Capítulo 4

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Paris, Francia.

—Voy a matar a ese maldito —musito entre dientes.

Estamos frente al arco del triunfo en París, resultado de la alerta de sospecha que emitió Bruno estando de vacaciones. Al parecer lo había visto rondando por las calles como si fuera un turista más.

Lo cual dudo.

—Tengo tantas ganas como tú, pero créeme que no quiero participar en esto, tengo sueño. —habla Banetto. —Estoy de vacaciones, debería de estar en el hotel.

Cruzamos la calle corriendo sin mirar a los lados, ocasionando el descontento de los franceses.

—Te puedes ir si te da la gana.

Estoy irritada, no quiero aguantar sus berrinches.

—Un momento... Si nosotros sabemos cómo luce Yallah. ¿Por qué en la base no tienen fotos de él?

—¿Los ojos son cámaras conectadas a las computadoras de la base? —le pregunto.

—Pues, en realidad...

—Adiós, Bruno. Disfruta con tus francesas.

—La única francesa que cubre mis pensamientos ya no sé si existe... —murmura. —¿Qué sabes de Fabiola? ¿Tiene conexión con Yallah? —le pregunta a Giancarlo.

Este solo suspira, parece muy cansado también. Sin embargo, por nada del mundo desaprovechara sostener a Hamad del cuello, o verlo sufrir en primera persona.

—Pues no que yo sepa. Según ella no sabe quién es y lo más lamentable de todo es que le creo.

—Quizá solo fue una palabra al azar. No creo que Fabiola esté conectada con alguien como él...

—No lo sé... —musita Giancarlo expulsando todo el aire que retenía en sus pulmones de manera ruidosa. Esa acción me hace verlo de distinta manera, como si algo hubiese cambiado en él mientras lo hacía. —La mayoría de las personas están alrededor del arco del triunfo y yo no lo veo a él.

Paseo mi vista por todo el lugar y solo puedo ver a turistas viéndome raro y a los hombres de la agencia. Suspiro estresada tratando de pensar como un mafioso maldito.

—No está aquí —hablo logrando la atención de todos. —Se está burlando en nuestra cara y no nos estamos dando cuenta.

—¿Qué? ¿Ahora lo conoces?

Pongo los ojos en blanco.

—Es lógica, Giancarlo. ¿Podrías pensar inteligentemente y dejar tus problemas maritales de lado?

—¿Problemas maritales? ¡No estoy pensando en eso!

Lo tomo del hombro y escucho como empieza a refunfuñar sobre algo que prefiero ignorar. El camino se hace un poco pesado, pero logramos llegar al barrio de pintores.

Al subir la colina caminando —no sé por qué no alquilamos un auto o algo parecido— Giancarlo se suelta de mi agarre y empieza a caminar frente a mí sacando su celular. Rápidamente paso por su lado y se lo quito.

—¡Oye!

—Estás trabajando. —Meto el celular en mi bolsillo y seguimos caminando.

Empujo con delicadeza a las personas que se cruzan en mí camino por la plaza donde los pintores se instalan, retratando a personas que se sientan frente a ellos y otros solo pintan su panorámica con público detrás.

—¿Piensas que está aquí? —Giancarlo ríe irónicamente. —¿Te tocó el cerebro?

—No lo subestimes. —Ignoro el tono de su voz y empiezo a rebuscar entre la gente.

Inferno© [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora