Sicilia, Italia.
Dejo las maletas en el suelo y me lanzo a mi cama. No hay nada más cómodo en el mundo que ella. Sin embargo, no puedo encerrarme aquí con las miles de emociones y pensamientos en mi cuerpo, así que tomo una gran bocanada de aire y bajo a la cocina en busca de Ilda. La única persona en quien confío plenamente.
—¿Ilda? ¿Estás por aquí? —vocifero lo suficientemente alto para que me escuche, ya que es evidente que no sé dónde se encuentra.
—Aquí estoy, Yaya. —Sale de la cocina con un trapo en la mano. Yaya surge de una confusión el primer día que fui al restaurante donde ella trabajaba. Vagos recuerdos vienen a mi mente haciéndome sonreír. —¿Gustas algo de comer?
Tomo una manzana de la mesa y me subo a la encimera, viéndola y meciendo mis piernas.
—¿Qué harás? —se pasea por la cocina hasta quedar frente a mí imitando mi sonrisa.
—Mmmm, ¿pelmeni de pollo?
Me bajo de un salto y la abrazo con todas mis fuerzas haciéndola reír. Solo ella sabe cómo ponerme de humor.
Me siento tan cansada y nada mejor que me consientan con mi plato favorito.
Mi casa no se puede comparar con un hogar, está muy lejos de serlo, pero realmente intento que sea acogedor. La cocina es un espacio abierto entre el salón y la puerta del patio, el cual se esconde entre árboles, quedando a simple vista la piscina que vaporea debido a la calefacción. No hace tanto frío, pero si el necesario como para mantener el agua caliente solo por quince minutos.
Las escaleras al segundo piso son de madera y vidrio, lo contrasta perfectamente con el color oscuro de las paredes y las plantas de plástico que hay bajo las escaleras. Arriba solo hay cuatro habitaciones; dos de invitados, la mía y el baño para las visitas. Para finalizar, un pequeño salón con una biblioteca se posiciona frente a mi cuarto, el cual posee una gran ventana con vista directa a la parte alta del bosque que rodea toda mi casa.
Abajo aparte de la cocina y el salón principal, no queda mucho, solo unos cuadros y más plantas con una enorme luz colgante en el centro, llamando la atención al entrar por la puerta principal.
Luego de ver cómo Ilda alistaba la cocina para preparar la cocina, voy al patio trasero en busca de aire, para así despejar mi mente. Veo como el bosque espeso se camufla entre la neblina estacional, haciéndole ver un poco tenebroso.
No había tenido tiempo para pensar sobre mis sentimientos y todo lo que ha estado pasando. Debido a la tranquilidad que siento, creo que es momento.
Por instantes me hago la fuerte diciendo que no me importa la presencia de Michaels en mi vida, aunque realmente es así, pero duele pensar en todo lo que compartí con él, todo lo que le confíe y todo lo que le dije. Él me ayudó a sostenerme en estos primeros pasos de lo que vendría siendo mi nueva vida, mi nueva forma de vivir. Dejarlo me duele, pero siento que es lo mejor que puedo hacer. No entiendo la razón del dolor temporal de su ausencia.
Limpió las lágrimas que bajan por mis mejillas y dejo que salga todo. Dejo salir todo aquello que me guardo con respecto a él, dejo salir todo aquello que me duele, dejo salir la perspectiva que tengo sobre ese amor dañino y agradezco entre maldiciones siguiendo los pasos de psicóloga de la agencia.
¿Por qué el amor nos hace cambiar? ¿No puede ser otra cosa?
¿Por qué del amor al dolor hay una línea tan delgada?
Esas preguntas hacen que me quiera quedar soltera hasta morir. Quiero jurar no volver a estar con un hombre en mi vida, pero es imposible. Sé que no me voy a cumplir esa promesa.
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Inferno© [+21]
RomanceEnya Sullivan, miembro de una agencia secreta italiana de seguridad, decide renunciar después de un encuentro con uno de los objetivos mas buscados por su superior que desencadenará una ola de sucesos que la pondrán al límite física y psicológicamen...