska quería saberlo todo, pero ése momento, en el que estaban tan bien, disfrutando de la calma después de la tormenta, no podía decirlo, así que decidió esperar el momento.

A la mañana siguiente, el sol entraba por las ventanas que, Alaska, había olvidado tapar la noche anterior con tanto alboroto y tantas risas.
Violet ya estaba despierta y había preparado huevos, beicon, zumos, leche y estaba con unas tostadas en mano.
   - Tenía que agradecerte todo.
   - Pero si te quedaste aquí por mi...
   - Pero estando contigo soy feliz.
Y sonriente, Violet continuó untando las tostadas de mermelada, aceite y mantequilla.
Desayunaron apaciblemente y Alaska creía estar igual de feliz que anoche.
Hablaron de los trozos de las películas que no las dio tiempo a comentar porque las venció el sueño, de lo que habrían esa mañana y de algunos momentos graciosos de la noche, que volvieron a recordar entre escandalosas risas.
Cuando estaban en el jardín, paseando por el, buscando desperfectos, Alaska vio claro el momento.
    - Violet...
    - Sé que me vas a preguntar que pasó.
    - No quiero incomodarte pero...
    - Estoy deseando contártelo, ven.
Ambas abandonaron el jardín y se dirigieron hacia el bosque más cercano. Ambas se sentaron en unas rocas y entonces Violet miró a Alaska y se aclaró la garganta:
    - Yo estaba en casa. No estaban mis padres porque habían ido con mi abuela, que se había caído por las escaleras de la iglesia, a la que va cada día. Entonces después de cenar, me dirigía a la habitación a dormir cuando empecé a escuchar que alguien llamaba a la puerta, pero por el cristal no se veía a nadie, no había nada, así que seguí por la escalera hasta mi dormitorio. Cuando cerré la puerta empecé a oír golpes en la puerta y después un golpe más gran aún. Parecía de pronto que mil pasos se juntaban en la entrada mientras otros subían las escaleras. Me escondí en el armario. Abrieron varias puertas de la casa pero solo entraron en la que yo me encontraba. Para ése entonces ya gritaban y vi luz. Abrieron el armario pero no había nadie Alaska. Me agarraron, no se quién, no se cómo y me llevaron. Algo me hizo cerrar los ojos y era como dormir siendo consciente de los sonidos de alrededor. Luego desperté con vosotros y con un sabor amargo y extraño en la boca.
    - Eso era una poción Violet, sin ella... No sé que habría pasado, cuando llegamos estabas tirando cosas y cuando logramos subir hasta donde te encontrabas te rodeaban un montón de serpientes que te mantenían fuertemente apresada al árbol.
    - ¡Alaska yo no tiré nada! Desde que me sentí obligada hasta que estaba con vosotros no abrí los ojos. No pude tirar nada, no pude hacer...nada si además estaba atada.
    - El caso es que así lo vimos. Tal vez fuese una ilusión pero pasó.
    - Y las serpientes...
    - Estaban vivas y soltaban veneno, seguramente con éso te durmieron.
    - Alaska pero ¿por qué a mi?
    - Porque me querían a mi.

AMNESIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora