Te escribo entre comillas, porque no sé sí sea verdad.
Porque no tengo la certeza de que mis palabras sean ciertas después de tanto daño.
Te digo, sin comillas, que en lo único en lo que he sido perseverante es en quererte.
Aún no se me acaban las ganas.
Aún no se me acaban las maneras.
Lamento confesar que he dejado de escuchar tu música antes de dormir,
siempre entendiste mal, esperaba que las letras me sumergieran en un sueño de ti, con tus ojos y tu piel.
Nunca me provocó sueño escuchar los acordes que tanto te fascinan.
Lo siento si hasta ahora soy franca,
si no decía completas mis oraciones.
Sería prudente quitarle las comillas y empezar como sí nada hubiese pasado,
claro está, nada después del final.
¿Qué viene para nosotros?
Lo que sea, pero que nos agarre juntos.
Creo que ya me he explicado varias veces, pero, de ser necesario lo haré mil veces más:
No tengo intenciones de desnudarle la piel de nuevo,
lo quiero en mi vida, amigo, permanente y sin peros.
No me tome a mal, como suele hacerlo,
le quiero, pero ya no hay deseo, ya no hay eso que hace a las parejas durar años enteros.
Seamos amigos.
Amigos sin comillas.
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Donde los Escritores van.
Romance¿Para quién escribimos los que no sabemos a dónde ir? ¿Nos leen? ¿Qué pasa sí nunca lo hacen? A veces hay que tener miedo. Pero, ¿a quién le escribo si no es a mí? Foto por Ana Gabriela Zárate Rábago. Instagram: @anagabriela_zr
