Capitulo 29.

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Yallah.

No quiero pensar por ella, pero sus acciones dicen más que sus palabras.

Me duele un poco aceptar que quizá ella no se siente de la misma manera que yo, tal vez ese beso no significó nada más y solo soy yo quien se está confundiendo con todo.

Sé pocas cosas de su pasado, pero no lo que ella sintió y sé que por eso se cohíbe de muchas cosas.

El sentimiento que me recorre cuando la tengo cerca es inefable, las manos me pican por tomarle así sea un mechón, su aire llama al mío para unirse en un huracán de suavidad entre nuestras respiraciones, sus labios me piden ser acariciados y besados, su corazón me pide ser amado, pero ella...

Quiero cuidarla, pero no me deja y no puedo hacer nada al respecto.

Me gustaría decir que me voy a rendir hasta que me diga lo que siente, pero eso sería limitarla a estar siempre respondiendo a mis preguntas y la verdad es que quiero que sea libre, que se elija a ella y al hacerlo me elija a mí.

Con ella jamás pierdo mi tiempo, pero no me puedo limitar a amar a alguien que no quiere ser amado por mí.

—Yan. —Este alza la mandíbula y me ve por el retrovisor. —Quiero que Adib y tú se queden cerca de ellas en todo momento, seguirán siendo mis ojos y oídos.

—Si, su majestad.

Recuerdo las palabras de Yan y Adib cuando llegaron por mí en la madrugada, tengo que estar siempre al pendiente de que nada les pase, no quiero sentirme culpable.

—Prepara dos helicópteros y ténganlos siempre preparados. —Asienten y mantienen su vista fija en el camino.

Si Antoni, la mafia canadiense o la vieja chismosa le llegan a tocar tan solo un pelo a esa mujer, acabaré con cada uno de los que estuvieron conscientes de las manías de esas personas.

Trato de que mi mente se enfoque en lo que diré cuando tenga cara a cara a Ritta y no en la cara de Neyaisav cuando me fui.

¿Cuál es la necesidad de obsesionarse conmigo? La abuela de Costa sabia que nuestro negocio era solo nuestro, pero ella decidido involucrar a otra mujer para tenerme amarrado y no salirle con una de las mías. Pues muy inteligente de su parte, que desgracia que la mujer que elegio para asesinarme, sea muy débil.

—¿Su majestad? —alzo la cabeza prestándole atención al conductor. —La dirección que le dio a uno de los conductores ya no aparece.

—¿Qué? —frunzo el entrecejo y me levanto del asiento para ver el GPS. —Maldita sea. —Los dos guardias que están a mi lado intentan ocultar su impresión por la palabrota que acaba de salir de mi boca, pero les sale mal. —Lo siento.

—Parece que se junta mucho con las hermanas Nóvikov... —opina uno de ellos y le hago mala cara.

¿En que momento les dije que podían referirse a mi de esa manera?

—¿Te despido?

—No, su majestad. Lo sient-...

—Cállate.

—¿A dónde vamos ahora? —cuestiona el conductor orillando el auto.

Suspiro y saco el celular que traje de Norín.

El localizador me da error nuevamente cuando intento buscar a Ritta y aprieto mis labios tratando de no volver a maldecir.

Italiana de quinta cobarde.

Cuando me llevaron de urgencia a Norín a pesar de solo tener algunos golpes y rasguños, Ritta se comunicó conmigo pidiéndome perdón por lo sucedido, obviamente no le creo, es una bendita manipuladora de mierda, pero dijo que lo de la protección en tierras italianas sigue en pie.

Inferno© [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora