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   - Ya se han ido Alaska.
   - ¿Qué ha pasado, Zuzu?
Alaska se frotaba las sienes con los dedos. La cabeza la iba a estallar, estaba segura de ello.
    - No lo sé señorita. Han venido y al no verla han debido... Enfadarse.
Ambas salieron a mirar la casa y ésta seguía igual que antes. Entonces por el espejo de la puerta principal, Alaska vio a los señores Walker encaminándose a la casa.
    - ¡Ahh, vete  vete Zuzu!
Ésta, en cambio, siguió ahi, riendo.
    - No podrán verme. No tienen lo que hay que tener para hacerlo.
Alaska, entre dientes y dándose la vuelta para seguir lanzando miradas de advertencia a Zuzu, fue a abrir la puerta cuando los señores llamaron al timbre.
    - Hola Alaska.
El señor Walker pasó a su lado sin mirarla al saludarla, con voz gruñona y con el mismo gesto con el que la última vez miró a Alaska. Cojeaba por la sala, como nunca lo había visto cojear y tenía un aspecto más cansado y envejecido. La señora Walker entró detrás, dando una seca palmada en el brazo de Alaska y pasando también por su lado, ésta ni tan siquiera la habló.
    - Veo que está todo bien.
    - ¿Dónde fueron, señores Walker?
Nada más terminar de pronunciar aquellas palabras Alaska se arrepintió de hacerlo. El señor Walker había golpeado la pata de la mesa y su mirada era aún más fría, y apuntaba directamente a Alaska.
    - Es de mala educación meterse en asuntos que no son de uno.
Alaska tragó saliva, ahora Christian se levantaba con dificultad de la silla, se agarraba, apretando con fuerza los puños en la mesa, hasta que los nudillos se volvieron blancos, y se fue acercando poco a poco a Alaska, respirando lentamente y aún, cojeando.
    - No sé ya ni que mandarte hacer.
Alaska bajó la vista al suelo cuando Christian Walker estaba frente a ella, con la mirada todavía fija en sus ojos, que intentaban esquivarlo, avanzando a un más, aunque Alaska seguía retrocediendo, hasta que chocó con la pared. El señor Walker la obligó a mirarlo y vio que sus ojos eran puro odio y prácticamente de ellos salía puro  fuego:
    - No vas a salir en un tiempo, aunque haya escuela. No vas a leer más. Y vas a estar día y noche en el cobertizo, jardín, haciendo cosas de la casa o en el gallinero.
    - Pero... Christian...
    - Cállate Samantha, cállate. Y vete. Y tú, Alaska, ven conmigo.
El señor Walker agarró fuertemente el brazo de Alaska ante la triste mirada de Sam que salía por la puerta, mirando como el señor Walker se llevaba a Alaska y desaparecían por las escaleras.
Christian abrió una puerta y ante ella se hallaba lo que parecía un cuarto de escobas y artículos de limpieza, que, entonces estaba vacío.
     - Ahí, quita y calladita.
Cerró de golpe la puerta, que golpeó levemente a Alaska que se quedó en total soledad y oscuridad.
Los pasos del señor Walker avanzaban por las escaleras, gritando el nombre de su mujer. Samantha no respondía y el seguía llamándola. Se escuchó un portazo que Alaska habría jurado que partiría la puerta en dos y acto seguido más gritos y golpes.

   

AMNESIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora