Capítulo 21.

38 6 0
                                    

13 de diciembre del 2020

Anoche me fui a dormir con la seguridad de que mis palabras, mis acciones, mi corazón y mi mente quieren lo mejor para mí.

Yallah y yo no llegamos a más, los dos disfrutamos profundamente la energía, la atención y las caricias del otro. Me impresiona un poco lo relajado que estábamos y aun así logramos entendernos más de lo que alguna vez me pude imaginar. No quiero pensar en que algo esté saliendo mal o todo lo que le estoy demostrando sea en vano, porque internamente sé que no lo es y no quiero que mis inseguridades tomen protagonismo, ya tuvieron suficiente.

Lo que más disfruté fue haberme reído con mis hermanas, entender mis momentos de alegría y estar anclada en el presente. Ese tipo de armonía nunca la había sentido en mi vida hasta ahora, pero nunca pensé que fuera con estas personas.

Fui feliz sin necesidad de mucho alcohol o alguna droga.

Soy feliz.

Vale completamente la pena pasar noches sin dormir y aguantar todos estos síntomas de abstinencia por momentos así.

—Neya. —Alzo la cejas aún con mi vista fija en la ventana del auto. —¿Me estás escuchando?

—No. —Siento su mano rozar mi pierna e inmediatamente pasa a tener toda mi atención.

—No pienses tanto.

—Es un poco incómodo no tener inseguridad o estar tensa al lado de un hombre. —Pienso en voz alta, pero no le doy tanta importancia. Yallah me observa con ese color de ojos tan peculiar y siento escalofríos por todo el cuerpo. —¿Qué?

—Sé que se siente incómodo y es normal por todo lo que te dijeron de mí, pero déjame demostrarte quien verdaderamente soy, sin necesidad de venganza.

Soy incapaz de dejar de mirarlo.

—¿Quién me certifica que estás siendo sincero conmigo? —cuestiono en tono serio.

Sonríe.

—¿Quién te certifica que mañana estarás viva? —imita mi tono de voz. Alzo una ceja y el repite mi acción, tomando mi mano. —Nadie. No sabes si mañana estarás viva, no sabes si mañana toda esta mierda desaparece, no sabes si mañana el mundo va a explotar y todos no seremos más nada que pequeñas partículas universales. Fluye, Neyaisav, fluye.

—Es tan fácil para ti decirlo, tu no has lidiado con la mitad de las cosas que yo he lidiado.

Yallah se aleja, recostando su espalda del asiento y soltando mi mano.

—No es por quitarle validez a lo que sientes o por lo que pasaste, pero soy un rey y déjame decirte que eso conlleva de muchas perdidas y no todas son muy bonitas.

Al percibir su tono de voz gélido, prefiero no tocar más el tema y quedarme completamente callada hasta que lleguemos a donde tengamos que llegar.

Hace unas horas, Yallah había llegado al departamento de mi hermana solicitando mi presencia, aún no me ha dicho que sucede, pero lo deduzco, no me dejó ni desayunar.

Adib manejaba el auto y a su lado está otro guardia el cual desconozco y debería de conocer, porque estoy demasiado aburrida y no quiero pensar en cosas que no debería.

Doy tres toques a la ventanita que los divide a ellos de nosotros, tratando de llamar la atención de alguno para que la bajen.

—¿Qué haces, Neyaisav? —cuestiona Hamad, nuevamente con esa voz gélida.

—No me hables, no quiero hablar contigo. —Sigo tocando la ventanita. —¡Adib!

El vidrio baja y veo a Yallah de reojo mientras acomodo mi postura.

Inferno© [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora