Capitulo 17.

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Neyaisav.

Sigo manteniendo la esperanza de que todo sea solo un juego por parte de Zenya y que en realidad no haya sucedido nada, pero se me es imposible.

Trato de que mis pensamientos se enfoquen en lo que haré cuando llegue a Rusia, pero la cara del villano de Disney sigue estando en mi mente y como odio no poder parar los escalofríos cuando inconscientemente lo imagino frente a mí.

No puedo pensar en nadie más que no sea él, ya no le sirvo, por lo tanto, nuestros caminos se verán divididos y tal vez ayer fue nuestra despedida definitiva. Debo de aceptar que tenia dudas al respecto, pero se esfumaron cuando se fue sin decir nada más.

Suspiro y recuesto mi cabeza de la pared, queriendo que el frío de ella pase a través de mi piel para que llegue a mi corazón y se mantenga ahí. Ya tengo que salir de este hotel, nadie vendrá a rescatarme para arreglar mi vida.

—No comprendo la razón de porqué tanto drama. —Cierro los ojos al escuchar la voz de la pesadilla y cuento hasta tres con calma, caminando hasta perder de vista al hotel. —Si renuncias, así como así, supongo que tienes a alguien más.

Los autos suenan, las personas gritan y otras hablan por celular como si de ello dependiera su vida. El olor del aire de Los ángeles no es nada bonito.

—No me importan tus suposiciones, para tu lamento. —Me volteo y observo lo opaco que están sus ojos grises.

No quiero decir nada más y no voy a decir nada más. Muchas cosas han mejorado en mí gracias a mis últimas decisiones y gracias a eso puedo decir que estoy lista para darle lugar a lo que debe de estar en silencio.

—No te puedes ir, Enya. —Giancarlo toma mi mano haciendo que me detenga, alejándome del tráfico de las personas en la acera. —No puedes dejarme así.

—Dijiste que me ibas a dejar ir si así lo quería.

—Eran otras circunstancias.

—Es tu palabra contra la mía. —Me suelto y entro al primer establecimiento que encuentro, con él persiguiéndome.

—Enya, por favor.

—¿Señor? —intento parecer desesperada cuando me dirijo al dueño de la tienda. Tengo que quitarme a Giancarlo de encima de cualquier manera. —¿Me puede ayudar?

—¿Todo bien, señorita? —responde un poco alterado y curioso.

—Este hombre me está acosando. —Empiezo a mover mis manos como si me temblaran. Giancarlo se queda en su sitio con los ojos abiertos como platos y empieza a divagar.

—Yo...

—¿Podría usted por favor decirle que me deje en paz?

El señor cambia totalmente la cara y se acerca peligrosamente a Giancarlo poniéndome detrás de él.

—Si cuando diga tres y usted no se va, me veré obligado a amenazarlo.

—¿No es lo que está haciendo ahora? —arruga las cejas.

—Uno... —el señor empieza a contar y yo empiezo a ver a mi alrededor, tratando de entender en qué lugar estoy.

—Señor, no quiere hacer eso...

—Dos.

Veo unos audífonos y luego mi vista empieza a detallar el montón de artefactos electrónicos que hay. Me alejo un poco del señor tan solo para ver si hay celulares. Necesito uno urgente.

—Señor, señor... —Giancarlo ríe tratando de ocultar sus nervios. —No se quiere meter conmigo.

—¿Y usted sí se puede meter con la señorita? —alzo una ceja en su dirección y este me fulmina con la mirada. Me importa poco su actitud hacia mí.

Inferno© [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora