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Cuando volvió a casa y cerró la puerta de entrada, la de su habitación se abría y salía una Violet recién levantada.
Alaska sentía que había pasado un día entero desde que había salido a hurtadillas de la casa de los Walker.
   - ¿Alaska?
   - Ven rápido.
Arrastró a Violet de donde ya salía, y cuando ambas se sentaron en la cama Alaska comenzó su relato, revelandole lo que había en el pergamino y enseñando también la varita.
Después de observar la varita y lo magnífica que se veía, fueron a desayunar. La leche estaba ya fría pero las tostadas estaban perfectas.
Cuando lavaban los platos la puerta se abrió ruidosamente y entraron Samantha y Christian.
   - ¡Pero chiquillas!
   - Lo siento señor, anoche estaba también sola y le pregunté a Violet si se podía quedar... Sé que debía preguntarles pero no estaban y nunca dejan...algo para comunicarme con ustedes... Lo siento.
    - Ya hablaremos, Alaska.
El señor Walker se fue cojeando y con su pipa humeando a su habitación, dejando una hilera de humo por el pasillo. Samantha no miró a Alaska, siguió a su marido apresuradamente, sin tan siquiera saludarlas.
    - Me voy Alaska... Gracias por todo.
Y Violet salió rápidamente de allí, dejando a Alaska a merced de un Christian cabreado y una Samantha indiferente.
    - Ven conmigo jovencita.
El señor Walker prácticamente arrastró a Alaska fuera de la casa, cruzando el jardín agarrándola del brazo, hacia el cobertizo.
    - Mira... Hoy vas a dormir aquí. Y te vas a quedar aquí toda la mañana, tarde y lógicamente noche. Sé que has ido al hueco Alaska, ¡y varias veces!
El señor Walker le pegó varios tortazos a Alaska , cada uno peor que el anterior y después , cuando Alaska estaba en el suelo, respirando con dificultad, el señor Walker la propinó varias patadas en la espalda hasta que Alaska sintió sus ojos cerrarse solos.

Cuando Alaska abrió los ojos, simplemente se dejó caer otra vez, y se quedó sollozando y temblando en el suelo del cobertizo quién sabe cuanto.
Nadie vino a verla, nadie la trajo ni tan siquiera un vaso de agua y entonces fue cuando agradeció haberse dejado una botella allí el día que lo ordenó. Simplemente se quedó ahí, existiendo. No pensó en nadie, ni tan siquiera en las palabras de Nicholas, Ozloc o el pergamino de sus difuntos padres.
A Alaska la dolía la cabeza, la espalda y la cara. Tenía sangre en la camiseta de manga larga y en algunas partes del pantalón y apenas se movía bien.

La luz entró al cobertizo y la sombra grande del señor Walker aparecía en la puerta.
   - Vamos.
Alaska salió, cojeando como lo hacía él y se metió en su habitación directamente al entrar en la casa. Aún así, Sam la vio.
   - ¿¡Alaska qué!?... Chris...
   - Cállate, cállate...que no te callas nunca. Siempre hablando. Siempre quejándote.
    - ¿Qué le ha pasado a Alaska?
    - La di un tortazo solo,¿vale? Lo demás debió hacérselo ella cuando la dejé ahí.
    - ¿Cómo va a hacerse eso una niña?
Sam lloraba, y entonces la casa se llenó de los mismos golpes que habían retumbado en el cobertizo muchas horas antes. Los gritos silenciosos de Samantha, los quejidos del señor Walker y las maderas crujiendo tras los golpes, hacían estremecer a Alaska en su habitación, que se puso en posición fetal, mientras se tapaba los oídos y también, como Sam, lloraba sin hacer ruido.
Cuando escuchó la puerta del baño cerrarse, Alaska entendió como Sam necesitaba estar sola tanto como ella lo había necesitado en su situación.
Sintió lástima por la señora Walker y por ella misma, que seguía dolorida y la costaba hasta el simple gesto de parpadear.

Escuchó el timbre varias veces esa tarde, pero nadie se dignó a abrir, y ella tenía demasiado miedo de encontrarse con el señor Walker como para salir.
Pasó varios días ahí, comiendo y bebiendo lo que Samantha Walker le llevaba a la puerta de la habitación a hurtadillas. Y entonces se sintió aún más agradecida con ella, y también volvió a sentir lástima, ya que, esos días que no salió de la habitación, lo que Christian tenía que "pagar" con Alaska... Lo pagó con la señora Walker.
El día que los golpes aumentaron y resonaron durante horas en su cabeza para después repetirse de nuevo en la vida real, Alaska salió a voz en grito, pidiendo que parase, que ya estaba bien.
    - ¡Vas a pagar tu señorita! Pero como eres tan cobarde de no salir durante días de tu dichosa habitación...
    - Usted es el verdadero cobarde, y además idiota, porque claro, como no salgo yo, ¿le pega a ella? ¡¿Porque si no no puede expresar usted bien su rabia?! Mire lo que le voy a decir...
El señor Walker agarró a Alaska del brazo, y ésta se soltó fuertemente, mirando con más odio que nunca al señor Walker que simplemente la insultaba y la juraba que lo pagaría.
    - He dicho que no acabado. ¡Si quieres pegarle a ella o a mi, antes pégate tu contra la pared!
    - Ya verás...
Sin miedo de que Sam estuviese mirando enfadada a su marido, y en duda con Alaska, Christian tiró al suelo a Alaska y ésta siguió gritando.
    - ¿Ah que la verdad tampoco nos gusta no? Es usted...
El señor Walker empezó a patear a Alaska, esta vez sin miramientos, dándole donde podía.
Alaska se retorcía en el suelo mientras le llamaba cobarde y el se enfadaba más y más. Alaska acabó peor que la noche del cobertizo pero se sentía orgullosa de haberle molestado al señor Walker y sobretodo, de que a Sam ya no le pegara ese día, puesto que, al acabar con Alaska, salió dando un portazo y no volvió hasta dos días después en los que no miró a ninguna de las dos.
Samantha y Alaska tampoco se hablaron pero su trato era diferente al de antes, hasta que llego Christian y tuvieron que disimular, sin saber Alaska porqué.

El señor Walker, cuando se decidió a volver a hablar, siguió con su prohibición de que Alaska, no fuese a la escuela y Violet iba a menudo a verla.
Estuvo sin salir un mes, haciendo trabajos a escondidas de los señores Walker y dándoselos a Violet para que los entregara. No iba a dejar de estudiar por ese hombre.
    - Alaska. Ven aquí.
La voz grave de Christian la llamaba y Alaska fue con valor.
    - Qué.
    - ¿Que..? Ven aquí.
Entonces se levantó y llevó a Alaska al cobertizo.
    - No voy a entrar.
    - Sí lo harás Alaska. Sí lo harás.
    - ¿No quiere que su mujer le vea pegarme?
El rostro del señor Walker se desfiguró y éste palidecía por momentos.
    - Pégame aquí, venga.
    - Alaska....
    - ¿Es lo que iba a hacer verdad?
    - ¡Si! Es lo que iba a hacer niña estúpida. Y si no fueras tan metiche quizá ya no esta...
     - Venga, Christian, vamos a casa - San salía, sin mirar a ninguno de los dos, agarrando y arrastrando al señor Walker, que seguía con la mirada llena de odio fijada en Alaska, hasta la casa, donde desapareció y Alaska se temió lo peor y se acercó con paso rápido, yendo a impedir que ahora lo pagara con la señora Walker, de la cual sus gritos, ya inundaban la casa y hasta el jardín, que Alaska recorría coja, dolorida e inquita.

AMNESIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora