Capítulo 18.

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Mordovia, Rusia.

Su cabello rubio entra en mi plano visual y a pesar de no querer admitirlo, me siento nerviosa por verla después de mucho tiempo y a eso sumándole el volver a lo que un día, tan solo uno, fue mi hogar...

Ella abre sus brazos en mi dirección y antes de avanzar, casi por instinto veo a mi alrededor.

—No me vayas a-...

—¡Dame un abrazo, pelirroja maldita! —sus brazos se envuelven a mi alrededor y yo solo puedo sonreír, sin muchas ganas, pero lo hago. —¿Tanto tiempo ha pasado desde la última vez que te vi? No te recordaba con el cabello corto.

—No me he cortado el cabello, Rebecca.

Pero si se me había estado cayendo por el estrés y otras cosas.

—¿Cómo has estado? —Subimos al auto y ella no para de verme, detallarme.

—¿Cómo me ves? —ella sonríe y eso trae un poco de paz en mi interior.

La última vez que nos vimos puedo decir que yo era más huesos que persona por la mala alimentación y la adicción. Ella había sido la única que me visitaba seguido a ese lugar.

Rebecca se acomoda en el asiento, un poco incómoda o ansiosa, acomodando sus manos en el volante.

—¿Qué pasa? —ella se voltea y ve detrás de mí. Llevo mi vista hacia ese lugar y casi me arrepiento de hacerlo.

—¿No me vas a saludar?

Rebecca y yo no mantenemos una relación muy íntima, pero si segura. Ella ha trabajado para Ocaso desde sus comienzos, pasando por alto la relación que tiene con la maldita abuela de Giancarlo. Esa señora nunca me va a caer bien. Sin embargo, que haya hecho esto, me deja un mal sabor en la boca muy lejos de sentirme bien por verlas.

Años y más putos años llevaba sin ver a mis hermanas... ¿Y se atreven a aparecer así después de todas las llamadas y mensajes que les había dejado? Los ojos me pican, la nariz me arde, siento la boca seca y el pecho cada vez se me hace más pesado.

—Sé que no es el mejor reencuentro de la historia, pero la situación tampoco es muy bonita, esa es mi excusa —musita suavemente Zenya, mi hermana menor y a la única que soy capaz de ver.

La más parecida físicamente a mi padre con su cara un poco ancha, ojos azules igual que los míos, pero menos brillantes; vestimenta colorida, como si en su mundo siempre fuera primavera; con su fleco en la frente, protegiendo su mente de personas malvadas; y, por último, su cuerpo pequeño, delgado y alto... Que me recuerda al cuerpo que una vez tuve antes de hacerme todo el daño posible.

Quiero abrazarlas con todas mis fuerzas, pero mi rencor hacia mí misma permanece intacto. No me merezco su amor. Aunque no estoy en posición de sentir tal furia ya que fui yo la que se fui sin avisarles.

El auto se sume en un silencio atormentante cuando quito mi atención de ellas y mis ojos se llenan, dejándolos ver como dos pozos de agua estancada. Abro la boca para tomar aire y baje la cabeza.

No puedo llorar. No voy a hacerlo frente a ellas.

Yo no era esto, yo no era tan vulnerable a las situaciones, yo no lloraba por nada...

¿Cómo debería reaccionar ante estas situaciones?

—Quería saber con exactitud qué era lo que estaba sucediendo y sabía que tu no me lo ibas a decir. —Rebecca trata de bajar la tensión que permanece en el ambiente.

—¿De verdad no te paso por la mente el preguntarme siquiera? —murmuro.

—No estamos molestas contigo, Zaychik. —La voz de Zenya llena el auto, en cual empieza a avanzar después de pasar un semáforo en rojo. —Yo no...

Inferno© [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora