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Alaska se despertó con los gritos de los señores Walker.
  - Cállate, que te va a oír. Escandalosa...
  - Chris, escúchame. Te digo que anoche escuché que Alaska gritaba y que había alguien con ella. Tenía la voz rasgada y muy grave y la decía algo sobre unas piedras.
  - No veo que puede haber de malo en unas piedras Samantha...
Alaska atravesó la puerta y los señores Walker se callaron al instante.
  - Buenos días Alaska.
Ésa frase le sonaba tan repetitiva...
  - Hola señores Walker.
  - ¿Qué tal la noche muchacha? - dijo Christian sirviéndola leche en una gran taza.
  - Bien, he dormido del tirón.
  - Anoche te oí hablar Alaska.
Se sintió acorralada pero fue rápida:
  - Sí, se me olvidó decirles... En casa de Violet descubrimos que hablo en sueños.
Los señores Walker la miraron con ceño, como sin creerse sus palabras, pero no la dijeron nada más de el tema.
Pasó la mañana con la señores Walker en el gallinero y se le pasó más rápido de lo que al principio pensaba.
A la hora de comer no hablaron mucho pero si comieron todos muy rápido. Alaska con la excusa de que había quedado con Violet y los señores Walker que tenían que ir al pueblo, y ambos se fueron por caminos distintos.
Alaska se escondió como pudo para cambiar de rumbo e ir al bosque.
Pasó por el río y la montaña, siguió andando un poco más y al poco, empezó a ver el lago. Todo seguía igual.
Alaska se sentó en el hueco, con la piedra roja en la mano y el colgante en la el bolsillo.
  - Señorita Black, sabía que vendrías.
Ozloc se acercaba a ella lentamente y sin dejar de mirarla fijamente.
  - Creo que ha llegado el momento de que sepas otra cosa, Alaska. Tras el...accidente... Si quedaron restos de la casa, efectivamente. Sin embargo hay algo que hizo que toda huella de ésta se borrase. Quería borrarte a ti también pero no pudo porque desprendías vida. El árbol. El viejo árbol a parte de ser útil a veces es muy peligroso. Está lleno de encantamientos y hechizos muy potentes, al parecer, irrompibles.
Alaska pálida, sin habla, miraba expectante a Ozloc, sabiendo que había acabado, pero sin poder mostrar otra expresión.
  - Tu tatarabuelo también embrujó la casa Black al acabar de construirla, pero...con el accidente en el que murieron tus padres... No resistió.
  - Incendio.
  - Si.... Incendio... - pero no parecía convencido, por más que la mirara.
  - Ozloc...
  - Tengo que irme señorita. Me reclaman.
  - ¿Nicholas?
El elfo-duende le guiñó un ojo y desapareció.

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