Capítulo 19.

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11 de diciembre del 2020.

—¡Este no me gusta, Irinna!

—¡Es el que necesitas!

—¡Que no quiero!

—¡Cómpratelo!

—¡No!

—¡Ese es tu castigo por llamar a Neyaisav a escondidas y alterarla!

—¡Tenia que hacerlo o ibas a morir de un paro cardiaco!

—Igual te lo voy a comprar yo. Lo utilizas o empiezas a vivir debajo de un puente.

—Yo consideraría la segunda opción. —Interrumpo la discusión de una vez por todas. Las personas a nuestro alrededor ya están empezando a vernos raro.

Resisto las ganas que tengo de poner los ojos en blanco si no me quiero quedar con los ojos blancos. Esto ha sido todo el día. De tienda en tienda, paranoicas, pero con "regalos" en mano. No, no son regalos, son caprichos, ya que todas nos hemos comprado algo que nos gustó. Por mi parte, si tengo regalos para ellas, pero no van más allá que alguna prenda de ropa o algo que me recuerde a ellas, nada emocional.

—¿Para qué? Si tengo una hermana que vive en otro país, simplemente me voy con ella y la otra se queda sola, soltera y triste. —Zenya se guinda de mi brazo y río por la cara de Irinna.

—¿Vas a dejar a quien te dio techo todos estos años? —Irinna se lleva su mano izquierda al corazón y hace una expresión dolida. —Malagradecida.

—La que me dio techo quiere que me estire el himen de una vez con un vibrador.

—La verdad es que no es una mala idea... —opino sincera.

Zenya me mira alarmada, para luego soltarme y cruzarse de brazos. Cabe destacar que la mayor de nosotras es el ser humano que mas lento camina en el mundo y la hemos dejado atrás sin remordimiento alguno. No recordaba lo estresante que era.

—Neyaisav, no la apoyes.

—¡Las escuche! —Irinna corre hacia nosotras y su falta de aire causa la carcajada más desastrosa por parte de Zenya. Hago una mueca de desagrado.

—Pareces una foca sin aire —murmuro y eso parece darle mucha gracia.

Zenya se tira en la nieve mientras trata de apaciguar su risa, pero la frente sudada de Irinna tampoco colabora mucho.

Suspiro y volteo hacia atrás, llevo una larga hora sintiendo que me observan, pero no logro dar con la persona, supongo que es mi paranoia al estar de vuelta en Rusia. O tal vez no es mi mente y si nos están persiguiendo. En las tiendas tenía como excusa el montón de personas, pero ahora que caminamos por un parque solitario, dudo que mi cuerpo sienta la presión visual de una persona en un edificio viéndonos por su ventana.

—Oigan... —llamo la atención de mis hermanas, quienes se encuentran en plena pelea de nieve. Las dos voltean al mismo tiempo haciéndome sonreír. —Vuelvo en un momento. ¿Me esperan aquí?

—Sí, claro. Date una vuelta, tienes que cambiar esos recuerdos por algo más bonito. Si quieres deja las bolsas con nosotras. —musita Irinna con la nariz muy roja, guiñándome un ojo.

Parece Rodolfo.

Muevo mis pies por el pequeño parque de Moscú, buscando algo que desconozco. Los árboles llenos de nieve, el piso completamente empapado de escarcha blanca y el cielo blanco hace que algo en mi interior rebote lleno de felicidad interna, aunque los recuerdos no son agradables.

Ayer después de llegar al hotel y deliberar con Zenya sobre lo que teníamos que hacer o ponernos al día, acompañamos a Rebecca al aeropuerto, según ella tenía cosas que hacer en Italia. Momentos después, a Irinna se le ocurrió la gran idea de volver a Moscú y no me pude negar. A pesar de haber vivido mucho tiempo en Mordovia, no conocía Moscú y qué mejor momento que hacerlo con mis hermanas en un mes que no está lleno de buenas experiencias, pero con la disposición de cambiar esos recuerdos.

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