Capitulo 14.

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Que maldito desastre.

Cuando logre salir del baño al encontrar un interruptor y hacer algunos movimientos en los cables, todo se volvió un caos. Solo podía escuchar gritos, disparos y planes absurdos de otras personas. Al parecer Giancarlo tomo las riendas del asunto cuando el grito de Aivy le dio a saber que Bruno estaba herido. Justo ahora está en el hospital y por mas miedo que me de su estado de salud, no puedo arriesgarme a aparecer como más desastre que persona.

Y nada de esto lo presencié, Danno acaba de contármelo todo porque cuando salí del palacio, solo vi a Aivy, que cabe destacar sus únicas palabras fueron que quería acabar con Yallah por una maldita nota.

Cierro de un portazo luego de bajarme del auto de Danno y este me comunica su descontento con la bocina. Que se joda él también.

Internamente lo siento y sé que no está muerto, solo está herido...

O eso me quiero tratar de convencer por no estar para él en un momento posiblemente muy crítico como este.

No es primera vez que una bala lo roza. Debo quedarme tranquila para poder llegar a él sin estresarlo.

Entro a la casa donde me hospedo aquí en Roma sin repasar lo que hay a mi alrededor y voy directamente a la habitación donde tengo todas mis cosas. Al entrar voy a esa esquina que sé que está lo que necesito, pero no encuentro nada. Desesperada voy hasta el salón y registro el sofá y sigue sin haber nada.

El sudor con la desesperación hace todo peor.

Quiero tener por lo menos un momento de tranquilidad. Sustos y decepciones resumen mi día y me lo merezco, me merezco todo esto por tratarme de la misma manera que lo hace la vida ahora.

—¡Mierda! —salgo al pequeño patio trasero sumamente nerviosa, a punto de tener un ataque de pánico. Las manos y todo el cuerpo me sudan como si estuviera en el mismo infierno y sus llamas vivieran en mí. —¡Ilda!

Ilda viene hacia mi corriendo, la preocupación se hace notable en su cara.

El celular suena en mis manos, anunciando un mensaje de Bruno en donde me explica que está bien, que solo fue un roce y que me tranquilice ya que nos vamos a Los Ángeles por decisión de Costa.

Ni saber que está bien me deja tranquila...

—¿Has visto...? —su cara responde lo que estaba a punto de preguntarle. Siento una presión en mi pecho del cual va surgiendo una gran furia. —No... Dime que estás jugando conmigo. —Río sin ganas acercándome a ella.

—Tienes que dejarlo y ahora es el momento, Yaya. —Abro y cierro mis puños. La poca coherencia que me queda me pide a gritos que con ella no. Ella es la que más respeto le debo, con ella no puedo ser así. —Escúchame...

Lágrimas salen sin control de mis ojos.

—No quiero hacerlo, Ilda. Sé que lo tengo que hacer, pero ahora... —tomo aire y cierro los ojos. —Ahora no puedo.

El corazón me pega del pecho, dejándome sin aire.

—Ahora es el momento.

Sus palabras se vuelven insistentes, como si siguiera metiéndole el dedo a una herida que no ha sanado.

—¡No eres nadie para decirme eso! ¡Maldita sea! —alejo las lágrimas de mis ojos mientras me doy pequeños golpes en el pecho, alejando el dolor punzante que me agobia.

Quiero gritar. Quiero correr de este lugar.

No estoy lista para esto. Me destruye, sí, pero no soy capaz de dejarlo, no me siento lista para hacerlo.

Inferno© [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora